viernes, 28 de octubre de 2011

SANTA FE/“Vengo a exigirle a González que diga dónde esta mi padre”

Lo expresó el hijo de Mario Marini, desaparecido en 1975. Fue uno de los momentos más emotivos de la primera audiencia del juicio, que analiza la responsabilidad del ex coronel por el homicidio

“Vengo a exigirle a González que diga dónde esta mi padre”

“Acá hay una persona que sabe qué pasó con Mario, dónde están sus restos. Quiero que lo diga. Hemos padecido muchísimo, no quiero que quede impune”. De esta manera finalizó ayer su testimonio frente al Tribunal Oral Federal de Santa Fe, Ana María Cavadini, en el juicio contra el ex Coronel José María González, imputado por la detención ilegal de Ana María y por la desaparición y homicidio de su esposo, Mario Marini, cuando era jefe del Batallón de Artillería 121.

Momentos antes, González, de 82 años, había pedido hablar. “Señor presidente, jamás he impartido una orden ilegal, jamás he recibido una orden ilegal. Desconozco personas y hechos mencionados. No tengo más para decir señor presidente”, soltó el ex coronel, la frase ensayada.

Sin embargo, con el transcurso de la primera jornada de audiencias y de los testimonios de Ana María, de Luis Marini, hermano de Mario y de Germán, el hijo de la pareja, ya comenzaron a llegar a superficie los primeros indicios de que González, el primer interventor de facto de Santa Fe “algo” sabe.

Por ejemplo, Luis Marini presentó los originales de una carta que el padre de Mario, Reinatto Marini, le había presentado al ex coronel en mayo de 1976, en la que le solicitaba una reunión para que le informe sobre el paradero de Mario. “González les dio la cita, mis padres fueron a la reunión, pero nunca les quiso dar ningún dato”, dijo Luis respecto de los resultados de la misiva.

Por otra parte, volvieron a surgir detalles sobre la intervención de los militares en las comisarías provinciales, similares a los relatados por los testigos de la Causa Brusa, el primer juicio de lesa humanidad que se realizó en Santa Fe y de la connivencia de jueces y secretarios de juzgados con el circuito represivo.


En penumbras
Además, tanto en los requerimientos de elevación a juicio leídos ayer, como en los testimonios de los familiares de Mario, surge un fuerte anclaje histórico: la persecución contra Montoneros se ajustó después del ataque de esa organización al Regimiento 29 de Formosa, ocurrido el 5 de octubre de 1975, dos meses antes del secuestro de Marini. “Mucha gente conocida ya había desaparecido. Nosotros nos sentíamos perseguidos”, contó ayer Ana María Cavadini sobre aquel 9 de diciembre de 1975, cuando secuestraron a su marido y a ella la llevaron detenida junto a su bebé, de 45 días.

Y continuó: “Eran las 19, yo estaba apurada por volver a casa porque el nene tenía que comer. Me tomé un colectivo en bulevar Gálvez y República de Siria y sentí que alguien se subió conmigo. El recorrido fue largo, se bajaron casi todos los pasajeros y alguien más bajó conmigo. Abrí la puerta de mi casa, en Jujuy al 3.600 y acomodé al bebé sobre la cama. En ese instante, seis personas vestidas de civil irrumpieron. No tenían ningún tipo de acta policial, me preguntaban por Mario. Les dije que no estaba y lo esperaron dentro de la casa, casi en penumbras. Unos 20 minutos después, llegó mi marido. Entró y se le abalanzaron”.

Ésa fue la última vez que Ana María Cavadini vio a Mario, quien aún continúa desaparecido. Ella estuvo detenida con Germán en la comisaría 1ª durante una semana. Allí la interrogó, al menos dos veces, un militar, quien le dijo ser “el capitan que dirigió el allanamiento en su casa”. Tiempo después, tras comparar relatos con otras detenidas políticas llegó a la conclusión de que podría tratarse de Patrick Dowling, fallecido en 2009.

En esa seccional, Cavadini vio cómo detenidos políticos eran retirados a la noche y volvían a la mañana todos golpeados. Tras seis días de detención en condiciones insalubres, Germán empezó a levantar fiebre: “Al día siguiente, mis padres nos encontraron allí y se llevaron al bebé”.

En octubre de 1976, Ana María Cavadini fue enviada a la cárcel de Devoto. Pasó más de cuatro años allí. “No vi crecer a mi hijo. Cuando era más chiquito, no me reconocía. Además, llegaban detenidas de otras provincias, de Salta, de Córdoba que contaban relatos espeluznantes. No sabíamos si de allí salíamos con vida. Y mientras tanto, seguía esperando alguna novedad de Mario. Pensaba que a lo mejor, estaba muy golpeado y que por eso no lo blanqueaban”.


Una herida abierta
Por su parte, el hermano de Mario, Luis Marini, relató cómo vivió la familia la búsqueda de la pareja, cómo fueron rechazados todos los recursos de hábeas corpus y se explayó también sobre el robo de bienes que sufrió la pareja tras el allanamiento a su domicilio particular. Ese delito, muchas veces dejado de lado en las sentencias de juicios por delitos de lesa humanidad, fue incluido en el fallo de la Megacausa de la Esma, conocida el miércoles a la noche, que condenó a 18 represores a penas altísimas.

“Fuimos a la casa de Ana y Mario cinco días después de que desaparecieron y estaba todo intacto. Volvimos a los 15 días y la habían saqueado, hasta la ropa del bebé se llevaron”, detalló Luis.
Mientras tanto, el aporte de Germán, hoy de 36 años y con fuertes rasgos físicos heredados de su padre, también contextualizó qué significaba para una familia tener un desaparecido. “Es una figura muy difícil de entender y de aceptar. Uno siente un vacío, una herida abierta que no puede sellar. Por eso vengo a exigirle al señor (por González) que diga dónde están los restos de mi padre”.

Cuando Germán terminó de declarar, el público de la sala lo aplaudió, como sucedió también con Ana María y con Luis. El defensor de González, pidió la palabra y, ofuscado se quejó: “no hay disciplina en esta sala de juicio”. Las madres de Plaza de Mayo-Santa Fe y el resto del público que acompañaba a los testigos hizo caso omiso al reclamo. Hoy, seguramente, volverán a aplaudir. 

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