Desde Barcelona, el hermano del militante entrerriano Eduardo Mencho Germano contó las sensaciones que le provocó la noticia. Destacó al Equipo Argentino de Antropología Forense y pidió que "no se permita" la impunidad.
Rosario 12 |
Ritos, cultos, simbologías y distintos emblemas culturales giran alrededor de la muerte y de la necesidad milenaria del duelo como una reacción frente a la pérdida. Los mercaderes del terror inventaron, pues, un modo de hacerle trampas a la muerte, una especie de inmortalización del dolor ajeno, llamada desaparición forzada. Esa macabra creación, sostenida a través de un macabro y tácito pacto de silencio, solo pudo ser quebrada, a veces, por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF).
Podría decirse que su oficio es el de rescatadores de historias. Devolver la identidad a cuerpos que habitaron vidas que fueron silenciadas y desaparecidas. Cuerpos convertidos en huesos. La dictadura argentina secuestró, torturó, asesinó y desapareció a miles de personas. Algunas fueron enterradas sin nombres en tumbas clandestinas. De lo que se trata, entonces, es de buscar la verdad debajo de la tierra.
Eduardo Germano, el Mencho, era un tipo diferente. "Pidamos el medio boleto estudiantil, pero también propongamos que baje el precio de las tortas negras", clamó alguna vez, ante sus compañeros de la Agrupación de Estudiantes Secundarios (AES), cuando era presidente del centro de estudiantes del Colegio La Salle, en Paraná.
Tenía 18 años cuando lo hicieron desaparecer. Fue asesinado por una patota al mando del propio Agustín Feced, en el barrio de Fisherton, el 17 de diciembre de 1976. Había pasado los últimos meses escapando, sin contactos, sin dinero y sin un lugar donde vivir. Ese día Feced avisó a los vecinos que no salieran de sus casas porque los Montoneros estaban preparando un atentado contra la torre de energía que había en el lugar. A las pocas horas comenzaron a escucharse tiros y luego un fortísimo estallido: los cuerpos del Mencho y una compañera, María Cristina Cayetana Pagnanelli, Pelusa, fueron introducidos dentro de un barril metálico y explotados. Su inhumación consta en los registros policiales y del cementerio La Piedad con fecha del 5 de enero de 1977. Hace unos días, Eduardo Germano dejó de ser un desaparecido. Sus restos fueron identificados por el EAAF.
Desde Barcelona, donde reside, el fotógrafo Gustavo Germano, hermano del Mencho, dialogó con Rosario/12 sobre las sensaciones que le dejó la noticia, con la certeza de que la lucha por verdad y justicia es el camino, pero también con el dolor de que sus padres, Felipe y Carmen, y su hermano Guillermo "no podrán ver el acto de entrega".
-¿Cómo recibió la familia la noticia sobre la identificación de los restos de Eduardo?
-Estas noticias no vienen con un manual para resolver como gestionarlas. Si bien teníamos muchas pistas sobre el lugar donde podría estar enterrado Eduardo, su identificación no es una cosa que sucede de un día para el otro, sino que ha sido un proceso muy largo. Por ahí lo que más jode es que la noticia llegue en un momento en que ni Carmen, ni Felipe, ni Guillermo lo puedan ver. Pero hay que mirar para adelante. Lo más valioso de todo esto es que muestra que el esfuerzo, la tenacidad y la constancia en la búsqueda de verdad y justicia dan sus frutos. Esto es también un legado que ellos dejan, marcando un camino que tiene que ver con no desfallecer, continuar las luchas, ser constantes, insistentes y no dejarse abatir. Y debe ser un legado para la sociedad argentina, por haber permitido que el terrorismo de Estado, con su plan sistemático de represión y desaparición forzada de personas, haya avanzado como lo hizo; y no se permita que quede impune.
-¿Qué indicios tenían de que Eduardo podía haber sido inhumado en una fosa común en el cementerio La Piedad?
-En los primeros días de enero de 1977 llegó a casa una carta que fue la punta que nos posibilitó llegar hasta hoy. Nosotros nos estábamos mudando y un día volvimos con Felipe a revisar la casa, a ver si había alguna noticia, y nos encontramos con esta carta que habían tirado por debajo de la puerta. Es una carta anónima que nos envió seguramente un compañero de Eduardo, que no sabemos quién es, que decía el día en que había sido secuestrado y, posiblemente, cuándo lo habían matado. Y a partir de entonces fue la incertidumbre absoluta. Pero ese fue el primer dato y constituyó una pista muy importante a partir de la cual Guillermo investigó en Rosario, hasta dar con un artículo que había publicado el gobierno militar en un diario y así se fue hilvanando la cosa. Pero fue un proceso muy largo en el que hubo que atravesar también veinte años de impunidad.
En 1982, con 18 años, Guillermo, el tercero de cuatro hermanos, viajó a Rosario para investigar lo que había pasado con Eduardo. Encontró un comunicado oficial publicado el 28 de diciembre en el diario La Capital, donde se consignaba sobre un "atentado frustrado", hablaba de "una pareja que portaba un bulto de regulares dimensiones y en actitud sospechosa" y que ante la presencia policial "intentaron fugarse cubriéndose con disparos de fuego siendo abatidos y produciéndose la detonación de una carga explosiva que transportaban". Una vez más, la farsa del enfrentamiento.
Lo cierto es que este suelto en el diario fue la punta del ovillo para la familia Germano. "La información concreta del solar donde fue enterrado es un informe elaborado por un equipo de investigación liderado por Marcela Valdata, del Museo de la Memoria de Rosario, que hizo un entrecruzamiento de datos de muertes violentas, enterramientos clandestinos y denuncias de desapariciones forzadas de personas. Eso, sumado a los datos que aportó Guillermo y el anónimo que recibimos en casa, sirvió para rearmar el rompecabezas. Así se pudo determinar que un cabo de la policía santafesina trasladó los restos desde un destacamento muy cercano a Fisherton, previo paso por el hospital central, y que los ingresó en La Piedad el día 5 de enero de 1977. De ahí sale el dato exacto de donde fueron enterrados sus restos", detalló Gustavo. "La investigación en este sentido es muy interesante porque sirve para demostrar que lo que se conoce como archivos del terror muchas veces son asentamientos burocráticos que han quedado fuera de la atención de los represores. Pero también demuestra cómo funcionaba fue el aparato represivo, porque a pesar de que esos datos estaban asentados, cuando mis padres en esos días hicieron los reclamos, nadie del aparato burocrático les dijo nada, ni en el cementerio, ni en la morgue, ni los hospitales", acotó el fotógrafo autor de la muestra Ausencias.
-¿Es posible que esta novedad permita establecer quiénes pudieron haber sido los perpetradores del secuestro y homicidio de Eduardo?
-El caso de Eduardo está incorporado a la denominada "Causa Feced", que se ha ido elevando a juicio por tramos. El problema es que Eduardo y Pelusa estaban muy desconectados. Ellos llegaron al Servicio de Informaciones sin haber tenido contacto prácticamente con otros compañeros de militancia, entonces no hay muchos testimonios sobre su paso por El Pozo y eso hace más difícil determinar quiénes fueron los responsables directos del homicidio.
-¿Tienen previsto hacer algún tipo de homenaje?
-Ahora hay una serie de trámites judiciales pendientes y después será enterrado en Paraná. Nosotros pensábamos hacerlo en un momento en que podamos estar todos, pero primero queremos darnos un tiempo para procesar un poco todo esto. Y nos parecía que la fecha del 17 de diciembre era simbólica para solicitar que los restos sean entregados. Ese mismo día serán trasladados a Paraná y el 18 serán enterrados junto a Felipe, Carmen y Guillermo.
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