Falta de controles, normativas que no se cumplen, cadenas de responsabilidades distorsionadas y perjudiciales vicios de informalidad. Demasiados peligros, demasiado cerca.
La Capital |
A más de cinco meses de la muerte de Adrián Rodríguez, músico de Raras Bestias, por una descarga eléctrica en el Café de la Flor (Mendoza 862), no hubo avances de consideración en relación a la seguridad en los recitales en vivo. Tras el impacto inicial de aquella madrugada trágica, no surgieron señales concretas de reacción por parte de los encargados de organizar y supervisar este tipo de eventos. Falta de controles, normativas que no se cumplen, cadenas de responsabilidades distorsionadas y perjudiciales vicios de informalidad. Demasiados peligros, demasiado cerca. Así lo revelaron músicos y sonidistas que recorren y trabajan en los escenarios de la ciudad.
"Esto sigue ocurriendo, muchísimo. No es para sacar a flote lo del Café de la Flor, pero no puede volver a ocurrir. Evidentemente, no aprendimos nada", remarcó Lautaro Araudo, reconocido operador de sonido de la ciudad, que trabaja hace más de 10 años para grupos musicales locales, y además es profesor en la escuela de sonido Cetear.
"Esto sigue ocurriendo, muchísimo. No es para sacar a flote lo del Café de la Flor, pero no puede volver a ocurrir. Evidentemente, no aprendimos nada", remarcó Lautaro Araudo, reconocido operador de sonido de la ciudad, que trabaja hace más de 10 años para grupos musicales locales, y además es profesor en la escuela de sonido Cetear.
Araudo expuso que el fin de semana pasado se debió suspender un show en el parque Scalabrini Ortiz por las precarias condiciones de las instalaciones eléctricas (ver aparte). También que hubo inconvenientes similares en otro show en el parque Alem. Los casos se repiten, sobre todo en espectáculos de pequeña y mediana escala, públicos y en bares, y la situación se mantiene como un factor de real preocupación, de reclamos sin respuestas. Curiosa e incomprensible falta de formalidad que se desarrolla alrededor de una actividad que distingue desde siempre el perfil artístico de los rosarinos.
"Es que vivimos en el país del «atamos todo con alambre». Muchas veces se llevan adelante eventos sin los elementos de seguridad necesarios. Sólo por negligencia. Sabemos cómo se deben hacer las cosas, pero no las hacemos", advirtió con énfasis Araudo. "Esto va de la mano de las exigencias que deben tener los músicos, y sobre todo con el rol que debe cumplir el Estado. Con esta realidad, el músico está arriesgando la vida arriba de un escenario. ¿Tan poco vale la vida? ¿Cualquier cosa con tal de cobrar o hacer un show? El Estado debe estar mucho más presente en este proceso", reclamó.
Y describió que "además es real que atrás de cada banda que se niega a tocar sin las mínimas seguridades, hay muchas más que van después a tocar. Se forma un círculo complicado para actuar con premisas de mayores cuidados".
En Rosario tocar en vivo, el vital anhelo de todo músico, sigue representando un riesgo permanente. Un salto azaroso entre increíbles precariedades, prácticas abusivas de empresarios y la eterna necesidad de mostrarse de los artistas.
"Si se cumpliera la normativa de la EPE, todas las instalaciones de voltaje bajo y corriente monofásica, como puede ser una plaza, una casa o un bar, tendrían que contar con una térmica, un disyuntor y la correspondiente descarga a tierra. Porque esa combinación otorga la seguridad que protege a las personas, al equipamiento y a la instalación", remarcó Araudo.
En ese sentido, subrayó que "la normativa está bien, la cuestión es que se tiene que cumplir". Y exclamó: "Cuando alguien puede abrir un tablero precario en el medio de un parque público, demuestra que debe haber mejores controles. Si no hay gente capacitada supervisando, que pueda responder ante eventualidades, el riesgo es grande".
En relación a la cadena de responsabilidades que se forma, apuntó que "el técnico de sonido es el eslabón previo antes del músico. Está en el medio. No debe ser responsabilidad nuestra cancelar un show. Igual, prefiero que no me llamen más, pero irme a dormir tranquilo. Por suerte, cuento con el respeto de la gente con la que laburo, que avala mi opinión profesional".
Para finalizar, este especialista comentó que "el año del accidente del Café de la Flor murieron cuatro músicos en circunstancias similares en todo el país. Queda claro que las bandas tienen que exigir las medidas básicas de seguridad para tocar. Y el Estado debe garantizar que cuando hay un tablero, tiene que haber una persona responsable y capacitada al lado. Deben entender que está en riesgo la vida de los músicos".
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