El presidente Mauricio Macri estrecha la mano de su homólogo colombiano Juan Manuel Santos durante una rueda de prensa luego de una reunión en el Palacio de Nariño de Bogotá (Colombia). Foto: EFE
El encuentro se concretó en la Casa de Nariño, en Bogotá. “Quiero agradecer el compromiso que manifestó el gobierno argentino en colaborar en el avance del proceso de paz; creemos que la Argentina, con su experiencia en el tema de la memoria histórica, tiene mucho que aportar y nos interesa también la colaboración en la constitución de un banco de datos genéticos que ayude a identificar a las víctimas”, señaló Santos durante la declaración a la prensa que ambos jefes de Estado brindaron tras el encuentro.
En las calles de Bogotá, el tema de la paz con las FARC está presente de manera permanente en cada conversación que un visitante entabla con un chofer, un vendedor, un estudiante, un conserje o un funcionario. Después de tres años y medio de conversaciones en La Habana, Cuba, la solución de un conflicto que se remonta a más de medio siglo parece más cercana que nunca, y esa posibilidad llena de ilusiones a los colombianos.
“Tengo más de 30, y desde que tengo uso de razón sé que hay guerrilla en Colombia; todos los países tienen sus problemas, sus cosas, sus pobrezas, pero bueno, 50 años de lucha armada es suficiente, se tiene que terminar de una vez”, apunta Julio, un mozo que trabaja en el barrio La Candelaria, en la zona histórica de Bogotá, donde se ubica la Plaza de Armas de la capital.
“Pacificación”, “Paz, ya, paz ahora”, son algunas de las pintadas que ilustran las calles de La Candelaria que pueden ser apreciadas por los visitantes que se deslizan por las calles angostas y sinuosas de esta barriada que parece conjugar la tradición colonial con el ritmo del regaetón como no sucede en ningún otro lugar del mundo.
Como parte de sus actividades protocolares, Macri visitó hoy el Palacio de Justicia para entrevistarse con los integrantes de las altas cortes de Colombia. Ese edificio fue, hace 30 años, escenario de una de las batallas más duras e impactantes que el conflicto armado colombiano tuvo a lo largo de su prolongado discurso, aunque en ese caso no con las FARC.
El 6 de noviembre de 1985, guerrilleros del Movimiento M-19 tomaron el palacio de Justicia y a 350 rehenes, entre los que había jueces, funcionarios, empleados judiciales y meras personas de a pie que peregrinaban por los tribunales en el seguimiento de alguna causa o expediente. El M-19 decía que el gobierno del entonces presidente Belisario Betancur no cumplía con el cese al fuego que había pactado con la organización.
Tras 27 horas de combate, el Ejército y la Policía retomaron el control del palacio a sangre y fuego, en una operación que dejó 98 muertos, entre ellos 11 jueces, y una cantidad similar de desaparecidos.El M-19 dejó la lucha armada en 1990 y sus integrantes se unieron a distintas organizaciones políticas, pero el recuerdo de esa batalla está aún presente en la memoria de los bogotanos.
Alexandra, una funcionaria de prensa de la Presidencia de Colombia, muy diligente a la hora de facilitar acreditaciones, reparte folletos sobre el proceso de paz entre los periodistas argentinos destacados en la Casa de Nariño. Son publicaciones de la Oficina del Alto Comisionado para la Paz, una de las instituciones que se encargan de supervisar la marcha de las conversaciones que tienen lugar en La Habana.
“Lo que hemos logrado en La Habana”, se denomina el breve pero explicativo documento que enumera las razones por las cuales el Estado colombiano apuesta por esta negociación por la paz. “El desarrollo agrario, la participación política, y el respeto por la visión de las víctimas son algunos de los logros que se enumeran como parte de una política de Estado. Un país en paz, es un país que crece. Con el conflicto, perdimos una década de crecimiento, sin él podríamos ganarla”, reflexiona el académico y economista colombiano Jorge Restrepo, y en esa frase expresa el sentimiento de gran parte de un país deseoso de cerrar una prolongada herida.
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