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domingo, 14 de abril de 2013

SANTA FE: “Hace más de 20 años que vivo acá, perdiendo todo en cada lluvia”

Selva Guadalupe Parpal tiene parte de su cuerpo inmovilizado. Fue rotunda su negativa a abandonar su hogar, aún con el agua a la altura de la rodilla y la recomendación de sus vecinos. Resignación y angustia.

Foto: Manuel Testi / UNO Santa Fe.FOTO: MANUEL TESTI / UNO SANTA FE.
En la cabeza de Selva no cabe la posibilidad de dejar su casa, aún cuando el agua le llega a las rodillas. Parte de su cuerpo se encuentra paralizada, se moviliza apoyada en el respaldar de las sillas de madera. No quiere una con ruedas, porque asegura que no la podría manejar.

“Hace más de 20 años que vivo acá”, cuenta a Diario UNO. “¿Qué cuántas veces me inundé? (se ríe) Todas las que llueve. Si vos supieras las veces que me he inundado, desde el primer año que nos mudamos acá”, agrega. Vive en barrio Belgrano, unas pocas cuadras al norte de Don Bosco.

Se queja cuando recuerda que antes de casarse “vivía por Pasaje Venialbo, cerquita del Puente Negro, donde nunca se inundaba”. E insiste: “Acá cualquier lluvia te llena la pieza de agua. Todo mojado”.

—¿Y cómo estuvo durante todo el día (el jueves) con el agua adentro?
—Y me quedé. Llegó un momento que ya no sabía ni qué hora era. Vino mi hijo dos veces y la segunda vez pensé que venía para hacerme los mandados y me dijo: “Si son las 10 de la noche...”. Ni me había dado cuenta del tiempo, con lo del agua adentro. Lo que pasa es que no dormí en toda la madrugada, por la lluvia. Desde las 4.30 de la mañana no dormí más, porque tenía miedo que el agua me tapara el colchón.

—¿Cómo se las arregla sola, con la casa inundada?
—Con la silla, ya estoy acostumbrada, fueron tantas veces... Si sube el agua no importa, total puedo moverme igual. Yo tengo parálisis desde los dos años. Lo que pasa es que no quiero silla de ruedas porque no la puedo manejar con un solo brazo y me puedo caer. Mi marido murió hace poco más de un año y estoy sola. Dios me da todo lo que me falta, no necesito nada. Hasta tengo buena memoria y ganas de trabajar.

—¿Qué cambió en estos 20 años en cuanto a la zona y el agua?
—Nada. El agua siempre baja más o menos igual. Esta vez me quería morir con lo rápido que subía el agua. Cuando se largó a llover con fuerza enseguida empezó a entrar el agua. Igual la peor inundación fue la de 2003 y en 2007 también nos tuvimos que ir de la casa, porque nos íbamos a morir ahogados si nos quedábamos.

—¿Usted nunca deja la casa cuando se inunda (más allá de 2003 y 2007)?
—No, nunca. El jueves me querían llevar al Campo Universitario (la Esquina Encendida), pero no quise irme. Yo además no me puedo mover bien y no quiero estar en otro lado. Menos mal que no me fui, porque después dejó de llover y ya me tranquilicé un poco. Total, si pasa algo lo llamo a mi hijo.

—¿Qué es lo primero que busca preservar cuando entra el agua en la casa?
—Yo soy pobre, no tengo muchas cosas. Trato de cuidar el colchón. La cama con esta vez ya se ha podrido, voy a necesitar una nueva. En 2007 tuve que tirar todo, hasta la ropa tenía podrida. Me quedaron tan poquitas fotos viejas.

“Cuando yo vine al barrio ni luz en las calles había todavía, era una boca de lobo. Para atrás (y señala el norte) no había casas (se refiere a Pompeya y Nueva Pompeya)”, agrega.

Antes de despedirse, Selva se toma el tiempo para sonreír y hacer bromas. “¿De qué equipo son ustedes”, pregunta, antes de agregar: “Yo soy de Colón y me acuerdo cuando los tatengues nos decían «miren que no les vamos a dar más colchones, inundados». Y bueno–dice– en realidad, todos nos inundamos”. Y en esto último se equivoca, porque no todos se inundan. Se inundan siempre los mismos, los que viven en el norte y oeste de la periferia urbana, casi caídos del plano de la ciudad.

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