11 muertos y una treintena de heridos, a pesar del anunciado alto el fuego de los insurgentes
Diario El Pais.
Once personas han resultado muertas y una treintena heridas en un doble atentado suicida cometido este lunes por la mañana en un tribunal de Islamabad. A plena luz del día y en el corazón de la capital paquistaní, el atentado no sólo cuestiona el diálogo que el Gobierno quiere establecer con los insurgentes talibanes, sino la existencia de un interlocutor común para la amalgama de grupos que se asocian bajo ese paraguas. Dos días antes, Tehreek-e-Taliban Pakistan (TTP), la organización que agrupa a los talibanes paquistaníes, había anunciado un alto el fuego de un mes. El portavoz del TTP ha negado cualquier relación con el ataque.
Una docena de hombres armados llegaron al tribunal situado en el sector F-8 de Islamabad, entraron en una de las salas donde iba a celebrarse una vista y empezaron a disparar, según relatos concordantes recogidos por las agencias de noticias. Dos de ellos hicieron estallar los explosivos que llevaban bajo la ropa. La detonación, poco después de las nueve de la mañana, resonó en el centro de la ciudad. Aunque los atentados son frecuentes en Pakistán, este es el primero que se produce en la capital desde hace tres años.
Entre los 11 muertos, la agencia Reuters identifica al juez Rafaqat Awan, que el año pasado rechazó una petición para abrir una causa por asesinato contra el expresidente Pervez Musharraf por haber ordenado el asalto a la Mezquita Roja en 2007. Muchos islamistas radicales se la tienen jurada desde entonces y cualquiera que se interponga en su camino para hacerle pagar por el centenar de muertes que causó aquella operación es susceptible de estar en su lista de objetivos.
Sin embargo, en contra de lo habitual, nadie se ha responsabilizado del atentado de esta mañana. Al contrario, el TTP ha buscado distanciarse, para salvar el proceso de paz con el Gobierno que intentaba relanzar con el alto el fuego anunciado el sábado.
“No tenemos nada que ver con este ataque. Apoyamos con firmeza el alto el fuego. Y nuestros camaradadas dentro del movimiento no pueden violar este acuerdo”, declaró el portavoz oficial del TTP, Shahidullah Shahid, citado por France Presse.
No obstante, en el pasado no ha sido infrecuente que alguna de las distintas facciones agrupadas en el TTP reclame la autoría de un ataque, en contra de la línea establecida desde la dirección central.
La situación ahora es más complicada. Nawaf Sharif ganó las elecciones del año pasado con la controvertida promesa de dialogar con los talibanes, para acabar con una década de violencia que ha dejado cerca de 8.000 muertos civiles. Sin embargo, el proceso de paz anunciado a principios de febrero tuvo que ser suspendido unos días después cuando una facción del TTP asesinó a 23 miembros de un cuerpo auxiliar del Ejército. En represalia, la aviación paquistaní bombardeó sus posiciones en Waziristán del Norte, uno de los feudos que los insurgentes islamistas mantienen en las regiones tribales fronterizas con Afganistán.
Ese paso, que el Ejército había evitado hasta ahora, debió alarmar a la dirección del TTP que el sábado anunció un alto el fuego unilateral de un mes para relanzar el diálogo. Al día siguiente, el Gobierno respondió con la suspensión de los bombardeos, aunque anunció que se reservaba “el derecho de responder de forma adecuada a cualquier acto de violencia”.
El atentado de hoy pone de relieve la oposición de los sectores más radicales a cualquier negociación. También refuerza los argumentos de numerosos analistas para quienes el alto el fuego talibán es sólo una táctica para reagrupar sus fuerzas tras las pérdidas sufridas con los ataques aéreos.
“El TTP con frecuencia ofrece paz por la mañana y luego lanza ataques en la misma tarde”, asegura Shaukat Qadir, un general de brigada paquistaní retirado en un artículo publicado hoy antes de que se conociera el atentado. En su opinión, “en Pakistán, los terroristas no tienen ningún incentivo para aceptar las ofertas de paz”. Muchos de sus colegas en el Ejército opinan que sólo tras vencer militarmente a los insurgentes, será posible un diálogo. El problema, para el Gobierno, es que muchos paquistaníes simpatizan no con las acciones de los talibanes, pero sí con buena parte de su ideología y, en consecuencia, rechazan la confrontación y las tácticas de tierra quemada que utilizan los uniformados.
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