lunes, 23 de abril de 2012

NAC. Vaca Muerta, la joya neuquina que aceleró la intervención a YPF

Tiene reservas extraordinarias, situadas debajo de tres provincias ricas en arenas con hidrocarburos. Aseguran que es el tercer reservorio mundial de su tipo.

Dos helicópteros se apresuran a atravesar el desierto y detrás lo sigue un convoy de camionetas que levanta una enorme polvareda. Debajo de esta tierra árida donde parece no haber nada más que roca, una enorme cantidad de petróleo, tanta que hace a los rudos obreros petroleros emocionarse hasta el llanto. Semejante expectativa y emoción han silenciado las voces en los más de 90 kilómetros de trayecto entre la ciudad de Neuquén y este paraje. Mirando al horizonte, cada tanto es posible dar con el reflejo de las lajas en los cerros colorados, un brillo como de chapa oxidada que ha dado origen al nombre de Loma La Lata.
Cuando la fila de camionetas se aparta del asfalto e ingresa de lleno en el desierto, la travesía adquiere un tinte de película de aventuras de Hollywood. Un destacamento de la Gendarmería autorizará quién puede entrar y quién no a este gigantesco desierto sin puertas. Y tras varios minutos a campo traviesa, en el medio de la nada, una carpa blanca iluminada desde adentro comienza a verse sobre la huella del camino. “Habrán descubierto un extraterrestre”, comenta con sorna uno de los invitados.
Pero no. Nos habían traído a las puertas del futuro petrolero, a la primera salida de petróleo de un yacimiento que puede cambiar el futuro del país. Se trata del petróleo no convencional que se esconde entre las piedras de Vaca Muerta, una extensa formación geológica que, ahora se sabe, concentra riquezas que pueden convertir a Neuquén en una nueva Arabia Saudita. Tanto que muchos afirman que la intervención a YPF y la expropiación de las acciones de Repsol de la petrolera obedecen a la decisión de disponer de ese recurso.
Menos de un año después de la escena, la foto luce ya vieja, gastada e imposible. Era el 10 de mayo de 2011. Bajamos de las camionetas ordenadas por YPF, que invitó a tres periodistas a conocer y presenciar el acto desde ese lado. Nos reciben el ministro de Planificación, Julio De Vido, y el CEO de YPF, Sebastián Eskenazi. Son las cuatro y media de la tarde, y todos están ansiosos de anunciar, en cadena nacional y en teleconferencia con Cristina Kirchner y Daniel Scioli en Casa Rosada, el descubrimiento de 150 millones de barriles de petróleo, el 8% de las reservas probadas del país. “Y eso sólo habiendo perforado una pequeña área, debajo nuestro pueden existir hasta diez veces más que eso”, explicaba Eskenazi. De Vido responde a una pregunta sobre si lo que anunciarán revertirá la caída en la producción de hidrocarburos de la última década: “Es un gran aliento más que un alivio”. Sonríen. De Vido y Eskenazi, y a su lado Jorge Sapag, se sienten los Beverly Ricos.
En la comitiva hay ingenieros y funcionarios, pero pocos obreros del lugar. Los más curtidos sienten el anuncio como un déjà vu. Comparten con el país su historia de vaivenes, de expectativas y permanentes caídas. Para los lugareños, Loma La Lata y hasta Neuquén misma había pasado de ser la tierra prometida a un desierto abandonado más de una vez. La Lata está a sólo cien kilómetros de Plaza Huincul, donde se extrajo el primer petróleo provincial en 1918. El descubrimiento y la perforación del Pozo LLL.x-1 atrajo a cientos de familias de la zona, pero “por esas cosas que nadie entiende”, la perforación terminó sesenta años después, en 1977.
Aquel año, a 3.300 metros de profundidad, se descubrieron enormes cantidades de gas y petróleo cristalino en nada menos que 37 mil hectáreas. Se anunciaron reservas por 320 mil millones de m3 de gas y 60 millones de m3 de crudo “liviano y características cristalinas”. Loma La Lata pasaba a tener la mitad de las reservas gasíferas, la tierra prometida.
El margen norte de los lagos que conforman el complejo Cerros Colorados se transformó en los años siguientes en la médula ósea de la política energética nacional. El gas parecía eterno y toda la industria nacional pasó a abastecerse de él en vez de hidrocarburos líquidos. El Gasoducto Centro Oeste, una megaobra finalizada en 1982, conectó con La Pampa, Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, San Juan y Santa Fe. Era el centro del mundo.
Pero muchos pozos se secaron y la producción volvió a menguar. Algunos recuerdan que entre fines de los 80 y principios de los 90 muchos pozos fueron dados de baja por YPF por “improductivos”, pero que de repente aparecían firmas privadas que los revivían.
Descubrimiento. De Vido se explaya. Ya no habla sólo de La Lata sino de Vaca Muerta. Un inmenso mar de gas y petróleo mezclado con arena y arcilla. Vaca Muerta es un nombre extraño para lo que parece ser uno de los yacimientos de petróleo y gas no convencional más grandes del mundo. “No lo digo yo, sino que la Secretaría de Energía de EE.UU. ha dado prueba de ello”, resaltaba el funcionario.
Los llamados shale-oil y shale-gas prometen ser una inagotable fuente de riqueza, pero no es tan fácil sacarlos. El gas y el petróleo no convencional están “en las arenas”, no se extraen fácilmente. En EE.UU. ya es una realidad. Allí, temerosos porque el gas se les acababa, empresas y gobiernos instalaron durante más de una década frente a la costa oeste más de una decena de plataformas para importar gas de barcos provenientes de Rusia y Medio Oriente. Hasta que descubrieron que estaban sentados sobre gas y petróleo no convencionales. Aprendieron a sacarlos y generaron la tecnología.
Todavía no comienza el acto, pero todos saben de su trascendencia, incluso para aquellos que no son ni nacidos ni criados en este desierto, ni siquiera en el país. Uno de ellos es un viejo obrero chileno, de impoluto casco blanco de ocasión, que parece haberse lustrado los borceguíes.
“¿Es para tanto esto, che?”, escucha.
“Esto es un salitral”, contesta.
Sus ojos verdes gastados de ver tanto desierto parecen una bolita de cristal frente al incipiente atardecer. De Vido y Ezquenazi esperan la transmisión desde Casa Rosada subidos al “tapón” del pozo que acaban de descubrir, pero los ojos del viejo chileno parecen recordar historias que desde chicos escuchan y sueñan todos los que nacieron cerca del desierto chileno de Atacama. La historia del “salitral” comenzó en 1810, pero del otro lado de la cordillera. Fue cuando unos paisanos descubrieron que el océano de nitrato de sodio por el que solían enfermarse y sufrir ataques de bronquitis podía ser utilizado para la fabricación de pólvora en Europa y EE.UU.
Lo comprendieron, como ahora sabían en Neuquén, que vivían en un desierto con una riqueza extraordinaria bajo sus pies. Decenas de miles de inmigrantes llegaban a hacerse “el salitral” a Iquique, Arica y Antofagasta. El oro blanco había cambiado la historia y había convertido a cientos de pobres en prósperos cuentapropistas. Y se transformó en el 51% de los ingresos estatales de Chile. Pero todo cayó de un día para el otro, cuando los alemanes inventaron un sustituto químico sintético.
Efecto riqueza. “Vaca Muerta es su salitral”, repetía el viejo chileno. Se refería a la primera parte de la historia, pero también al mismo nombre del yacimiento. En Neuquén, se sabe, pueden criarse chivos y cabras, y trabajar los burros. Pero no hay vacas. Las vacas mueren en Neuquén, tierra de clima árido y de agua salada, hasta los lagos se confunden con los del Mar Muerto.
Al límite, cuando el viento comienza a soplar, el sol cae y los choferes de las camionetas contratadas por el Gobierno comienzan a turbarse –sin luz será difícil encontrar la ruta de regreso–. Sólo entonces, al límite, en Buenos Aires comienza el acto. Cristina junto a Scioli desde Casa Rosada felicitan a sus funcionarios, al empresario “amigo” del Grupo Petersen y a los trabajadores.
Todos miraban la pantalla improvisada en medio del desierto, respetuosamente con sus cascos, aunque nada podía caerse sobre sus cabezas. La escuchaban atentamente, sonreían cuando sentían que había que hacerlo, aplaudían y esperaban, sobre todo esperaban, esperaban lo que De Vido y Esquenazi estaban a punto de hacer: girar hacia la izquierda la enorme manivela amarilla. Se oía el silencio en el desierto cuando del pozo comenzó a brotar un petróleo traslúcido que por un tubo transparente caía en el primer barril oficial de petróleo nacido en Vaca Muerta. La expectativa traicionó a los petroleros, que dejaron caer lágrimas.
Cuando bajaron del estrado los políticos y empresarios, uno de los sensibilizados por el crudo no fue a felicitarlos como el resto. Se abalanzó sobre el primer barril oficial de YPF, mojó sus dedos en el crudo como en agua bendita y se hizo la señal de la cruz.
En noviembre pasado, YPF anunció que las reservas probadas del yacimiento podían estimarse en torno a 927 millones de barriles de petróleo. En febrero, hace dos meses, la empresa elevó la estimación de reservas a 22.500 millones de barriles. A precios actuales, cada argentino tiene guardados unos US$ 50 mil debajo de este desierto de sinsabores.

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