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Foto:Danilo Chiapello
Para ingresar, los rufianes violentaron una pesada puerta de hierro macizo que da a la calle.
Danilo Chiapello
dchiapello@ellitoral.com
Un grupo de malvivientes tomó por asalto hoy una vivienda de barrio Candioti desde donde robaron distintos objetos de valor y algo de dinero.
Fue minutos después de las 9, cuando dos rufianes (aunque se cree que un tercer delincuente actuó como apoyo desde la calle) llegaron hasta un inmueble ubicado en Chacabuco al 1200, esto es, en el corazón del citado barrio.
Como primer paso, los cacos violentaron una añeja puerta de hierro que da a la calle (de muy sólida estructura) lo que permite suponer que no fue un golpe improvisado y que habían hecho un estudio previo del “terreno”.
Al momento de la irrupción, en la vivienda sólo se encontraba un jovencito, de 17 años, que había decidido no concurrir a sus estudios debido a las inclemencias climáticas.
“No somos asesinos”
“¡Quedate tranquilo... no somos asesinos!”, fue la primera orden que escuchó el adolescente cuando advirtió que dos hombres subían por las escaleras rumbo a su dormitorio.
De los intrusos se supo que eran dos hombres de mediana edad, que actuaron a cara descubierta y que estaban armados con cuchillos.
Acto seguido, los sujetos interrogaron al joven para que revele el lugar de una supuesta caja fuerte. Pero la respuesta de la víctima fue terminante: “Acá no hay ninguna caja fuerte”.
Así las cosas, los ladrones comenzaron a desplegar un conocido juego psicológico. Mientras uno se mostraba violento e irascible, el otro se presentaba más amigable y conciliador.
Mientras este último entablaba un diálogo sobre fútbol con el jovencito, su compinche se dedicó a requisar cada uno de los ambientes de la casa, donde provocó un desorden de magnitud.
Maniatado
Cerca de media hora estuvieron los desconocidos dentro de la vivienda, desde donde sustrajeron objetos de informática, alhajas familiares y algo de dinero en efectivo (entre billetes de moneda nacional y dólares).
Antes de retirarse los facinerosos maniataron al adolescente con los cables del cargador de un teléfono celular, aunque tuvieron la consideración de hacerlo de manera débil, de modo tal que pudiera librarse de las ataduras rápidamente.
Todo parece indicar que los delincuentes no actuaron solos, sino que contaron con el apoyo de un compinche desde el exterior.
No obstante, testigos ocasionales apuntaron que de la casa en cuestión vieron salir dos hombres, llevando consigo sendos bolsos.
Fue minutos después de las 9, cuando dos rufianes (aunque se cree que un tercer delincuente actuó como apoyo desde la calle) llegaron hasta un inmueble ubicado en Chacabuco al 1200, esto es, en el corazón del citado barrio.
Como primer paso, los cacos violentaron una añeja puerta de hierro que da a la calle (de muy sólida estructura) lo que permite suponer que no fue un golpe improvisado y que habían hecho un estudio previo del “terreno”.
Al momento de la irrupción, en la vivienda sólo se encontraba un jovencito, de 17 años, que había decidido no concurrir a sus estudios debido a las inclemencias climáticas.
“No somos asesinos”
“¡Quedate tranquilo... no somos asesinos!”, fue la primera orden que escuchó el adolescente cuando advirtió que dos hombres subían por las escaleras rumbo a su dormitorio.
De los intrusos se supo que eran dos hombres de mediana edad, que actuaron a cara descubierta y que estaban armados con cuchillos.
Acto seguido, los sujetos interrogaron al joven para que revele el lugar de una supuesta caja fuerte. Pero la respuesta de la víctima fue terminante: “Acá no hay ninguna caja fuerte”.
Así las cosas, los ladrones comenzaron a desplegar un conocido juego psicológico. Mientras uno se mostraba violento e irascible, el otro se presentaba más amigable y conciliador.
Mientras este último entablaba un diálogo sobre fútbol con el jovencito, su compinche se dedicó a requisar cada uno de los ambientes de la casa, donde provocó un desorden de magnitud.
Maniatado
Cerca de media hora estuvieron los desconocidos dentro de la vivienda, desde donde sustrajeron objetos de informática, alhajas familiares y algo de dinero en efectivo (entre billetes de moneda nacional y dólares).
Antes de retirarse los facinerosos maniataron al adolescente con los cables del cargador de un teléfono celular, aunque tuvieron la consideración de hacerlo de manera débil, de modo tal que pudiera librarse de las ataduras rápidamente.
Todo parece indicar que los delincuentes no actuaron solos, sino que contaron con el apoyo de un compinche desde el exterior.
No obstante, testigos ocasionales apuntaron que de la casa en cuestión vieron salir dos hombres, llevando consigo sendos bolsos.
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