viernes, 13 de septiembre de 2013

El primer trasplante hepático del país a un recién nacido se hizo en Rosario

Samuel nació hace menos de un mes y es el protagonista de una historia tan extraordinaria como conmovedora. Ayer dormía plácidamente en la sala de neonatología de un sanatorio céntrico bajo la atenta mirada de las enfermeras y de su mamá Valeria, que todavía no puede creer todo lo que pasó en tan poco tiempo.
.La Capital | 
El primer trasplante hepático del país a un recién nacido se hizo en Rosario

 Hace una semana le realizaron un trasplante de hígado, el primero en la Argentina a un neonato según los registros del Instituto Nacional Central Unico Coordinador de Ablación e Implante (Incucai) y uno de los pocos a nivel mundial. La operación fue un éxito y es probable que en pocos días pueda volver a su casa.
Los responsables de este logro médico son profesionales del Sanatorio de Niños de Rosario. Más de cien personas trabajaron en forma coordinada durante muchos días para desafiar a un diagnóstico complejo: hemocromatosis neonatal ideopática, una enfermedad infrecuente que tiene por lo general un pronóstico sombrío.
Alejandro Costaguta, subjefe del equipo de trasplante hepático de la institución explicó que "Samuel sufrió una insuficiencia hepática por un síndrome que provoca una sobrecarga de hierro en el organismo. Si no recibía un hígado nuevo no tenía ninguna chance de sobrevivir".
El reto era enorme. Durante días habían probado distintas opciones terapéuticas, pero ninguna había dado resultado. Tenía que aparecer un donante compatible con el bebé que ya estaba en una situación crítica. Pocas chances y pocas horas.
Lo inscribieron en lista de espera en el Incucai mientras esperaban la confirmación del diagnóstico que finalmente llegó a través de una biopsia. "El doctor Hugo Tanno también hizo una evaluación de ese estudio y su palabra profesional fue determinante para saber cómo seguir, la alternativa era el trasplante si o si", relató Costaguta.
"Como las posibilidades de obtener el órgano eran escasas empezamos a preparar a su papá para que sea el donante. Pero el mismo día en el que estaba prevista la operación nos llamaron de Buenos Aires para informarnos que había aparecido un donante cadavérico", mencionó el cirujano Daniel Beltramino, jefe del equipo de trasplante hepático del Sanatorio de Niños y una de las manos expertas que desarrolló la intervención.
Otro médico del grupo, el cirujano Lisandro Bitetti, se subió inmediatamente a un avión privado hacia un hospital del partido Malvinas Argentinas, en el Gran Buenos Aires. Allí realizó la ablación del órgano al donante, un niño de siete años que falleció a causa de un problema neurológico congénito, y regresó a Rosario donde ya estaba Samuel en el quirófano, esperando.
"Lo primero que hay que destacar es la voluntad de esa familia que decidió donar los órganos de su hijo, un acto de amor inconmensurable", enfatizó el hepatólogo Costaguta.
Los cirujanos tuvieron que hacer un trabajo de enorme precisión ya que hubo que partir el hígado del donante porque el cuerpo del bebé era demasiado pequeño. Samuel fue operado pesando menos de 4 kilos. "Colocamos una porción de 100 gramos del órgano uniendo venas y arterias muy pequeñitas; de hecho tuvimos que trabajar con lupa", relató Bitetti.
Durante ocho horas y media (el bebé ingresó a cirugía a las 21 y salió cerca de las seis, los médicos, instrumentistas, anestesiólogos y asistentes pusieron sus conocimientos y experiencia al servicio de la vida de Samuel. "Cuando vimos que funcionaba, que la bilis corría y que clínicamente el bebé estaba respondiendo bien fue muy emocionante", se animaron a decir los cirujanos que, a su vez, mantienen la prudencia a la hora de hablar del futuro, por la complejidad del caso. De todas maneras, ayer, el plantel de profesionales que recibió a La Capital se permitió una mirada esperanzadora porque hasta el momento las cosas están saliendo bien.
Samuel, que ya está tomando la teta nuevamente, debe pasar algunos días más en la sala de neonatología. Tiene apenas una vía colocada en uno de sus brazos, nada de tubos ni aparatología extraña. Se lo ve relajado, con las mejillas rosadas, cubierto con un pañal y un par de mediecitas azules que lo distinguen del resto de los compañeritos de cuarto. Samuel duerme. Tal vez entre sueños intuye que con menos de un mes cruzó montañas.

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