domingo, 6 de mayo de 2012

ROSARIO: Pesadilla de una familia por un hombre que eligió su casa para un trágico final

Viven debajo del puente ferroviario de avenida Sorrento. Hasta allí llegó un prófugo de la policía Acorralado, el hombre que venía de robar se mató a cuchillazos delante de algunos chicos.

El mediodía del viernes, la calma del almuerzo se rompió en la casa de la familia Orellana, en Juan B. Justo al 2000. Estaban en el humilde comedor hecho de chapas, debajo de un puente ferroviario, cuando irrumpió un hombre fuera de sí, babeando y transpirado. El intruso, en su locura sin sentido, intentó agarrar como escudo humano a Jeremías, el hijo de 3 años de Gustavo y Fabiana Orellana. El hombre quería así protegerse de la policía que lo perseguía desde Sorrento y Casiano Casas, donde estaba cometiendo algunos robos al voleo. Finalmente, rodeado por la familia y cinco uniformados, el hombre se quitó la vida con un cuchillo de cocina que le sacó a la familia.
Los hechos comenzaron a media mañana en la esquina de Sorrento y Casiano Casas. Allí, Ciro Fabián Devico, de 40 años, intentaba abrir las puertas de los autos que se detenían frente a la luz roja del semáforo para arrebatar al voleo lo que vislumbraba por las ventanillas. Cerca de las 13 intentó la maniobra por enésima vez. Pero quien conducía el vehículo era una mujer policía que se identificó como tal. Eso asustó a Devico, que a los tumbos y fuera de sí emprendió la que sería su última huída. Para su sorpresa, el hombre fue perseguido por algunos jóvenes del barrio, que lo increparon por robar en la esquina.
Ante tal situación, la mujer policía dio aviso al personal de comisaría 10ª, que se dirigió rápidamente al lugar y comenzó a perseguir a Devico. El hombre corría y se metía entre los pasillos de los asentamientos cercanos para evitar ser alcanzado. Al llegar a Juan B. Justo a la altura del 2000, dobló a su derecha en dirección al puente que pasa por arriba de las vías, se tropezó y fue visto por los vecinos de esa humilde cuadra que no salían de su asombro al ver a la policía y escuchar el ruido atronador de las sirenas.
El hombre atravesó el terraplén y subió al puente. Desde allí se deslizó por un pasillo del asentamiento y terminó frente a la humlide vivienda de la familia Orellana, a la que accedió tumbando una chapa que hacía las veces de puerta. "Lo ví y me dijo «correte y dame el nene», estaba loco y drogado para mí", dijo ayer Gustavo, en su cerrada lengua norteña.
Escudo humano. Los Orellana, Gustavo y Fabiana, tienen seis hijos y Jeremías, de 3 años, es el más chico. Fue él quien estuvo en riesgo de vida cuando el fugitivo quiso tomarlo como escudo humano frente a la policía y los vecinos que aún lo perseguían y quedaron a la puerta de la casilla de Gustavo.
Acorralado, el invasor tomó un cuchillo tipo tramontina de la mesa donde comía la familia y comenzó a amenazar a Orellana. "Me tiraba los puntazos a lo loco, como gallo ciego. Y me dijo que me tirara al piso mientras repetía «dame el nenen, dame el nene». Yo me puse adelante y lo encaré. Le bajé las manos y se le cayó el cuchillo", contó Gustavo, aún muy asustado y con sus pocas palabras, que multipicaron el miedo.
"Se le caía flema y los ojos parecían los de un animal. Me miraba así", dijo Gustavo poniendo cara de perro rabioso. "Agarró el cuchillo de nuevo y ahi entró la policía", relató mientras recreaba su peor pesadilla.
"El policía no lo apuntó ni nada. Le decía que se tranquilizara y otros dos lo rodeaban para sacarle el cuchillo". Entonces la voz del dueño de la casilla se entrecorta y casi temblando cuenta: "El muchacho le decía al milico «no te acerques que me corto» y se apuntó el cuchillo al cuello, como si se degollara".
Después todo fue vertiginoso, dijo Gustavo entre ademanes. "Se cortó el cuello, empezó a perder sangre por todos lados, y cuando la policía se acercó se empezó a clavar el cuchillo en el pecho. Pero ya estaba medio degollado, nos llenó la casa de sangre y manchó el piso, la heladera, todo". Cuando dice casa, Gustavo se refiere a un rectángulo hecho de chapas, ladrillos y cartón con habitaciones precarias.
"Se cortó tanto que se cayó y la policía lo levantó y lo metió a los golpes en el auto. El tipo se resitía y pegaba por todos lados", dijo Gustavo. Devico fue trasladado al hospital Alberdi, donde según la información oficial llegó muerto.
"Me dijeron que es un muchacho de buena familia pero que estaba mal y que si no se mataba hoy se mataba mañana", cuenta Orellana. Tras la pesadilla, dice, la familia está en pánico: "Los chicos se despiertan llorando y yo tengo miedo que piensen que yo lo maté, se mató solo el muchacho", insitió Gustavo.
La familia Orellana vive de las changas que puede hacer Gustavo como albañil. Y si no, él mismo es quien junta cartones. En Juan B. Justo, debajo del puente, varias familias viven de lo mismo y, a su manera, tranquilos. Pero el mediodía del viernes los Orellana y sus vecinos entendieron que sus vidas pueden cambiar en menos de un minuto.

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