La investigadora de la UNR sostiene que el "policonsumo" es uno de las prácticas más riesgosas de la drogadependencia y que expone principalmente a los sectores más vulnerables. La política de reducción de daños y el mercado negro de estupefacientes.
Rosario 12 |
La investigadora Silvia Inchaurraga, directora del Centro de Estudios Avanzados en Drogadependencias y SIDA (CEADS) de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), y presidenta de la Asociación de Reducción de Daños de Argentina (ARDA), señaló en una entrevista con Rosario/12 que una de las principales preocupaciones respecto a la problemática, sobretodo en los sectores más vulnerables, están relacionadas con las prácticas vinculadas al policonsumo, "mezclar cualquier cosa y de cualquier manera", exponiéndose a mucho más riesgos. Además de las recomendaciones específicas de reducción de daños focalizadas en cada droga, la especialista destacó que es muy importante estar alerta frente a los riesgos de la clandestinidad del consumo. "Uno de los principales daños de la prohibición es el mercado negro de todas las drogas", afirmó Inchaurraga, quien consideró que "uno de los logros en la filosofía de lo que plantea el gobierno de Uruguay es ocuparse del tema pasando a producir y comercializar, y el principal fundamento en relación a la marihuana es que el consumidor no entre en contacto con el dealer de cocaína y otras drogas, que es la realidad argentina". Inchaurraga confirmó que en marzo se realizará una Jornada de Debate y Audiencia Pública en el Concejo Municipal.
La investigadora de la UNR, referente de consulta a la hora de abordar la problemática, subrayó que hay que analizar la experiencia uruguaya, no solamente a partir de la coyuntura "si no de lo que hizo Uruguay hace 18 años cuando despenalizó la tenencia y dejó de castigar al usuario de droga para comenzar a invertir sus recursos en salud". Para Inchaurraga, el pensamiento argentino está atravesado por "una cosa maniquea, que hay drogas buenas, que son los medicamentos, y hay drogas malas, que son las ilegales, así cuesta mucho relativizar y problematizar el tema, cuando las drogas más tóxicas y que causan más muertes asociadas a su consumo son las legales. Sin embargo, a nadie se le ha ocurrido obligar a un adicto compulsivo al tabaco a internarlo o a iniciarle una causa penal y pueda estar expuesto a la posibilidad de ir a prisión. Falta mucho para cambiar la percepción social".
La especialista planteó que si bien hay algunos avances, "lo cierto es que uno va a un paso mucho más lento que al paso que avanza la problemática. A veces sucede que estando la información tampoco es acorde con las prácticas de cuidados, de prevención o con la reducción de daños. A veces no alcanza la información para modificar una actitud porque para eso también son importantes otras actividades que tienen que ver con la contención social, con poder alojar al usuario de drogas en un sistema, entendido en un sentido amplio; no es simplemente que vamos a conseguir una institución para que se interne o para que lo asistan clínicamente por su consumo, si no sobretodo darle un lugar distinto en el mundo y en la sociedad actual".
En los escenarios actuales, continuó la psicóloga, donde las cuestiones vinculadas a la exclusión, a la falta de inserción de las poblaciones más vulnerables en un proyecto social y de vida, llevan a algunas paradojas como "esta realidad donde un pibe puede terminar siendo un rehén del narcotráfico, no sólo porque esa sea una alternativa de una salida laboral y porque ganen 500 mangos al día que le permiten sostener su precaria economía de susbsistencia y su familia, si no porque también le da un lugar en el mundo. Y ese chico, siendo un soldadito de un bunker, encuentre una nominación, un rol social, se vuelve importante".
Según la titular de ARDA, estas cuestiones sociales complejizan mucho la problemática del consumo, sobretodo en los barrios, en los sectores vulnerables. "Pero además, en todos los sectores hay una constante que tiene que ver con la tendencia a la experimentación, y justamente ahí las combinatorias de sustancias vienen a tener un rol cada vez más protagónico", explicó la especialista. "Uno ahí ve que no sólo está la realidad de que un joven en un fenómeno muy tradicional como son las fiestas electrónicas y en los recitales, donde las personas tienden a consumir lo que sea, lo que consiguieron, que si no es lo que le vendieron igual suelen decir que de alguna manera les va a pegar y lo van a consumir igual. También en otros sectores, no en la situación de un niño que por error puede consumir algo como puede ser la purpurina, consumen otras sustancias que pasan a ser de experimentación", agregó.
En este sentido, la directora del CEADS señaló que es un fenómeno que tradicionalmente han observado en las cárceles durante los programas de reducción de daños, "donde dada la dificultad para acceder a las drogas de elección, se drogan con lo que venga, el contenido de un desodorante, de una fruta macerada, el alcohol puro que consiguieron de la farmacia. Cualquier sustancia se convierte potencialmente en una droga ya que de alguna manera esperan que produzca un efecto psicoactivo". Inchaurrraga consideró que este fenómeno "se extiende un poco hoy en nuestra sociedad, donde todo lo que sea accesible y se pueda conseguir, con el poxi, los inhalantes, los solventes, pero sobretodo con las mezclas de psicofármacos o de medicamentos en general".
"Ahí es donde se ve que el problema en sí no es la droga, si no que en realidad son las conductas de las personas, y en esos casos esta avidez por encontrar una sustancia apuntó Inchaurraga. Freud decía que las drogas son quitapenas, tienen una función de venir a aliviar el sufrimiento subjetivo, venir a hacer a la persona insensible a su miseria, a su infelicidad. Esto se visualiza con las cuestiones cotidianas de la insatisfacción, por algo uno ve que también muchas de estas prácticas vienen a hacer más soportables las existencias en condiciones de encierro, como son las cárceles, y en las condiciones de mayor vulnerabilidad social".
Para la investigadora, "cuando un pibe de 12 años nos dice que está aspirando poxi porque le saca el hambre y el frío, estamos viendo que no solamente es una problemática subjetiva, es una problemática social más compleja que hay atrás del consumo de drogas en estos escenarios de pobreza, tanto del soldadito como el que aspira poxi en una esquina. Esto nos interpela de una forma mucho más urgente a esto de tener que intervenir desde una mirada que no sea exclusivamente la coacción si no que tienda a una inclusión social, como darle a esa persona una existencia, un nombre propio".
La especialista, quien desde hace varios años viene reclamando una reforma integral de la política de drogas con la inclusión de la reducción de daños, se refirió a las declaraciones recientes del titular de la Sedronar, Juan Carlos Molina, proponiendo la no criminalización de la tenencia de drogas para consumo personal; relanzando, según Inchaurraga, un viejo debate en el país. Sin ánimo de confrontar, si no planteando una posición académica, la investigadora afirmó: "Descriminalizar sin despenalizar significa preservar el poder punitivo del Estado sobre la vida de los ciudadanos que usan drogas, que hoy están expuestos por la vigencia de la ley 23737, a pesar del fallo Arriola, a una posbilidad concreta de una causa penal, con toda el peso que tiene la estigmatización y la obligatoriedad de hacer un tratamiento".
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