La familia Sabetta aún no sale del asombro por la insospechada trascendencia que tuvo la comunicación desde el Vaticano.
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La historia que terminó con el inesperado llamado del Sumo Pontífice había empezado ocho años atrás, cuando Jaquelina quiso comulgar ante un sacerdote local que se lo negó porque estaba casada con un hombre divorciado. En septiembre del año pasado, y luego de la asunción de Francisco, alguien les dijo que le contaran el episodio, y le mandaron una carta. El lunes recibieron el llamado. Julio volvió a recordar que "se presentó como el padre Bergoglio, dijo que estaba conmovido por la situación y le pasé con mi mujer. Habló unos diez minutos", recordó el padre de la familia, e insistió con la "inmensa paz" que le transmitió Francisco.
En el lugar. LaCapital estuvo la tarde de ayer en el negocio, que los Sabetta mantenían abierto y donde seguían atendiendo a la gente, pese a los días vertiginosos que les tocó vivir. Tanto el padre como las hijas explicaron que Jaquelina no se sentía bien, que la situación la había sobrepasado y que estaba descompuesta. "Julio, ya no puedo hacer más nada", cuenta el esposo que le dijo su mujer. "Es que no pensamos nunca que todo esto llegaría tan lejos", confesó.
Eso no impidió que ellos contaran toda la historia, ni que la madre, horas antes, le contara brevemente a FM Vale que no la dejaban confesarse ni comulgar "porque supuestamente vivía en pecado. Mi marido es divorciado y a mí me decían que no me podían dar la comunión porque cuando volvía a mi casa volvía a estar en pecado". Y contó que con humor, Francisco le dijo: "Algunos son más papistas que el Papa, andá a otra iglesia y confesate, que no hay ningún problema". Así lo reprodujo el diario digital SL24, que fue el que anteayer lanzó la primicia.
Julio tiene un reparto de frutas secas y copetín, un rubro que "anda bastante duro". Jaquelina atiende el pequeño almacén que montaron en General López y Silverio Córdoba, al frente de la casa de la familia en San Lorenzo, y que seguramente ayuda a la economía familiar. Las chicas estudian en el colegio San Carlos y juegan al hockey en Logaritmo, que tiene el campo de deportes en Ibarlucea.
La historia. Jaquelina nació el 2 de febrero de 1967; su esposo, el 1º de agosto de 1963. Ella había nacido en Firmat, pero cuando tenía tres años su madre murió y de niña vino a vivir a San Lorenzo, donde las criaron unas tías. Cuando eran adolescentes se pusieron de novios, en una relación que no duró más de seis meses. Julio se casó con otra mujer en 1985, pero en 1992 se divorció. Entonces, se reencontró con Jaquelina y en 1994 se casaron. Después vendrían Candela y Josefina, que hoy tienen 17 y 14 años.
Las chicas, contó el padre, están exaltadas, "en el colegio todos les preguntan por lo que nos pasó", dijo, y confesó: "Uno medio que se asusta con todo esto, vino a vernos gente a la que le había pasado lo mismo que a Jaquelina, y nos dijo que lo que nos había ocurrido era importantísimo, que abría un camino", narró.
Emoción. Tal como lo publicó LaCapital en su edición de ayer, Sabetta contó que Francisco le dijo a su esposa que ciertas prohibiciones dentro de la Iglesia "son un tema que está tocando el Vaticano, porque el divorciado que comulga no está haciendo nada malo". El hombre recordó también que toda la familia se abrazó después de la llamada. "Lloramos, no lo podíamos creer", narró, aunque insistió con que "la paz interior que te transmite es un momento único, hay que ver con la humildad con que se presentó".
Pasarán los días y todo volverá a la normalidad. La casilla telefónica no dejará de recibir mensajes por estar ya llena. No llamarán los medios de todo el país y de otras partes del mundo. Pero la experiencia única que les tocó vivir va a quedar siempre.
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