domingo, 30 de diciembre de 2012

Subieron un 15 por ciento los homicidios en el departamento Rosario en 2012


Los asesinatos típicos de la inseguridad representan la décima parte del total. Hasta el sabado eran 182 casos en el año contra 164 en 2011. Del total, 154 fueron en la ciudad de Rosario. El área más crítica es la zona sudeste.
La Capital | 
Subieron un 15 por ciento los homicidios en el departamento Rosario en 2012

 Termina el año en el departamento Rosario con un incremento de homicidios dolosos, es decir intencionales, en relación al registro del año pasado. Cuando falta un día para el cierre de 2012. La cifra de crímenes en las localidades que componen la Unidad Regional II asciende a 182. De esa cifra 154 casos se dieron en la ciudad de Rosario. El guarismo afianza una tendencia que no detiene su alza desde el inicio de la década. En 2011 la marca fue de 13,7 muertes cada 100 mil habitantes en el año, lo que representó, en relación a 2010, una suba que rozaba el 30 por ciento. Ahora el aumento vuelve a trepar: hubo un 15,2 por ciento más de casos que en 2011.
Las cifras surgen de datos oficiales provistos por de la Dirección de Análisis Criminal del Ministerio de Seguridad de Santa Fe, que suministró los guarismos de enero a noviembre, a los que este diario suma los episodios del mes en curso reportados por la Jefatura de Policía de Rosario. Las tendencias que se consolidan acentúan como evidente la mayor violencia en la resolución de la conflictividad social. Violencia que, sin embargo, está desplegada de manera muy desigual según la zona urbana. El área central de la ciudad, que tiene el 25 por ciento del total de población, goza de estándares similares a la de países centrales. Allí viven 228 mil personas y hubo 16 homicidios. Es una tasa de 7 muertes cada 100 mil habitantes.
Pero en la zona sudeste de Rosario, por caso, las cosas son a la inversa. En un pentágono de territorio donde imperan tres comisarías —11ª, 15 y 16ª— hubo 35 homicidios. Entre los bulevares y el río —zona de las seccionales 1ª, 2ª y 3ª— hubo seis. Exactamente igual que el año pasado.
Que la ciudad es más peligrosa porque hay más asesinatos es una verdad a medias. Que la violencia aumentó es incuestionable. Pero los riesgos de homicidio en el espacio público en Rosario, lo que agrava las chances potenciales de ser víctima, son de una disparidad mayúscula de acuerdo a la zona. Muy distinto en Pichincha o Echesortu que en Barrio Moderno o San Francisquito.
Además las muertes por casos estrictos de inseguridad —por ejemplo en ocasión de robo donde agresor y víctima no se conocen— son un doce por ciento del total. Se afianza una inseguridad dispersa por los enfrentamientos entre actores de economías delictivas como el narcotráfico o la reducción de bienes robados. Pero los homicidios por violencia doméstica o entre vecinos, que en Rosario superan con creces a los que tienen finalidad de robo, no suponen una agudización de la inseguridad urbana.
Inseguridad sí. De los 182 homicidios ocurridos en todo el departamento 155 son casos por cuestiones interpersonales o familiares, una categoría imprecisa y poco útil a los fines del trazado de la política criminal: en ella quedan igualados los casos de una persona que mata a su cónyuge en un dormitorio con el del traficante que acribilla a su competidor a cielo abierto. Sin embargo en ese criterio a cambiar hay algo no desestimable: lo que indica que no cualquiera está igualmente expuesto a ser víctima, condición aleatoria distintiva de los casos de inseguridad, sino a partir de una relación previa con el agresor.
La Dirección de Análisis Criminal, a cargo de Andrés Ferratto, maneja un dato alusivo a una indudable violencia urbana. Y es que las muertes como efecto de un ataque doloso en Rosario, en el que un agresor busca herir con un arma blanca o de fuego, constituyen entre un 5 y un 10 por ciento del total de casos. O sea que hay entre un 90 y un 95 por ciento de eventos en los que alguien atacado elude un resultado fatal: son los hechos con personas heridas de bala, apuñaladas o bien que consiguen escapar sin lesiones de agresiones de ese tipo.
Otros guarismos relevantes del año que termina indican:
►La mayoría de las víctimas de homicidio tienen entre 16 y 39 años. Es el 70 por ciento del total.
►Son varones en forma abrumadora. Apenas 11 de las 182 víctimas son mujeres.
►El número de asesinatos en ocasión de robo en el departamento Rosario en 2012 es 23 casos sobre el total lo que implica un 12 por ciento de los casos. En 2011 fue 18 sobre los 164 homicidios.
►La cifra de muertes en enfrentamiento policial es de cuatro casos. Igual que el año pasado.
►Más del 70 por ciento de los homicidios fue consumado con algún tipo de arma de fuego lo que deja en claro la facilidad del acceso a este tipo de piezas.
Lo distintivo de un hecho de inseguridad es el peligro indiscriminado propio de la ocasión de robo. Por ejemplo, el ataque que terminó con el asesinato de Norberto Paladini, cuando guardaba su auto en el barrio La República en agosto, o de María Moscarola, golpeada en su quiosco de Francia al 400. Homicidios de esta tipología, que provocan lógica alarma pública, son una décima parte del total.
Pero aún en casos donde la víctima es previamente seleccionada brota cada vez más, por la temeridad de las ejecuciones, un peligro latente hacia terceros no implicados. En los casos de Martín Paz o de Santiago Pérez, ambos acribillados en septiembre en sus vehículos, se desnuda una constante: los que atacan actúan con una violencia que va más allá de su blanco.
Otro punto crítico tiene que ver con el bajo nivel de esclarecimiento de los casos más perturbadores o complejos. Según Análisis Criminal un 60 por ciento de los hechos de 2012 está en vías de aclararse por tener a los agresores supuestos detenidos o identificados. Pero las imputaciones deben probarse y sólo hay esclarecimiento cuando una sentencia firme deja señalados a los culpables.
El caso atávico entre los homicidios del año fue también el primero. En la ejecución de de Jeremías Trasante, Claudio Suárez y Adrián Rodríguez, en la Villa Moreno, asomaron las conexiones de conocidas mafias con sectores policiales y, con ellas, una vía de explicación a lógicas recurrentes de la violencia homicida. Delincuentes conocidos que gozan de un amparo que se desbarata cuando el hartazgo comunitario y la presión institucional se hacen sentir en coincidencia.
La violencia es un factor constitutivo de las estructuras sociales complejas como el departamento Rosario. Los homicidios se expresan en sus modos más violentos en las áreas urbanas relegadas. Y es en esos enclaves de desigualdad, ya no en toda la ciudad por igual, donde están los problemas más críticos.

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