Su historia se forja todos los días con ayuda mutua, la misma que alza voces, reclama y logra avances para el barrio.
En Santa Rosa de Lima conviven unas 30 mil personas, sus sueños y miedos, la lucha y ayuda mutua con que los vecinos construyeron el barrio. Su historia está íntimamente ligada al Río Salado, que fue fuente de recursos para los primeros pobladores y hace una década se apoderó de sus calles y dejó un estigma. Una desolación que se revive cada vez que llueve y el agua entra en muchas casas, anega las calles y vuelve los días más difíciles.
Sus calles palpitan en barro el agua que las superó, que colmó sus casas y techos hace diez años; que sacó lo mejor y peor de cada uno. En la pared -“la del milagro”- de Aguado al 2500, brotó la imagen de Cristo. Fue en 2008. Hay quienes dicen que vino a coronar las manos que se unieron en 2003, la solidaridad que sacó a flote el río y se quedó para siempre. Muestra de esta fuerza, de esta unión, es la Red Barrial formada por diferentes instituciones: la Radio FM Popular y el Centro de Educación Popular que funciona en ella, el CAF Nº23; el Centro de Atención Inmediata; la fábrica de Premoldeados de Hormigón MTL cooperativa; las vecinales 12 de octubre y Estrada; el centro comunitario Corazón de María; la Parroquia Santa Rosa de Lima y la Casita de los Chicos que depende de ella; y las cuatro escuelas del barrio.
Esta semana, Santa Rosa vivió uno de sus hitos: 1.100 familias tienen, desde ayer a la tarde, cloacas en sus domicilios. Después de tres años en obra, se instalaron 110 cuadras de cañerías que buscan traer alivio y mejorar la calidad de vida de una parte del barrio.
Comienzos
Los comienzos de Santa Rosa de Lima se remontan a 1920, cuando unas pocas familias llegaron al paraje que solía ser un volcadero de residuos.
En 1935, con la construcción del Terraplén Irigoyen, la empresa a su cargo extrajo tierra de lo que llamaban “4 de Junio”, hoy Santa Rosa. El cambio en el paisaje lo volvió atractivo, atrajo vecinos que construyeron sus casas y poblaron sus calles. La mayoría se dedicaba a la recolección, selección y venta de materiales reciclables; y a la carga y descarga de camiones en el Mercado de Abasto.
El crecimiento del barrio fue constante, y diez años después llegaron las instituciones: la escuela, el destacamento policial y, en el acceso al barrio, el hogar para menores Manuel Belgrano donde se alojaban los niños de familias con menores recursos. El espíritu solidario se impregnó en sus muros: en Mendoza 4261, actualmente funciona el Centro de Atención Inmediata, donde se contiene a los vecinos desde la salud, de diferentes modos.
El progreso y el barrio
Hace 60 años que Miguel Ángel Cherubini ve salir el sol en Santa Rosa de Lima. Sus padres se instalaron allí cuando tenía 9 años. Miguel recuerda con cariño la arboleda de calle La Rioja, por la frescura que generaba en verano la sombra en las calles de tierra. Con la sabiduría que dan los años, reconoce las comodidades del progreso pero añora la tranquilidad que alguna vez tuvo el barrio. A su lado, Rubén Cabrera coincide: “por el progreso nos quedamos sin la sombra de los pinos, le sacaron el reservorio natural que tenía el agua en el oeste, donde hoy está la usina. Hoy, cuando llueve ese agua entra al barrio, se mete adentro de las casas, entre 10 y 15 cm. seguro, cuando no llueve más de 100 mm. Si no, es peor. Nos seguimos inundando”.
Cherubini agrega que en su niñez “no había agua corriente ni luz eléctrica, sólo algunos focos en una que otra esquina. Con el tiempo fue mejorando: asfaltaron, llegó el colectivo, pusieron luz y agua potable. Lo único, hay mucho lío. Antes no pasaban las cosas de ahora, que tenemos luz y todo. La gente acá tiene mucho cuidado. Ahora, cuando salgo a hacer un mandado cierro con llave, quévaser”. En la vereda, mate en mano y al abrigo del sol, aclara que “la seguridad es buena. El problema es lo otro: la droga, y esos que andan a los tiros”.
Silvia Caballero, vecina nacida en el barrio
“Nací acá, era un barrio tranquilo. No me fui porque estoy acostumbrada, pero me iría si pudiera. Por seguridad, porque tengo hijos adolescentes y hay mucha droga en la calle, antes no se veía. Hay chicos de la edad de mis hijos que andan en otra, que los miran mal y ya tienen problemas. Cuando yo era joven podía andar a cualquier hora. Ahora no: son las ocho o las nueve y tenés que estar adentro”.
Darío Miño, se mudó al barrio hace tres años.
“Hace diez años que conozco el barrio y tres que vivo acá. Falta mejorado en las calles, sobre todo allá al fondo donde rompieron por el tema de las cloacas. Quedaron anegables, cuando llueve no se puede salir; no entra una ambulancia, ni la policía y con mucha frecuencia se corta la luz. Por lo demás, es un barrio lindo”.
En el éter
Emblema del barrio y de su fuerza solidaria, la Radio Comunitaria FM Popular se hace oír en el 98.7, desde su local en La Rioja 4640 hasta localidades cercanas como Franck y Coronda.
Apareció en el éter el 1º de Mayo de 1989 y con el firme objetivo de “defender el valor de la palabra de todos, especialmente la de los pobres”. La pertenencia es mutua: la radio está presente en las casas y los vecinos participan en su programación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario