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sábado, 20 de abril de 2013

ROSARIO: Por corromper a sus hijos, procesaron a una mujer y también a su concubino


Hacían partícipes a los niños, de 4 y 8 años, de sus relaciones sexuales. Los manoseaban y hasta los obligaban a consumir drogas. Los testimonios son desgarradores. La Justicia no dudó de los relatos de los menores.
La Capital | 

Por corromper a sus hijos, procesaron a una mujer y también a su concubino
El derrotero de la viuda de un hombre asesinado durante un resonante robo no fue el mejor. Tras ese episodio, su vida cayó en un pozo y ahora fue acusada de corrupción de sus dos hijos, de 4 y 8 años, junto a un hombre que eligió como pareja. A este último lo procesaron además por "abuso sexual agravado". La mujer quedó envuelta en un contexto de violencia y adicción a drogas del que los niños fueron testigos y obligados a participar.
Justina F., de 41 años, es el nombre de una mujer que ahora quedó imputada y detenida de corromper a sus dos pequeños hijos, una nena de 8 años y un nene de 4, junto a su pareja, quien además abusó sexualmente (sin acceso carnal) de los niños.
Ella ya había llamado la atención de la opinión pública hace poco más de dos años cuando en una nota publicada por LaCapital en febrero de 2011 exigió el esclarecimiento de un hecho en el laboratorio Apolo (Alem al 2800) donde en medio de un robo mataron a su marido, Carlos Cotugna, empleado de la firma.
Después, la mujer perdió el rumbo. En marzo de 2012 conoció a Carlos G., apodado El Centralista, con quien decidió convivir junto a sus hijos en una vivienda de Pavón y Lamadrid. El hombre, de 51 años, cargaba con fama de barrabrava de Rosario Central, antecedentes por consumo de drogas y portación de armas, según pintan los testimonios colectados en la causa.
Lo concreto es que los menores pasaron sus días bajo un techo donde imperaba la promiscuidad, el alcoholismo y la adicción a las drogas. En julio de 2012 una hermana mayor de los chiquitos advirtió la situación y decidió denunciarla. Así se inició una investigación judicial impulsada por el juez de Instrucción Nº 7, Juan Andrés Donnola.
No obstante, la denunciante también amplió que su mamá "había sido secuestrada y no podía salir de la casa porque vio cosas que no podía contar, y estaba amenazada de muerte por El Centralista".
Los testimonios y las pruebas colectados en el expediente y la declaración en Cámara Gesell de las pequeñas víctimas desnudó una trama aberrante. Así, Carlos G. fue detenido el 16 de agosto pasado acusado de "abuso sexual y corrupción de menores".
Pero el relato de los niños fue aún más escalofriante y puso en evidencia a su propia madre. "Mi mamá nos abandonó por un hombre que todo el día tomaba droga, chupaba vino, cerveza", relató la niña. Cuando le preguntaron si la habían hecho probar estupefacientes reconoció que "sí" y que "hace doler la cabeza, te mareás". También dijo que a su hermanito también le habían dado.
Según la nena, todo ocurría en la casa y bajo una posición pasiva de la madre. El abusador le bajaba los pantalones a los niños en el baño. "Lo hacía tocar lo de adelante, y a mí me amenazó con un arma. Iba a robar en moto y lo llevaba a mi hermano. Mamá también iba. Le hacía cosas, chanchadas a mi hermano y a mí. Le bajaba los pantalones y le hacia tocar lo del medio", sostuvo la nena.
"Algunas veces me mandaba a la esquina a pedir droga, un polvito blanco que tomaba por la nariz. Nos ataba a la silla para que no veamos donde tenía las cosas robadas. A mi hermano le hacía tocar el pito y algunas veces me tocaba lo de adelante que las mujeres tenemos, me daba besos en la boca y a mi hermano también", contó.
Como si fuera poco el tormento, agregó que además era víctima de permanentes malos tratos. "Nos pegaba con un cinto o con un palo grueso en la espalda. Cuando llegaba la noche nos apagaba la luz y la tele y nosotros nos quedábamos llorando mientras mi mamá hacía cochinadas con él y andaban desnudos, sin corpiños, sin bombacha, sin nada".
Los informes de los peritos psicológicos determinaron que el relato de las víctimas fue convincente, alejados de toda fabulación y sin tendencia mitómana. Junto a la carga probatoria basada además en la declaración de los abuelos paternos (ahora a cargo de los niños), y de allegados, Donnola decidió mandar a juicio a la pareja.
A la madre de los chiquitos la procesó por corrupción de menores agravada por el vínculo, mientras que a su concubino, además de ese delito, le endilgó el abuso sexual (sin penetración) en concurso real —reiterado— y en calidad de autor agravado por la convivencia. Y ordenó la prisión preventiva de ambos de acuerdo al pedido de la fiscalía.

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