La conexión con el tratamiento médico que se lleve adelante, se consigue a través de la motivación.
La adherencia a cualquier tratamiento se consigue a través de la motivación. Jamás a través del miedo. Esta verdad, tan obvia, sin embargo no es la situación más frecuente en la vida cotidiana. Algunos ejemplos tan reales como la pantalla que tiene delante asustan más que cualquier enfermedad.Hace poco vino a verme una joven, que por razones de confidencialidad vamos a llamar M.A. Tiene 37 años y está en su tercer trimestre de un embarazo largamente buscado. Una chica embarazada sólo puede consultarme por un motivo: diabetes gestacional. M.A. estaba desesperada porque el obstetra observó la diabetes en un análisis de rutina, con buen criterio la derivó a una especialista y la consulta fue una de las peores experiencias de su vida.
Le contó a la especialista que hacía 10 años que buscaba este embarazo, que su hija ya tenía nombre y que esperaba que no tuviera problemas por esta inesperada diabetes. Le contó que es vegetariana y se cuida mucho, por lo que no comprendía porqué le estaba pasando esto.
Antes de mirar cualquier estudio de la carpeta que tenía bajo el brazo le pedí que me ccontara todo, y eso hizo. La doctora le dijo que si no comía carne le iba a ir mal a ella y a su hija, y que por eso no la iba a atender. Como se puso a llorar, le dio un papel con una supuesta dieta y la echó del consultorio.
Ante el pedido de que no la dejara sola, le contestó que estudiara a dieta en la sala de espera para que pudiera seguir atendiendo a los otros pacientes y que cuando "estuviera lista" le avisara. Pude ver el papel de la dieta con huellas de las lágrimas.
Un largo rato después la hizo pasar nuevamente para entregarle una receta con insulina, y una orden para análisis. M.A. se fue sin entender lo que le había pasado.
Yo mismo tuve que tragar saliva para que se me aclarara la voz. Le dije rápidamente que podía seguir siendo tan vegetariana como quisiera antes, durante y después de su embarazo y recién entonces le pedí que me muestre los análisis. Estaba todo bien excepto una prueba de tolerancia ligeramente alterada. Suficiente para el diagnóstico de diabetes gestacional, pero insuficiente para el inicio inmediato de la insulina. Se me pasó fugazmente por la cabeza la idea de especular qué hubiera pasado si hubiera iniciado la insulina y hubiera tenido una hipoglucemia, pero eso es demasiado técnico.
En cambio sí dediqué algunos minutos a reflexionar en voz alta con M.A. si la doctora le había explicado cómo interpretar esos análisis. La respuesta me shockeó. Me dijo que la doctora estaba tan enojada por su vegeterianismo que pensaba que lo único que quería hacer era sacársela de encima o castigarla recetando la insulina.
¿Puede un médico enojarse con un paciente a causa de sus creencias? ¿Puede un médico realizar prescripciones con criterio punitivo? Si existe algo que pueda llamarse maltrato médico, éste fue un buen ejemplo.
Todo lo dicho era absolutamente cierto ya que pude ver los análisis, la dieta, la receta y las indicaciones. Es raro encontrar una situación tan evidente de desprecio por los sentimientos de un paciente y por eso la cuento, pero me sirvió para reflexionar sobre otras oportunidades más sutiles de atender basándose en el miedo que produce la autoridad o la superioridad transitoria que podemos tener por nuestro trabajo, profesión o posición en la sociedad. Algo que observamos en todas las ocupaciones y que forma parte del abuso de poder.
La historia tiene un final feliz. Una segunda prueba de tolerancia fue normal, algo que a veces pasa con cualquier análisis y que no es culpa de nadie. Sentí un gran alivio por M.A., una chica amorosa con un embarazo que probablemente no se hubiera beneficiado ni perjudicado por alguna inyección diaria, pero que hubiera transcurrido con angustia y preocupaciones innecesarias para una víctima del miedo.
CLARIN
No hay comentarios:
Publicar un comentario