sábado, 26 de noviembre de 2011

Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer/"Ya no duermo más con un ogro"

En lo que va del año, 500 santafesinas fueron a pedir ayuda al Centro de Asistencia a la Víctima. Silvia Ramírez logró sobrevivir al maltrato y hoy comparte su dolorosa historia.

Una grande. Silvia accedió a contar su historia de maltrato y abuso “para poder ayudar a otras mujeres que pasen por lo mismo”. Foto:Mauricio Garín
Una grande. Silvia accedió a contar su historia de maltrato y abuso “para poder ayudar a otras mujeres que pasen por lo mismo


Silvia Ramírez es el testimonio vivo de que es posible sobrevivir al infierno, de que la rueda de la vida gira y un día, el que parece más fuerte queda reducido a la total debilidad.

Después de 30 años de convivencia con su pareja, que la maltrató durante el mismo tiempo, Silvia dijo: “Basta”. “Es verdad que las mujeres golpeadas vivimos aferradas a esas personas que te golpean. Hasta el día de hoy yo lo veo (a su ex pareja) y me da pena porque parece un pollito mojado, pero de eso no te das cuenta y un día estás muerta”, lanzó como muestra de la crueldad por la que pasó y de lo difícil que le resulta despegarse de su verdugo.

“Me separé hace un año”, le contó a El Litoral, sentada en una de las salas del Jardín de Infantes Nº 114 donde trabaja hace ocho años. Aunque hoy parece invencible, no logra contener las lágrimas. Con el hombre que la sometió a las piñas se juntó a los 16 y tuvo seis hijos, los golpes aparecieron ni bien iniciaron la convivencia y perduraron hasta que ella logró defenderse.

“Él nunca trabajó, nunca le gustó y tomaba mucho. Hasta que me entregaron una casita de un plan hace cuatro años, vivíamos en la casa de mi suegra, entonces no tenía adónde irme, cómo imponerme. Además, no quería separar a mis hijos del padre”, dijo para justificar su estadía en medio de la violencia. Silvia también contó que su suegra la maltrataba.

Los motivos de las golpizas eran minúsculos, incomprensibles. “Tal vez se le arruinaba un cigarrillo y me pegaba, si íbamos a una fiesta y saludaba a un amigo de él, me decía que yo lo buscaba y yo creía que era celoso”, recordó.

Silvia siempre tuvo la esperanza de que su pareja cambie. “Pero los golpes fueron cada vez más fuertes. La última vez me escapé por la ventana, salí corriendo en corpiño”.

Al final del camino

Su pareja, además, la obligó a prostituirse; la violó cuando el deseo sexual desapareció y le ofreció matrimonio cuando supo que “en el único trabajo que consiguió en su vida” estar casado le daría beneficios.

Ella en cambio esperó paciente que el monstruo se calme, le rogó que deje el alcohol, lo ayudó a iniciar un emprendimiento “que fundió al año de abrirlo” y le dejó impagables deudas.

Los golpes siempre iban acompañados con la fuerzas de las palabras, el maltrato psicológico casi llega a convencerla de que estaba loca, pero Silvia encontró la manera de conservar la cordura. “Comencé a escribir en cuadernos lo que me pasaba, cada vez que me pegaba, los embarazos, todo. Hasta el día que me quise ahorcar”, relató.

Como muestra de su grandeza, Silvia dijo que a pesar del miedo que le tuvo lo perdonó. Pero no se olvida de los días de violencia y desamor.

En las instituciones, Silvia no encontró ayuda. Cada vez que intentó hacer la denuncia le pedían “que muestre las marcas de los golpes”. Pero, en una de las tantas veces que fue a Tribunales a buscar ayuda la rueda giró. “Tomá, andá a la Defensoría del Pueblo”, le dijeron.

“Si no iba al Centro de Asistencia a la Víctima y me daban la casa del plan no podría contar esto —reconoce Silvia—, pero hay que ser fuerte. Un día me preguntaron qué era el amor y no supe qué decir porque nunca lo tuve. Hoy, me duele la soledad pero estoy tranquila porque ya no duermo más con un ogro”.

500 mujeres víctimas de maltrato concurrieron en busca de ayuda a la Defensoría del Pueblo desde enero a noviembre de 2011.

900 personas fueron
atendidas por el Equipo Interdisciplinario de Violencia Familiar de enero a noviembre de 2011. En su mayoría son mujeres agredidas de diferentes maneras y en menor medida niños y hombres provenientes de la capital y el interior de la provincia derivados de diferentes organismos o por presentación espontánea.

Los síntomas del maltrato

El estado de sometimiento inhabilita a la mujer en su capacidad de pensar por sí misma, no tiene autoestima, no reflexiona, tiene un concepto de sí misma devaluado, no tiene poder de decisión ni iniciativa, no habla sobre su problema, se siente inútil, culpable, merecedora del maltrato y se aísla de su entorno. Tales características favorecen a que la violencia se perpetúe e incremente. Los psicólogos lo denominan “parálisis aprendida o síndrome de indefensión aprendida”.

En relación con el maltratador están convencidas de que puede quitarle a los hijos, que si lo denuncian la situación empeora, lo justifican diciendo que está cansado o que trabajó mucho y permanecen a su lado al ser su único sustento económico.

Los niños involucrados en la dinámica violenta no salen ilesos. Son afectados psicológicamente, se vuelven agresivos, insultan con frecuencia, están irritados, tienen conductas agresivas en caso de necesitar resolver dificultades y buscan someter a sus pares.

En otros casos, también son depresivos, pasivos, sumisos, se aíslan con miedo o aparecen muestras sintomáticas como hacerse pis en la cama o alteraciones en la piel.

Hacer visible el infierno

El Centro de Asistencia a la Víctima de la Defensoría del Pueblo formó hace tres años un grupo abierto que contiene a las mujeres y niños en situación de violencia bajo la coordinación de la psicóloga Carolina Asensio y la asistente social Silvia Nadalich.

En una entrevista con El Litoral, Asensio contó la experiencia de trabajo del grupo, con algunos aportes de Nadalich.

—¿Cómo es el trabajo en el grupo?


—Empezamos con seis mujeres para poder atender a cada una pero algunas se fueron quedando en el camino por cuestiones de trabajo o porque volvieron con su pareja. Las que continuaron lograron salir de la situación.

—¿Cómo hace una mujer que lleva 25 años de sometimiento para decir “basta”?

—En las señoras mayores se hace más difícil la ruptura porque son más los años que deben desandar, pero ocurre cuando se emancipan los hijos, se les termina el justificativo “peleo por ellos”, logran una mirada retrospectiva y se dan cuenta de que él no va a cambiar. A veces, también, los hijos grandes le piden a la madre que ponga límites. En muchos casos, permanecen en la relación violenta para conservar la familia, por los mandatos sociales y estereotipos como “aguantar” para continuar la familia.

—¿Qué sucede en el caso de las mujeres jóvenes?

—Es lo mismo, ocurre en el noviazgo con las mismas características, la diferencia es la cronicidad. Se da de forma física y verbal. La más significativa es la psicológica porque cuesta visualizarla, al no haber un golpe no lo consideran violencia. Para muchas mujeres, la piña es un límite, porque ven la marca en el cuerpo.

—¿Cómo viven el maltrato los hijos pequeños?

—A los niños se los considera víctimas del maltrato igual que la mujer, porque son testigos directos, participan y a veces también son maltratados. Quedan expuestos a hacer de mediadores para que el papá vuelva si es que hay una medida judicial de exclusión del hogar, son tironeados cuando el papá pide información sobre la madre o el papá queda parado en la puerta de la casa y amenaza con quemarla. Hay niños que cuando son adultos y siguen conviviendo son agresivos con sus madres y reproducen el modelo, por eso es importante cortar la cadena.

¿Dónde pedir ayuda?

Defensoría del Pueblo / Eva Perón 2726. Tel / 0342 - 4573904 / 4573374 Equipo Interdisciplinario de Violencia Familiar de la Provincia de Santa Fe / San José 1701, por la mañana. Tel / 0342 4572888.

¿Cuándo hay violencia?

El Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer fue declarado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1999. El organismo internacional, definió a la “violencia contra la mujer” como “todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la prohibición arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vía pública o en la vía privada”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario