La técnica, denominada optogenética, ha permitido desvelar por qué la psicoterapia es eficaz para vencer las fobias. Los expertos explican que se consigue activando neuronas con luz.
Quienes tienen alguna fobia y han pedido ayuda a un profesional saben que se puede vencer siguiendo un terapia denominada desensibilización sistemática. Esta técnica se basa en el principio de inhibición recíproca del miedo, propuesto en 1958 por el psicólogo Joseph Wolpe, que sugirió que la ansiedad que provoca una situación temida podía ser superada al experimentar otra emoción positiva o neutra en el mismo contexto.
Casi seis décadas después, la estrategia de Wolpe sigue estando entre las más usadas y eficaces en terapia de conducta. Sin embargo, las bases neurales que hacen posible ese cambio de actitud capaz de acabar con una fobia no habían sido identificadas.
Ahora una investigación publicada en «Nature» y liderada por el premio nobel Susumo Tonegawa ha logrado desentrañar el misterio y ha dado un paso más en la comprensión de la memoria. Con su equipo ha conseguido cambiar la sensación de miedo asociada a un suceso por otra placentera. Y no han necesitado llevar a cabo ninguna terapia, lo han logrado con un “click”, el necesario para encender una luz láser.
Si tiene alguna fobia y está pensando en recurrir a esta novedosa técnica, sepa que a menos que quiera ofrecerse como cobaya humano, aún tendrá que pasar por la consulta de su psicólogo. Y es que para cambiar un recuerdo negativo en otro positivo han utilizado una técnica muy reciente, conocida como optogenética, que permite activar y desactivar a voluntad circuitos neuronales mediante luz.
El interruptor que activa los circuitos cerebrales es una proteína de un alga sensible a luz azul, que se introduce en determinadas neuronas del cerebro de los roedores mediante un virus.
Aunque esta técnica, que está haciendo muchos méritos para merecer la atención de la Academia Sueca, se ha utilizado también en primates, de momento no tiene aplicación en humanos.
Tonegawa, que fue laureado con un Nobel en 1987 por descubrir “el fundamento genético que hace posible que tengamos una gran variedad de anticuerpos”, se ha propuesto ahora hacer lo mismo con la memoria. Y parece que va por buen camino. En julio del año pasado en su laboratorio lograron crear falsas memorias en ratones. Y ahora ha conseguido cambiar las emociones asociadas a un recuerdo en estos animales.
Las memorias de hechos pasados se almacenan dos lugares diferentes del cerebro. En el hipocampo se archiva una información neutra, referente al lugar donde ocurrió el suceso, mientras que la emoción que la acompaña se guarda en otra zona diferente, pero cercana, la amígdala.
“El hipocampo y la amígdala se consideran críticos para la formación de la memoria. Queríamos saber si el engrama de una memoria (conjunto de neuronas que se activan a la vez) podía asociarse libremente con emociones positivas o negativas o si, por el contrario, queda fijado con respecto a una emoción concreta", explica Roger Redondo, que junto a Joshua Kim es coautor de este estudio. "También queríamos saber en qué punto del circuito se asigna el valor emocional, si en el hipocampo o en la amígdala".
Para averiguarlo, los ratones fueron colocados en una cámara que no conocían y a algunos se les dio una pequeña descarga en una pata, mientras que a otros se les permitió relacionarse con dos hembras de ratón, para formar una memoria dolorosa o gratificante, respectivamente.
Los investigadores marcaron genéticamente las neuronas activas durante la formación de esas memoria (engrama). Esas mismas neuronas se activaron después mediante luz azul y pudieron juzgar por el comportamiento del ratón si el recuerdo era de miedo o gratificante, viendo si los ratones evitaban o buscaban el lugar de la cámara que emitía la luz que activaba su memoria.
Para detectar en qué parte del cerebro se almacenan el recuerdo de un evento y su valencia emocional, trataron de cambiar el sentimiento asociado a los recuerdos de negativo a positivo y viceversa. Los ratones fueron sometidos a una nueva experiencia de valencia opuesta a la inicial, mientras los investigadores al mismo tiempo activan la memoria original en el hipocampo o la amígdala.
Como resultado, el circuito de memoria almacenado en el hipocampo cambiaba su valencia (emoción positiva o negativa). Así los ratones que originalmente recibieron calambres en la pata ya no mostraron miedo al rememorar esa experiencia. Por el contrario, los roedores que inicialmente tuvieron una experiencia agradable con el sexo opuesto ahora sentía miedo. Y todo esto sin que los circuitos que almacenaban la cualidad de la emoción en la amígdala se alterasen.
Todo estos experimentos con los sufridos roedores les ha servido para llegar a la conclusión de que los archivos guardados en el hipocampo referentes a la información del lugar donde ha ocurrido un suceso son tan plásticos que pueden asociarse después con otra emoción opuesta a la inicial, fruto de una nueva experiencia. Es por eso que cuando acude al psicólogo para que le curen una fobia puede superar con éxito esa experiencia rememorándola mientras está relajado.
"Este estudio revela una flexibilidad inesperada en los circuitos del cerebro durante la formación de la memoria para eventos emocionales. Los hallazgos podrían ayudar a explicar el éxito de la terapia conductual para personas con fobias o trastorno de estrés postraumático, y sugiere la posibilidad de desarrollar nuevos tratamientos para estos y otros trastornos emocionales, como la depresión, a través de la manipulación de las células de memoria del hipocampo", señalan los investigadores.
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