Las posibilidades siempre están. A menudo suelen presentarse. Después, está en cada equipo contar con la inteligencia y la sabiduría para saber aprovecharlas.
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Las posibilidades siempre están. A menudo suelen presentarse. Después, está en cada equipo contar con la inteligencia y la sabiduría para saber aprovecharlas. Central lejos estuvo de ser inteligente. Mucho menos, sabio. Y Vélez se lo hizo pagar. Que el conjunto de Liniers presentara un equipo alternativo era una ventaja. Quien así no lo haya entendido, habrá estado en el camino de buscar alguna excusa. Por eso, la pelea por el título (también la clasificación a la Sudamericana, que sigue latente) sufrió un revés de aquellos. Todo por obra de un partido decididamente malo por parte de Central. Si hasta el castigo pudo ser más cruel por parte del piberío velezano.
Esa obra de arte a la que Mauro Zárate le dio vida cuando apenas iban 50 segundos de juego fue clave. Nada que no pudiera subsanarse con el correr de los minutos, pero siempre intentando afrontar un mínimo de protagonismo o de amor propio. Central careció de todo ello. Y no sólo eso, sino que de a poco fue exponiendo sus debilidades.
Es que en ese intento de rearmado futbolístico y fortalecimiento anímico, apareció la estupidez de Encina (golpeó a Asad en el rostro cuando la pelota no estaba en juego), quien fue expulsado a los 10’.
Replanteo obligado. Y con contigencias adversas. Un combo que el Canalla jamás pudo desentrañar. Porque ya en desventaja e inferioridad numérica quedó a expensas de la maldad (entendida en el buen sentido) de un Vélez que prácticamente cerró el partido con el otro gol de Zárate (22’).
Replanteo obligado. Y con contigencias adversas. Un combo que el Canalla jamás pudo desentrañar. Porque ya en desventaja e inferioridad numérica quedó a expensas de la maldad (entendida en el buen sentido) de un Vélez que prácticamente cerró el partido con el otro gol de Zárate (22’).
Tibio, desdibujado, inofensivo, apático. Todo eso fue Central a lo largo de un primer tiempo en el que Vélez falló el tercero primero cuando Donatti apareció justo para emparchar el error de Caranta (23’), después cuando Nanni estrelló un remate en el palo derecho del uno canalla (36’) y más tarde cuando Villalba se lo comió entrando por derecha (44’). A esa altura, poco había resultado el manotazo de Russo con el ingreso de Medina en lugar de Nery Domínguez.
Desde la actitud algo cambió en el complemento. No desde el juego. Puede tomarse apenas como un guiño positivo esa intención de no resignarse. En eso entra en consideración el cabezazo de Luna que se fue cerca del palo izquierdo (51’), el remate de zurda de Ferrari que tapó Aguerre (54’) y el disparo de Méndez que se fue desviado (62’), tras una buena apilada de Carrizo.
¿Del otro lado qué? Un par de estocadas fuertes por parte de Vélez. Algunas a modo de amedrentamiento, como un remate de Rolón que lamió el vertical derecho de Caranta (58’) y el zurdazo de Nanni que tocó el palo izquierdo (60’). Otras de carácter de sentencia, como el disparo de Rolón (70’), que aniquiló cualquier intento de heroísmo por parte de Central.
El “vamos, vamos los pibes” con el que se despachó la gente de Vélez sobre los 34’ del segundo tiempo fue la sentencia en medio de tantas conjeturas en pleno fragor de la lucha.
Es que a esa altura ya Central, además de deambular por la cancha, sufría el partido. Y lo padeció hasta el último minuto, cuando Nanni hizo lo que quiso por izquierda para cederle el pase a Vélez Cedeño. El tanto de Medina, sólo para las estadísticas.
Fue el epílogo de un partido para el olvido, con una demostración de fútbol de un puñado de pibes hacia un Central que jugó en diminutivo y que tuvo un castigo mayúsculo y merecido.
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