Los vecinos aseguran que había actividades “non sanctas” en la casa de E. Zeballos al 2800, donde anoche fue asesinada una mujer.
Hace poco menos de un año en el lugar funcionaba una pescadería. Luego pusieron el inmueble en alquiler. A partir de entonces comenzaron los problemas. Foto: Manuel Fabatia
El Litoral
Danilo Chiapello
“Lo de anoche fue un despelote... todavía estoy temblando”, dice la mujer mientras trata de ocultarse de miradas indiscretas.
Eran cerca de las 20 cuando los vecinos de E. Zeballos al 2800 escucharon dos estampidos. “El ruido fue inconfundible, fueron balazos”, dijeron.
Tras las detonaciones un hombre salió corriendo desde el interior de ese inmueble, el que desde hace tiempo era motivo de preocupación en la barriada.
“¡Ayudenmé, ayudenmé!” fue lo que este hombre gritó a un vecino, el que se disponía a disfrutar de una cena con los suyos al aire libre, en la puerta de su casa. Acto seguido el desesperado trepó a su automóvil y salió a toda velocidad.
Los testigos de esta escena no vacilaron en dar cuenta de lo ocurrido al 911. En contados minutos varios patrulleros llegaron al lugar.
Los primeros uniformados que ingresaron a la casa encontraron el cuerpo sin vida de una mujer. La víctima presentaba un impacto de bala, que ingresó por el tórax y salió por la espalda.
La infortunada fue identificada como Verónica Gisela Rodríguez. Tenía 34 años.
En medio del revuelo distintos grupos de policías salieron en busca del supuesto agresor. Y las novedades llegaron procedentes de barrio Roma, más precisamente desde la zona de La Rioja al 3900 donde se produjo la captura del supuesto agresor.
El imputado es un hombre, de 36 años, y ante la primera requisitoria de los investigadores habría reconocido la autoría del hecho.
Se veía venir
El crimen de esta mujer fue algo así como una muerte anunciada. “Todos sabíamos que algo malo iba a pasar en esa casa en cualquier momento”, dijeron nuestros entrevistados.
Todo comenzó hace poco menos de un año cuando en dicho lugar dejó de funcionar una pescadería y la propiedad fue puesta en alquiler.
Su primer inquilino fue un hombre quien, desde el minuto cero, no supo ganarse la simpatía de sus vecinos.
“Enseguida nos dimos cuenta que no trabajaba. Dormía toda la mañana y ocasionalmente se podía verlo durante la tarde. Un tiempo después dos mujeres se agregaron y últimamente estaba viviendo con esta chica”, comentaron.
Pero la llegada del nuevo “vecino” trajo consigo también la aparición de dudosos “personajes” que, a toda hora, “desfilaban” por dicha casa, a esta altura ya considerada siniestra.
Era común ver distintas personas que frecuentaban en este lugar. Venían con autos, con motos, estaban un rato y se iban. Era evidente que había alguna actividad dudosa”, sentenciaron.
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