domingo, 20 de noviembre de 2011

ROSARIO/Dispositivo territorial de la GUM en Villa Banana y Santa Lucía

Agentes de la GUM concurren cada día a prevenir violencias en una población vulnerable que sólo se vincula con lo público por la policía. "Son nuestros asistentes sociales, psicólogos, remiseros, doctores... y amigos", dijo una vecina.

Dispositivo territorial de la GUM en Villa Banana y Santa Lucía

Cada mañana, cinco agentes de la Guardia Urbana Municipal enfilan su camioneta hacia Villa Banana y Santa Lucía, bien lejos de la peatonal. Se denominan "dispositivo territorial GUM". En sencillo, son la cara y la voz del Estado que llega hasta el último arrabal del rancherío de Presidente Perón y Felipe Moré, y de 27 de Febrero a uno y otro lado de Circunvalación. Allí hay gentes a las que no los alcanzan los registros del centro de salud, ni ninguna otra forma de contención social. Ellos conocen mano a mano y en el barrio a quienes el Estado no les llega de otro modo más que con uniforme policial.
Ante tragedias espeluznantes como los asesinatos de Tomás Santillán, Candela Rodríguez y, en Rosario, de la beba maltratada hasta la muerte por su padre, la intervención de la GUM en estos barrios marginados propone un atajo de prevención. Representan la posibilidad de anticiparse al estallido de violencia doméstica antes de que sea demasiado tarde.
Fabián Bolaños es uno de los agentes municipales que lleva adelante esta tarea desde hace cuatro años junto con José Isla, Fabiana Pendino, Gastón Martínez y Fernanda Albarracín. Está convencido de que buena parte del origen de aquellas calamidades reside en la violencia de género y el maltrato infantil. "Tratamos de desnaturalizar la violencia, porque por lo general muchas mujeres no saben que son víctimas hasta que se las ayuda a planteárselo. Por lo tanto, hay casos que no llegan al Teléfono Verde, ni siquiera al centro de salud, porque asumen el maltrato como algo natural de la relación. Entonces viene una mujer y cuenta que hace 22 años que vive en Rosario pero no conoce el Parque Independencia porque el marido no la deja salir, aunque nunca le puso una mano encima", dice.
"Cuando empezamos a conocer de cerca la historia de cada chico que anda por acá, con la bolsita de pegamento, peleándose, rompiendo algo o robando incluso, salta a la vista que a su alrededor hay maltrato en carne propia, a su mamá, alguna clase de violencia. Hay estudios que indican que el 82 por ciento de los encausados de entre 18 y 25 años que han matado en ocasión de robo han sufrido desnutrición infantil, maltrato, violencia de género o abuso sexual. Alguna o varias o todas estas formas de agresión. Ese es el origen de la violencia visible. En un contexto machista donde estos problemas están ocultos, o naturalizados, hay que trabajar para revertir esa invisibilidad. Cuando los chicos llegan a los 13 o 14 años encuentran identidad en estas banditas complicadas y ahí nomás están las economías delictivas esperándolos para meterlos en sus negocios", analizó Bolaños en función de la experiencia acumulada por su equipo de trabajo.
Este equipo de la GUM representa el único caso en Latinoamérica que aplica un protocolo sobre violencia de género. Depende de la Subsecretaría de Seguridad Comunitaria de la Municipalidad, y ofrece precisamente un modelo alternativo de prevención no policial. De todos modos, cuatro años después, la gestión de Miguel Lifschitz no se ha decidido a extenderlo a otros barrios tanto o más vulnerables que Villa Banana y Santa Lucía.
Viernes por la mañana. El equipo se adentra más allá del cementerio La Piedad. Los espera Verónica: su cuerpo menudito de 19 años contradice las vivencias que la hicieron madurar a golpes, literalmente hablando. Por escapar de las agresiones de su padrastro, se apoyó en un novio que la hizo mamá a los 14 y que luego le siguió pegando tanto a él como al bebé. Ese niño, Luciano, hoy tiene 5 años y una discapacidad que le impide caminar y le dificulta la expresión. Ella pudo alejar al padre luego de una denuncia penal. Pero afirma que haber encontrado a la GUM fue de gran ayuda. "Ellos son nuestros asistentes sociales, psicólogos, remiseros, doctores... y amigos", pondera Verónica. Es difícil trasladarse con Luciano que no camina, Ramiro, de 2 años, y Tiago, de 7 meses. Los agentes de la GUM la ayudaron a realizar los trámites para la pensión del mayor, a completar las historias clínicas, la rehabilitación psicomotriz y todo ese mundo de gestiones que representa un muro insalvable desde la situación vulnerable de una mamá de 19 años.
"Me estaba volviendo loca, si no eran golpes o desprecio, era mi familia que me cerró la puerta, mi mamá que ya no me atiende el teléfono, y tanta gente que no me ayudó cuando pedía agua o comida para mi hijo. Lo que para la gente es una pavada, como ir hasta el centro de salud o el CAF (Centro de Asistencia Familiar), para mí es difícil. Ni cochecito tengo", cuenta. Hoy Verónica salió del ranchito de chapa en Santa Lucía y se acomodó con su pareja y sus niños en el fondo de la pieza que alquilan con su padre, en Méjico al 2400. "Pudimos mejorar, Mijail trabaja en un supermercado, tenemos ese aporte, lo único que nos falta es la casita, pero hasta ahora no tuvimos suerte en los sorteos", dice y sonríe, mansa o cansada.
Desde su lugar, Martínez acota que "el mérito es de ella misma, y de su voluntad de querer superar las cosas que le pasaron".
La forma de abordar las problemáticas que se encuentran a diario en el barrio elude la burocracia judicial-penal, cuando la situación es urgente. Pendino contó el caso de la vez que una vecina los llamó a las 12 de la noche para avisar que un hombre había castigado duramente a su hija de 7 años, la había quemado con agua caliente y estaba cavando el pozo donde la sepultaría. "Articulamos con la Secretaría de la Niñez, para que el Sies fuera al lugar y lo hiciera acompañado por la policía, en lugar de esperar una orden de allanamiento que hubiera demorado fatalmente. Al llegar, el médico se descompuso por el estado en que estaba la nena. La policía actuó de oficio y se llevó al golpeador, y la nena fue internada y más adelante fue dada en adopción. Creo que esa proximidad que logramos al actuar en territorio es clave", reflexionó Pendino.
Isla señaló que "se trata de vehiculizar situaciones a las que el Estado no llega, o lo hace de manera inadecuada si lo hace con la fuerza policial, cuando en primeras instancias hacen falta otras mediaciones que no impliquen penalizaciones ni criminalización de la pobreza".

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