Los vecinos del barrio son rehenes de este clan delictivo. Tienen que vivir prácticamente encerrados por los tiroteos. Muchas familias fueron echadas, a golpes y balazos, de sus propiedades por los integrantes de esta banda.
El Litoral |
Los testimonios se repiten, con tonos que mezclan resignación, indignación y preocupación. Todos apuntan a un clan delictivo cuyos integrantes se hacen llamar los Cronos. “Son varias familias. Hace muchos años eran cartoneros, pero luego comenzaron a meterse en el negocio de la droga. La cabeza es un narco que busca ‘soldados’ entre los pibes del barrio”, puntualizó otro habitante de la zona.
Los Cronos tienen como rivales a otras bandas de la zona y dirimen sus cuestiones con armas de fuego, a plena luz del día, y sin fijarse si hay otras personas en el medio. Así fue como, por ejemplo, a mediados de diciembre del año pasado fue herido de arma de fuego Lucas Centurión, un pequeño de 11 años, en calle Zavalía al 200. Este niño jugaba a las bolitas en la vereda, frente a la casa de una tía, cuando se desencadenó un enfrentamiento. Terminó en el Hospital de Niños, con un proyectil en la panza.
Por una balacera, en horas de la siesta del 14 de este mes, alumnos y maestros de la Escuela Nuestra Señora de Itatí terminaron “cuerpo a tierra”. El establecimiento educativo está ubicado en la cuadra de calle Oroño al 300.
Los Cronos no dudan a la hora de enfrentarse con la policía, a los tiros o a piedrazo limpio. Algunos uniformados llegaron a reconocer que más de una vez estos delincuentes impidieron el ingreso de patrulleros, bloqueando las calles con sus carros, levantando barricadas. “Ellos se vanaglorian a los gritos de que entran a las comisarías por una puerta y salen por la otra... y nosotros lo vemos. Hay jóvenes que ya tienen varios homicidios encima y siguen libres”, aseguran algunas de las víctimas.
Pero las peripecias de los vecinos no terminan allí. Desde hace un tiempo ya, Los Cronos implementaron una nueva modalidad: echar a familias enteras del barrio para adueñarse de sus pertenencias y propiedades.
Caso testigo
En calle Colón al 3000, vivía una mujer de 63 años junto con su hijo albañil de 44, la esposa de éste y sus seis nietos. El pasado 23 de febrero, el mismo día en que Colón recibía a River por el Torneo Final de fútbol, se desató un violento incidente que desencadenó una pesadilla de la que esta familia parece no poder despertar.
Ese día se escucharon varios estampidos en horas de la tarde y algunos Cronos a la carrera trataron de meterse a esta casa para poder escapar, pero el hombre alcanzó a cerrar la puerta. Luego se supo que muy cerca de allí, ese día, aproximadamente a las 19, fue asesinado un sujeto de 43 años de un tiro en el pecho.
Los delincuentes volvieron al poco tiempo, acompañados por otros y descargaron su furia contra la familia. Las amenazas de muerte sólo eran interrumpidas por disparos de armas de fuego contra el frente de la vivienda. Los habitantes decidieron abandonar el inmueble, para preservar sus vidas. Fue necesaria la ayuda de un equipo médico para retirar del lugar a la dueña de casa, que pesa 180 kilogramos y no puede caminar. La unidad sanitaria sólo aceptó entrar hasta la villa con la escolta de un patrullero. Todos debieron ir a vivir a la casa de un familiar, en otro punto de la ciudad.
A partir de allí, la casa fue tomada por Los Cronos, que la saquearon por completo.
El último capítulo de esta historia ocurrió el sábado, cerca del mediodía. “El hijo de la señora y una de sus hermanas llegaron hasta la vivienda para mostrársela a una mujer interesada en alquilar. Habían arreglado apenas por 500 pesos, porque nadie quiere vivir acá. Pero al llegar se encontraron con dos usurpadores adentro. Uno de ellos, con la culata de una pistola, le rompió la boca a la futura inquilina. El otro disparó con una carabina a las piernas del hijo de la dueña, que terminó en el Hospital Cullen, con dos balazos”, relataron otros vecinos.
Según distintos testimonios recogidos, estos dos mismos malvivientes fueron quienes al día siguiente mataron a Pablo Tejedor (fue ejecutado en Zavalía al 200, cuando salía a comprar jugo para su bebé, en compañía de su esposa). También serían los que meses atrás sacaron a otra pobre mujer de su casa a las trompadas y la dejaron tirada en una zanja. Los casos se multiplican. “Algunas veces, las familias se van por su propia seguridad; otras, son echadas a tiros y piñas. También hay quienes optan por quedarse y hacerles frente, otros simplemente tratan de pasar desapercibidos”, señalaron.
“No sabemos qué hacer. No podemos vender la casa, tampoco la podemos alquilar. Por otra parte, no podemos aparecer por el barrio, porque no queremos vivir esperando que se nos acerque una motito y nos metan un tiro”, se lamentó una de las víctimas.
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