Hasta el momento a la escultura restaurada sólo se la vio en fotos. El club Colón se queja de la investigación. Pero nadie explica qué pasó con la figura entre el 7 de septiembre y el sábado pasado.
Entre las últimas horas del sábado y las primeras del domingo el juez de instrucción penal de 5ª nominación, Darío Sánchez, habría instruido una serie de medidas judiciales en los alrededores del Club Colón para intentar dar con la imagen restaurada de la virgen de Guadalupe que desapareció el 7 de septiembre pasado. El sábado, el otro medio gráfico de la ciudad dio a conocer fotografías de la escultura, supuestamente original, renovada junto a su creador y restaurador, Saúl Miller. Sin embargo, hasta el momento la Justicia no pudo encontrarla. A pesar del esfuerzo de los dirigentes y del vespertino local –que no cuestionó nada de la versión oficial del Club Colón– por dar un cierre definitivo al tema, aún quedan muchas preguntas elementales sin responder. Por ejemplo, dónde se realizó la supuesta restauración. Eso, según las primeras versiones oficiales, se estaba desarrollando en Buenos Aires. Sin embargo, el artista vive hace tiempo en un pueblito de Córdoba, Anisacate. Según se deja entrever en la nota del socio local de Clarín – extrañamente no se menciona quién es el periodista, quién es el fotógrafo y hasta dónde tuvieron que viajar para obtener el material periodístico– la restauración no se hizo en el lugar donde vive el artista. Tampoco fue en San Lorenzo, la ciudad donde vive la familia del artista. Todo haría indicar que la “restauración” se habría llevado a cabo en la ciudad de Santa Fe. Pero queda el lugar a la duda, porque ninguna voz oficial aclara nada. Es más, los comunicados oficiales parecen oscurecer todo un poco más. Los rumores indicaban que en la tarde del sábado la imagen iba a llegar a la institución de barrio Centenario, pero que no se llegaría ese día a entronizarla. Pocas horas después, atendiendo a la desinformación que impera sobre cómo se va a reentronizar la imagen –aparentemente no habrá ningún acto para permitir la bendición de la figura–, el juez habría ordenado algunas medidas judiciales preventivas para evitar que la figura sea colocada, entre gallos y medianoche, en lo alto del estadio Brigadier López. Todo haría indicar que se quiere evitar que alguien pueda observar de cerca si existen diferencias entre la imagen original y la que ahora se presenta como la “restaurada” (ver página 5). Incluso parecería que ni la Justicia tiene derecho a saber la verdad y, que cuando quiere conocerla, comienza una caza de brujas contra los encargados de dirigir las actuaciones correspondientes. Para eso sólo resta leer el comunicado oficial del Club Colón (ver aparte) o las páginas de El Litoral, donde se pregona que “el misterio se terminó”, cuando esto parece recién empezar.
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