Tenía 17 años, una novia y estudiaba refrigeración. Pero según sus padres tenía "mala junta". Lo mató un policía al que le robó.
La Capital |
La familia Miño vive en Granadero Baigorria, en una zona alejada del centro de la ciudad. Trabajan y son humildes. Hasta el lunes eran cinco. La pareja que integran Miguel y Blanca; y sus hijos: Jorgelina, Ariel y el menor, Carlos, que tenía 17 años, una novia y "mala junta". Sus últimos momentos fueron descriptos por la prensa con textos como éste: "Un policía mató a un adolescente e hirió de un balazo a otro a quienes acusó de haberle robado poco antes la billetera y un teléfono celular durante un asalto en Granadero Baigorria". La historia que no se contó en esos primeros instantes es que al recibir el balazo que le partió la cabeza, Carlos estaba desarmado. Blanca, su madre, admite que "cometió un gran error y debía pagarlo, pero no así, con la muerte".
Carlos Miño era un chico común hasta los 15 años. Era además un excelente jugador de fútbol. Lo único distinto era que a esa edad ya convivía en su casa paterna con su novia. "Le dijimos que era muy pibe para vivir con una chica, pero él estaba enamorado y preferimos que se quedaran acá y no que anduvieran en el barrio de la nena, en La Cerámica", por el asentamiento que se erige en la zona norte de Rosario, contó Miguel con lágrimas de hombre.
El chico terminó esa relación a los 16 años. Blanca, la madre, lamentó por ese fin. "Cuando se peleó con esa piba empezó a juntarse con unos muchachos de acá a cinco cuadras. A muchos los había conocido en La Cerámica también. Entonces el empezó a drogarse, a fumar porros. Pero era un nene".
Así lo recuerdan en su casa y en su barrio: "Era alegre, Cuando no estaba mi marido, que trabaja como empleado de seguridad en una fábrica, él se quedaba a dormir conmigo. Al levantarme para ir a trabajar me gritaba «Má, ¿querés que te haga unos mates?». Era un nene grande. Nunca trajo a casa armas ni cosas así, lo mataba el padre si le encontraba algo", contó Blanca mientras unos vecinos del barrio asentían cada palabra de esta mujer sufrida.
Malos pasos. Sin embargo, Carlitos había errado en su paso y su padre lo admite con una mirada fría. "Estuvo una semana en el Instituto Rehabilitacion de Adolescentes Rosario (Irar) por que dijeron que habían robado un remís. Pero el juez de Menores no encontró testigos de que hubiera sido él, así que salió. Se asustó mucho esa semana ahí y nos contó cosas terribles. Así que este año, para cambiar las cosas, se puso a estudiar refrigeración", relató el hombre. Mientras Miguel cuenta sobre los estudios de su hijo, su esposa va a la habitación de Carlitos y trae un cuaderno oficio cuadriculado. Con una letra impecable el chico registró cada clase y dibujó elementos técnicos. Una página intachable.
"Mi hijo nuca usó un arma, era la porquería esa, la droga y las malas juntas. Los pibes de ahora son así, pero Carlitos no estaba todo el día en la calle. Trabajaba en changas de albañil y cuando convivía con la novia todas las semanas se hacía un pedidito en el súper, no quería vivir de prestado. Tenía 16 años años y ya era un hombrecito", recordó su padre.
Fútbol y control.Carlitos Miño fue un nombre reiterado en el club Botafogo, de Granadero Baigorria. Empezó a jugar de chico, a los 8 años, y ganó muchos campeonatos con su club y con Banco Nación. Cuando colgó los botines por que había que trabajar, lo fueron a buscar a su casa dirigentes de los dos clubes. Ese recuerdo es imborrable para sus padres, que guardan una decena de trofeos logrados por el pibe en las canchas.
A Miño lo seguiá de cerca Silvia, una trabajadora social que le asignó el Irar una vez que volvió a su casa. Sus padres lo acompañaban a las entrevistas, pero dicen no recordar el apellido de la profesional. "Carlitos la escuchaba. Ella le dijo que tenía que salir de ese grupo, trabajar, estudiar y por eso se puso con lo de la refrigeración", contó su hermana Jorgelina, que no cesó de lagrimear durante toda la entrevista. Más de una vez abrazada a su hermano Ariel y a fotos de Carlitos.
"Tenía un carácter muy bueno, era amigo. Estaba chocho con mi hija, que tiene seis meses. La buscaba y jugaba mucho con la bebé, pero si le decían que fuera a algún lado a acompañar a alguien él iba. Quería estudiar para cocinero, pero eso es muy caro", deslizó Jorgelina.
El chico había terminado la primaria y se crió en ese barrio del sur de Granadero Baigorria. A pocas cuadras de dónde comenzó a encontarse con chicos que, por lo que dicen los vecinos, "son todos fumeros de La Cerámica". Así, Carlitos se creyó tal vez más independiente, más hombre, más grande. "Fijate con quien te juntás", le decía su madre. Y empezó a fumar porros y a drogarse. "Fue de un mes a otro, fue increíble como cambio", aseguró.
El último día. El lunes 14 de julio Carlos Miño estuvo en su casa con Reina, su nueva novia, de 15 años. La chica quiso irse y él la acompañó hasta la casa. Al volver se encontró con Jonathan S., un joven de 19 que estaba cumpliendo prisión domiciliaria por un robo. "Jonathan le dijo si lo podía acompañar a hacer algo porque él había ido a buscar a otro chico y ese no podía. Entonces Carlitos me dijo que lo esperara, que ya iba y se subió a la moto", dijo Reina sin poder parar las lágrimas.
Con la moto llegaron a Alvear 150 y, según sostuvo el agente de policía Carlos I. en los tribunales (ver aparte), Carlitos se bajó con un arma, le apuntó y le dio un culatazo para sacarle el celular y la billetera. El policía, obnubilado, esperó que se fueran, sacó un arma y les disparó. Carlitos recibió un tiro en el cráneo que lo mató, Jonathan fue herido.
La madre de Carlitos tiene la fuerza de una tormenta y acepta los golpes. "El que roba debe pagar por lo que hace, es un hijo de puta, pero el que mata es más. ¿Por que me lo mató así? Me lo podría haber dejado inválido, pero no matarlo". El arma que teóricamente usó Carlitos nunca apareció y en ningún momento se comprobó un tiroteo previo.
Un amigo preso por el robo
"Yo andaba con Carlos Miño. Lo acompañé hasta la esquina. Yo no sabía que iba a hacer eso, me dijo si lo podía llevar a un drugstore. Se subió a la moto corriendo y empecé a escuchar disparos. Nos vamos y al ratito se cayó de la moto, me pegaron a mí y después fui al hospital", declaró Jonatan I., el joven de 18 años herido en el incidente en una audiencia en la que le imputaron el robo y le dieron prisión domiciliaria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario