Educación. La historia de la alumna que “no sabía nada” y la docente que la aprobó se viralizó y cosechó opiniones a favor y en contra. Las evaluaciones, los contenidos y el rol de la institución educativa, en discusión
Un proceso. En la escuela secundaria se insta a los educadores a no basarse solo en la prueba final / Foto: Archivo Uno Santa Fe
La historia se viralizó en las redes sociales. Una maestra contó en su blog cómo aprobó a una alumna que le dijo que no había estudiado, porque no tenía el libro, para la evaluación que definiría si pasaba o repetía el año. La educadora de Mar del Plata –que estaba realizando un reemplazo en Sierra de los Padres– tomó la decisión de darle una oportunidad a la adolescente proponiéndole que escriba sobre temas que conocía: las plantaciones de frutillas en las que trabajaba y las características de Bolivia, de donde era oriunda. Aplaudida por muchos y cuestionada por otros, la docente despertó el debate sobre el rol de la escuela en la Argentina de hoy y el valor de las evaluaciones.
La obligatoriedad de la secundaria es uno de los principales desafíos que enfrenta el país a 10 años de la sanción de la ley de educación nacional, donde se estableció su obligatoriedad. El propio ministro de Educación de la Nación, Esteban Bullrich, dijo, días atrás, que solo egresa la mitad de los adolescentes que se inscriben en el nivel medio.
En ese sentido, está comprobado que los alumnos repetidores tienen mayores posibilidades de abandonar el sistema educativo. Y que esa situación se profundiza cuando los contextos socioculturales son menos favorables. Entonces, en muchas zonas, hacer repetir a un alumno es una condena a la exclusión.
Muchas personas –incluso docentes– argumentarán que no son los profesores los que “hacen repetir” al alumno sino que es el propio adolescente el que no alcanza los objetivos. Sin embargo, si los contenidos que se plantean en la currícula no están contextualizados, no se adaptan a las características del alumnado ni contemplan las diversidades del aula hay mucho que el sistema educativo –a través de sus diferentes actores como los políticos, los directivos y los docentes, entre otros– hizo para que ese estudiante no alcance los objetivos.
La historia de Mar del Plata plantea un escenario inverso. Se trata de una docente, Lucía Gorricho, preocupada por una alumna que, a pesar del esfuerzo cotidiano que le reconoce el director de la escuela de Sierra de los Padres, no pudo prepararse para un examen que definirá su futuro; y el de un enfoque de la educación desde la inclusión y el reconocimiento de los distintos saberes.
Si bien el relato de la educadora (ver nota vinculada en la página 9) cosechó una gran cantidad de adhesiones y reconocimientos; también despertó algunas críticas sobre la “calidad de la educación” y la “injusticia” que representaba para los compañeros de la estudiante que haya aprobado sin haber estudiado lo que se suponía que debían tomarle.
“El debate atraviesa la situación y es amplio. Primero hay que pensar cuál es el objetivo que tiene la escuela como institución; y me parece que no es solo ser un transmisor de contenidos sino que tienen que ser un generador de espacios para que los alumnos puedan reflexionar, aprender contenidos que les permitan transformar la realidad, que pueda ser un espacio de intercambio y sociabilización. Por lo tanto, ligar la escuela a contenidos tan específicos sería, desde mi punto de vista, algo para discutir”, explicó Rodrigo Alonso, profesor y secretario adjunto de Amsafé La Capital.
Por su parte, Silvia Morelli, directora de Desarrollo Curricular del Ministerio de Educación de la provincia, se refirió a las críticas de quienes sostuvieron que la resolución de la evaluación resultaba injusta para los demás estudiantes y analizó: “En Santa Fe, en el marco de acciones como el Vuelvo a Estudiar, intentamos cambiar la injusticia por solidaridad. Porque la solidaridad te permite ponerte en el lugar del otro, armar otra escala de valores y compensar de manera diferente. Cuando necesitás ser solidario, el escenario y los criterios de evaluación cambian”.
Y siguió: “La calidad académica no siempre se consigue con una buena evaluación. Hay que empezar a pensar en otras condiciones como el modo en que se arma y desarrolla el programa, la cantidad de horas de clases y cómo se relacionan los contenidos con lo que hacen los estudiantes fuera de la escuela. Todo eso hace a la calidad académica”.
Medir los aprendizajes
Las evaluaciones han sido siempre el cierre del abordaje de un tema, o de un conjunto de temas, en una materia. Para muchos docentes sigue siendo el punto determinante para definir cuál alumno aprendió y cuál no. De todas maneras, en los últimos años se comenzó a trabajar sobre el concepto del proceso de aprendizaje y a animar a los profesores a evaluar todo el camino que hizo el alumno, y no solo el resultado de la prueba final, para definir una nota.
“El problema fundamental es la evaluación. Hay una tradición que marca que uno tiene que ser muy riguroso cuando evalúa y que una evaluación te determina cuánto sabe cada estudiante. A mí me parece muy interesante el caso de esta estudiante porque, en principio, advierte que no hay que escandalizarse con las evaluaciones en nivel secundario, que además es el nivel educativo clave para formarse y conseguir un trabajo”, analizó Silvia Morelli, quien reconoció que también es la etapa de formación en la que hay mayor repitencia y abandono.
Y agregó: “Entonces puede haber opiniones a favor y en contra de una profesora que decide aprobar a una estudiante que, además, con total honestidad le dijo que no había estudiado para el examen. En principio, en esa evaluación se están poniendo en juego muchos otros saberes que no son los disciplinares que pretendía la escuela que se evaluaran. Porque lo primero que se corre de lugar es el contenido del programa con el cual tenía que rendir la estudiante y aparecen otros contenidos que tienen que ver con los valores”.
La profesora. Compartió en las redes sociales el completo examen que le entregó la joven.
En ese sentido, la funcionaria valoró la honestidad de la estudiante de reconocer que no había estudiado y la empatía de la docente al buscar qué otros saberes tenía la alumna para poner en juego en la evaluación. “Era un examen previo, si rendía mal repetía”, marcó Morelli y resaltó que el nivel secundario tiene características particulares que deben contemplarse.
“En situaciones de vulnerabilidad el primer paso es reconocer al estudiante. Si vemos la calidad y la inclusión, partiendo de la vulnerabilidad, pensando quiénes son los estudiantes con los que trabajamos y de qué modo podemos ayudarlos, me parece que es un buen paso”, subrayó y dijo que es la escuela la que tiene que “pensar las evaluaciones institucionalmente” y que, un caso como el de Sierra de los Padres, “puede servir en situaciones equivalentes y la escuela tiene que poder tomar definiciones, habilitando a los profesores. Acá la docente tiene una muy buena reacción desde su lugar de enseñante”.
Al respecto, Alonso manifestó: “Hay que pensar una escuela alejada de un objetivo único que es la transmisión de contenidos. Porque los contenidos, en la actualidad, se pueden encontrar en distintos lugares como los libros o internet. El acceso al contenido es mucho más simple ahora. Me parece que el deber de la escuela es poder fomentar espacios para poder analizar críticamente sus contenidos”.
Y cerró: “A la evaluación nosotros la entendemos como un proceso que se da, además, en base a lo que se ha trabajado, a las expectativas que uno tiene sobre cada alumno en particular, intentando sacar la mayor potencialidad que tiene. Por eso el proceso educativo tiene atravesada la evaluación. Y esa evaluación, indudablemente, está ligada a cada alumno y, por lo tanto, atravesada a su desarrollo personal. Todo eso se tiene que tener en cuenta en una evaluación por eso, generalmente, ponemos en duda las evaluaciones estandarizadas porque son las que se aplican en distintos lugares del país o del mundo sin tener en cuenta el proceso que están llevando adelante el alumno junto al docente”.
Victoria Rodríguez / victoriarodriguez@uno.com.ar / De la Redacción de UNO
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