Las investigaciones en el área de arquitectura y urbanismo hacen foco en el movimiento de la ciudad hacia los bordes. La convivencia entre barrios cerrados y asentamientos precarios y el rol del estado.
Prensa UNL |
Barrios cerrados, viviendas sociales, asentamientos precarios, espacios verdes, reservas… la periferia de las ciudades ya no es el descampado vacío y despoblado que solía ser antes del boom de la construcción en los ‘90. Hoy es un ámbito por el que compiten los dos extremos de la pirámide social y que demanda la atención del estado.
Esta nueva realidad está siendo abordada por arquitectos y urbanistas, para comprender el complejo proceso de conformación de los bordes. “El problema de los límites de la ciudades o hasta donde deben crecer, es un tema global que preocupa a todas las ciudades del mundo y debe ser tratado en las universidades”, indicó Inés Moisset, investigadora de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y de la Red Hipótesis del Paisaje – Córdoba, durante su participación en el seminario workshop internacional “D(e)iluciones Urbanas. Mutaciones e hibridaciones en el territorio”, que se desarrolló en la Facultad de Diseño y Urbanismo (FADU-UNL).
“Es interesante cuando podemos trabajar en estas instancias de red para discutir las diferentes formas en que se dan esos límites, las diferentes formas de gestión que hacen posible operar en esos espacios”, agregó.
Formación de los bordes
El tema de los límites urbanos se relaciona con el crecimiento sostenido que han tenido las ciudades en los últimos años. Según datos de ONU-Hábitat, en 1950 una tercera parte de la población mundial vivía en ciudades mientras que en 2000, esta cifra había subido al 50%. Se espera que el porcentaje de habitantes en las ciudades siga creciendo, para llegar a 6.000 millones en 2050.
A diferencia de lo que ocurre en las capitales europeas, donde la expansión es muy lenta, en nuestra región las ciudades son un espacio dinámico y en constante movimiento. “La ciudad europea no tiene un crecimiento muy grande, ahora han recibido inmigración y han vuelto a crecer pero estaban estancadas, con una población que no crecía. En América Latina las ciudades tienen todo por hacer y esos son los desafíos, los conflictos que tenemos que resolver y empezar a participar”, remarca Moisset.
La investigadora indicó que las ciudades de América Latina comparten en su mayoría la cuadrícula española, un trazado urbano ordenado que tenía su centro en una plaza mayor (o de armas) y en torno a ella se situaban los principales edificios públicos y religiosos y las calles.
Este centro histórico o fundacional sirvió como punto de referencia para medir el crecimiento de las ciudades, que se daba en forma de círculos concéntricos alrededor de este núcleo. En los últimos años, el crecimiento se dio en otros espacios, en la periferia, donde se produjeron dos formas de ocupación territorial: los barrios cerrados y los asentamientos precarios.
La doble realidad en los bordes
Cecilia Marengo, investigadora del Instituto de Investigación de Vivienda y Hábitat de la UNC, analizó cómo se produjo la expansión hacia la periferia en Córdoba, que fue similar a lo que pasó en otras ciudades. “Entre el 1991 y 2001 aparece un fuerte proceso de crecimiento por expansión, que se llama sprawl o dispersión, en un contexto donde se flexibilizan algunas regulaciones y se promueven iniciativas por parte del mercado. Comienzan a surgir emprendimientos a gran escala, que toman terrenos rurales y dan lugar a grandes desarrollos inmobiliarios como los barrios cerrados. Son parcelas con lotes de grandes dimensiones que se valorizan mucho, con uso exclusivo de los espacios públicos. Esto dispara el proceso de crecimiento hacia los bordes”.
Marengo destacó que la salida hacia la periferia urbana también estuvo relacionada con la búsqueda de seguridad y las mejoras en los accesos metropolitanos.
La otra forma de ocupación se produjo con la construcción de viviendas sociales. En el caso de Córdoba, se trató de un programa de relocalización de asentamientos precarios que estaban zonas inundables. Con estas viviendas, la ciudad quedó dividida: en el noroeste con inversiones dirigidas a sectores con alto poder adquisitivo y en el sur y sureste, los sectores más vulnerables.
Esta segregación residencial afectó la mixtura social que había caracterizado el tejido. “En Córdoba se produce un proceso de fuerte fractura del espacio, comienzan a aparecer los bordes, las entradas vigiladas, se pierde la continuidad de la cuadrícula como malla que homogeneizaba el tejido y aparecen otras intervenciones que son grandes parcelas donde la continuidad entre un sector y otro está interrumpida. Hay una fractura física y espacial asociada a ese proceso”.
Los investigadores consultados concuerdan en que frente a esta situación de crecimiento y movilidad hacia los bordes, es fundamental que el estado intervenga para planificar el crecimiento y genere legislación que resguarde el uso de la tierra. En este sentido, Moisset destacó la importancia de trabajar en redes, como durante el seminario de la FADU, y también de promover una arquitectura responsable desde los ámbitos universitarios.
“La arquitectura responsable significa no sólo enseñar contenidos en la universidad sino a tener una responsabilidad, actuar en consecuencia y hacer llegar estos contenidos a los lugares donde se toman las decisiones”, finalizó.
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