Comienzan a partir de las seis de la tarde en
la remodelada casa del hijo presidencial, dentro del predio de la
quinta. Quiénes concurren.
Casa propia. Máximo se instaló definitivamente en la ex oficina de su padre.
Los after office ya son habituales en la quinta presidencial de
Olivos; los invitados comienzan a llegar después de las seis de la
tarde, y hasta suele haber problemas para estacionar los vehículos.
A la Presidenta no le gusta ver tantos autos, entonces hay que dejarlos fuera del alcance de su vista.
Funcionarios de primera y segunda línea, legisladores nacionales y
provinciales, militantes de La Cámpora sin apellido y hasta adoctrinados
empresarios figuran en la lista vip. Algunos de ellos se quedan hasta
altas horas de la madrugada entre canapés, aperitivos y bebidas
energizantes tipo Speed.
De atuendo casual, camisa de mangas largas por fuera del pantalón y
zapatillas, el anfitrión recibe a cada uno de los invitados con un
pegajoso abrazo seguido de una palmada. Máximo Kirchner se parece al
padre: infunde un poder de seducción muy particular. Así lo juran
quienes lo visitan en los after office desde donde se bate la política
nacional.
“Hacemos lo que hace cualquiera al que le guste la política; hablamos
de política. No jodamos, eso pasa en cualquier café de Buenos Aires.
Discutimos del rumbo del Gobierno con la idea de acompañar a la
Presidenta y esas cosas, nada más”, intentó minimizar un funcionario con
despacho en la Casa Rosada, que cada tanto es llamado para las
reuniones secretas en Olivos. Lo que tal vez podría llamar la atención
es que quien organiza las reuniones y hace los llamados es el hijo de la
presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
El secretario de Legal y Técnica y sostén privado de la Presidenta,
Carlos “Chino” Zannini, es un habitué aunque no se queda por mucho
tiempo. Lo imita el viceministro de Economía, Axel Kicillof, que es uno
de los primeros en marcharse a dormir. Pero los que se quedan hasta
tarde son los jóvenes funcionarios de La Cámpora.
Uno de los que tienen asistencia perfecta es el jefe de la Secretaría
de Inteligencia (SI), Héctor “Chango” Icazuriaga. Cuando no está en un
céntrico bar porteño de propiedad de un legislador del FPV, donde se
reúne en tertulia con intelectuales K, el jefe de los espías repasa
informes secretos en el after office que organiza Máximo. Icazuriaga es
amable, y cuando sale de las reuniones suele alcanzar a destino a quien
tenga ganas de irse y haya llegado en un auto ajeno.
La presidencia de Cristina pasó del café literario de Néstor al after
office de Máximo. En un conocido edificio de Puerto Madero, apoyado en
sus palmas a mitad de una larga mesa, un empresario K que acudió a los
encuentros que organiza Máximo lo describe como “un pibe muy
inteligente, muy tranquilo, con mucha paz y empuje”. También observó en
él “muchas cosas de Néstor. Por ejemplo, es él quien te llama por
teléfono y te habla. Lo mismo hacía su padre”.
Lo cierto es que en la casa que acondicionó Máximo dentro de la
quinta de Olivos, que es la misma que utilizó su padre cuando terminó su
mandato presidencial, “se cocinan muchas cosas que tienen que ver con
un proyecto que está en constante evolución”. La explicación la da el
mismo empresario que se jacta de tener conexión directa con el hijo de
la Presidenta, una especie de superministro sin ministerio y con
superpoderes, capaz de retar a un ministro y posicionar a un nuevo
funcionario.
Su madre lo defiende, y es lógico. Esta semana, luego de permanecer
dos días en reposo, una de las primeras cosas que hizo fue defender las
actividades de La Cámpora en los colegios públicos: “Basta de
gataflorismo con los jóvenes, que hagan su propia experiencia
histórica”.
Cuando Máximo era chiquito, su madre fue a quejarse al colegio porque
se sacó una baja nota en Educación Física. “Estaba en primero o en
segundo grado. Entonces me fui al colegio a ver al profesor, que me dijo
que le había puesto insuficiente porque Máximo no sabía hacer la
vertical. Yo le dije que mi marido y yo éramos abogados, teníamos uno de
los estudios más importantes de Santa Cruz y ninguno de los dos sabía
hacer la vertical”, recordó Cristina hace unos días, cuando recibió a la
delegación olímpica de atletas que compitieron en Londres.
Ya hay competencia en Santa Cruz
El macrismo ya tiene una espada para competir en Santa Cruz contra la
posible candidatura de Máximo Kirchner como candidato a diputado
nacional. Se trata de Arturo Rodríguez, un contador público de 29 años
que nació en Río Gallegos y milita dentro del justicialismo desde los
18.
“Soy un pingüino pero de los buenos, y peronista de toda la vida. En
el 2003, dentro de otra estructura del peronismo enfrentamos a Néstor
Kirchner porque ya lo conocíamos”, dice Arturo. Hace dos semanas comenzó
a recorrer la provincia para enfrentar al hijo de la Presidenta.
Arturo dispara con artillería pesada: “Saludo que Máximo quiera
presentarse. Pero no lo considero un buen candidato. No tiene
experiencia en la política, no le conozco estudios, y no le conozco otro
trabajo más que el de hijo”.