El presidente Enrique Peña Nieto había logrado el arresto de grandes narcotraficantes y la aprobación de leyes para poner fin al monopolio estatal en materia energética.
Tres meses —que se cumplieron ayer— bastaron en México para cambiar el curso de todo un año: la desaparición y presunta muerte de 43 estudiantes en septiembre puso en duda el andamiaje de modernidad que venía construyendo el gobierno. Antes de caer en la peor crisis de dos años de mandato por el caso de los jóvenes, acusado de responder de manera tardía e insuficiente a la tragedia, el presidente Enrique Peña Nieto había logrado el arresto de grandes narcotraficantes y la aprobación de leyes para poner fin al monopolio estatal en materia energética.
Pero la desaparición de los 43 jóvenes, detenidos por policías municipales y entregados a un grupo criminal en Iguala, una ciudad del sur de México gobernada por la oposición, colocó al gobierno contra las cuerdas. De pronto, las calles se llenaron de decenas de miles de manifestantes exigiendo su aparición con vida y el discurso sobre un país en transformación, que el gobierno había construido con tanto esmero, se sacudió en sus cimientos.
El caso Tlatlaya. El caso Iguala, más el asesinato a sangre fría de ocho presuntos secuestradores por parte soldados en junio en el poblado de Tlatlaya, dejaron a la vista problemas de debilidad institucional, corrupción e infiltración del crimen organizado. Y sobre todo, la falta de acciones definitivas para erradicarlos después de más de 85.000 asesinatos vinculados con el crimen organizado en los últimos dos gobiernos y cuando Peña Nieto ya casi había corrido el tema de la violencia del discurso. “No puede haber vuelta atrás, no hay manera de recuperar la engañosa normalidad que como país teníamos antes de los hechos de Iguala o Tlatlaya porque era anómala, estaba asentada en parte en la simulación”, afirma Luis Raúl González Pérez, presidente del ente estatal encargado de vigilar por el respeto de los derechos humanos en México.
A fin de año estallaron otros problemas para Peña Nieto, desde denuncias de conflicto de interés por la adquisición de una lujosa casa a un contratista del Estado, a la caída de los precios del petróleo —fuente primordial de ingresos para México— y el resurgimiento de tensiones entre grupos civiles armados en el violento estado de Michoacán (las llamados “autodefensas”). Enero de 2014 fue el mes en el que se anunció una nueva estrategia de seguridad para Michoacán, destinada a recuperar el poder del Estado y desarticular a los grupos de autodefensa que habían tomado la justicia por mano propia, expulsando a los narcos del cártel local. En mayo se puso en marcha también un plan especial para el violento estado de Tamaulipas.
En febrero, el gobierno de Peña Nieto se apuntó su mayor éxito en la lucha antidrogas. Fue detenido en el turístico de Mazatlán el líder del cártel de Sinaloa Joaquín “El Chapo” Guzmán, el narcotraficante más buscado del mundo, que estaba prófugo desde 2001. En los siguientes meses hubo otras capturas o muertes de narcotraficantes. Agosto fue el mes de la aprobación en el Congreso de 21 reformas legales para permitir la competencia y la inversión privada en el sector energético, después de más de 75 años de monopolio estatal.
Septiembre negro. Pero para septiembre se acabó la supremacía de las buenas noticias. El 26 de ese mes desaparecieron los estudiantes, un hecho que marcó un antes y un después. Y en noviembre el gobierno tuvo que cancelar una millonaria licitación para construir un tren de alta velocidad, tres días después de anunciar al ganador, entre denuncias sobre su transparencia. A los pocos días un reportaje periodístico reveló que la esposa del presidente, Angélica Rivera, estaba pagando una mansión a un empresario que formaba parte del consorcio que se había adjudicado la licitación del tren de alta velocidad,y que también vendió una casa al ministro de Hacienda, Luis Videgaray.
Para final del año el precio del petróleo mexicano bajó a menos de 50 dólares por barril, su cotización más baja en cinco años, en un contexto de caída de los precios internacionales del crudo, justo cuando México busca captar inversiones en este sector.
“Estamos próximos a concluir ya este año 2014. Un año que, sin duda, ha sido de claroscuros”, dijo Peña Nieto. “Hemos tenido importantes avances especialmente en la concreción de importantes reformas”, afirmó, pero el país también ha vivido “momentos difíciles, de dolor”. El año pasado Peña Nieto había afirmado, en un discurso optimista, que 2014 sería el año de la “eficacia” en la aplicación de las reformas, pero las cosas no salieron como pensaba. Para 2015, en el que habrá elecciones legislativas de medio término y comicios regionales, ha renovado sus votos con la esperanza de que el año por venir depare a los mexicanos “un mejor escenario”.
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