Por primera vez en medio siglo, el Fondo Monetario Internacional volvió a realizar una cumbre en América latina.
Cumbre. En Lima los países del G-20 escucharon los pronósticos del FMI.
Por primera vez en medio siglo, el Fondo Monetario Internacional volvió a realizar una cumbre en América latina. Este año, la reunión conjunta con el Banco Mundial se realizó en Perú, uno de los países mimados por la comunidad financiera regional durante los últimos años. Pese al impacto de la caída de los commodities en este nuevo bastión de sus recetas, que ya obligó al Fondo a rebajar dos veces sus proyecciones de crecimiento, el escenario elegido para el encuentro se mantuvo como un emblema de los nuevos tiempos.
Desde allí, el organismo difundió sus nuevos pronósticos sobre la economía global. Una secuencia que reduce para el conjunto de regiones y países las estimaciones de actividad, pero con el foco puesto en la desaceleración o recesión de los emergentes, la fuga de capitales hacia los países centrales, la caída de los precios de las materias primas y, dentro de ese contexto, la situación de América latina como el bloque económico de peor desempeño durante este año.
La recesión de 0,3 por ciento que se espera para 2015 es la síntesis de un panorama heterogéneo, en el que las economías de enclave asociadas a la demanda de Estados Unidos presentan mayores tasas de crecimiento, mientras que las asociadas a los grandes emergentes, como Brasil, sufren la nueva fase de la crisis de 2008. Con un módico crecimiento de 0,4 por ciento, la Argentina es el único país sudamericano al que el FMI le revisó al alza dos veces su estimación de expansión económica.
Ese dato se convirtió en anécdota para los propios técnicos del organismo que protestaron contra la macroeconomía local y reclamaron al gobierno que, pese a este contexto global recesivo, lleve adelante un ajuste. El cambio de ciclo, luego de una década de fuerte impronta heterodoxa en el paradigma que explicó la expansión de los países emergentes, le da revancha al organismo. Con las recomendaciones que llevaron a la economía local a la crisis de 2001, sus funcionarios recuperan el protagonismo que tuvieron en sus años de gloria durante los 70, 80 y 90. Y africar al gobierno argentino es un deporte popular en esa comunidad de negocios, que desde afuera y adentro está lanzada a agitar el panorama preelectoral con su apuesta a una crisis cambiaria. "Las reservas alcanzan para sobrevivir hasta el 10 de diciembre", dijo el principal ejecutivo local de otra vieja conocida de la farándula de negocios, la calificadora Moody´s. En una reunión con empresarios locales, el ejecutivo quiso ser más explícito todavía. En medio de la enumeración un aquelarre de distorsiones de la economía local consideró que "lo peor" para esa compañía es el incumplimiento del fallo del juez Thomas Griesa que ordena pagarles a los fondos buitre. Holdouts, para los amigos. Una rara valoración de la inteligencia electoral argentina les dice a este tipo de gurúes que es una gracia, en el camino de derrotar al oficialismo, embanderarse con los buitres, el FMI y las recetas de ajuste de siempre.
Por caso, fue un economista de la oposición, el ex presidente del BCRA Martín Redrado, quien se apresuró a tomar distancia de las locas recomendaciones del Fondo Monetario. "Siempre se han equivocado", dijo.
La guardia financiera de Daniel Scioli, en cambio, es la que se muestra más entusiasta con la política de ofrecer "señales" al mercado contra promesas de un baño de dólares durante un eventual gobierno suyo. Además de la prédica de un hombre del sector, como Mario Blejer, incorporó a los gobernadores de Salta, San Juan y al radical de Corrientes a la ofensiva diplomática para pactar la rendición con Paul Singer. Un dato no menor, que exhibe las alianzas territoriales del candidato a presidente del Frente para la Victoria, y que anticipa el papel que la agenda federal, la relación con las provincias, tendrá en un eventual gobierno suyo. Otra diferencia, entre tantas, que exhibirá respecto de la actual administración.
Mientras el candidato oficialista apuesta al valor futuro de su gestión, convergiendo y disputando la agenda restauradora con la oposición en materia económica, apoya sus chances electorales en el valor presente de la política económica de Axel Kicillof. Es raro, pero este plan y este modelo del que abominan los candidatos, incluido el oficialista, y el sector más radicalizado de la comunidad financiera y empresarial, es el que le permite al gobernador bonaerense puntear en las encuestas. A futuro, esta contradicción abre un panorama inquietante, toda vez que en cuanto se acomoden las fichas de las nuevas autoridades electas, un programa que consista en volver atrás con los fundamentos del actual esquema económico podría abrir un nuevo tipo de disputa. Ya no será un debate entre políticos en campaña sino con una porción del soberano que hasta ahora parece insistir en traducir en intención de voto su adhesión económica. Quizás sea esa la explicación del lugar que tiene por estos días en la agenda de algunos economistas la preocupación por el conflicto social en 2016.
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