Delincuentes armados entraron a robar al hogar de un matrimonio, propietario de un conocido comercio céntrico de nuestra ciudad. Golpearon salvajemente en la cabeza al hombre y a su mascota, un perro raza labrador.
El Litoral |
“Todo comenzó poco antes de las 22 del domingo -comenzó a relatar Raquel esta mañana-. Terminamos de cenar con mi esposo y decidimos acomodar todo para acostarnos. Yo salí para darle de comer a los perros, mientras él iba a cerrar las galerías. Cuando volví a entrar, me encontré con los dos tipos adentro. Habían roto el alambrado perimetral del frente. Me parecía que se trataba de un sueño”.
La mujer, todavía consternada por lo vivido, siguió recordando: “Uno tenía unos 25 años, un revólver en la mano y su rostro al descubierto. Ese estaba desencajado y seguro que también drogado. Sus ojos se veían completamente enrojecidos. Me apuntó a mí. El otro nunca se quitó el casco de la cabeza y portaba una escopeta recortada. Éste se dirigió corriendo adonde estaba mi marido y lo tumbó de un culatazo en un ojo. En el piso, siguió pegándole a Jorge en la nuca con una violencia increíble, mientras gritaba: ‘¡La plata, la plata, los celulares!’ ”.
Raquel imploró por la vida de su esposo, que estaba desplomado, indefenso y ya “chorreaba sangre por todos lados”: “Por favor, quédense tranquilos. Ahí tienen los dos celulares. Además, les voy a dar todo lo que tengo, pero no lo golpeen más”, les dijo.
Sin “códigos”
“Entonces fui a la pieza, busqué efectivo que excepcionalmente tenía guardado y se lo di a uno de los ladrones. Los perros ladraban, Toro (un labrador) trató de saltar sobre el que tenía la escopeta y él lo encañonó”, señaló la mujer, que nuevamente tuvo que suplicar: “Por favor, no me lo mates”. El malviviente “se apiadó” y no apretó el gatillo, pero giró su arma y descargó una andanada de golpes con la culata contra la cabeza de la mascota.
“Cuando los asaltantes salieron a la galería -agregó- traté de cerrar la puerta. Entonces uno se enojó y me dijo: ‘¡¿Qué hacés!?’. Yo le respondí: ‘¿Por qué no se van si ya les di el dinero?’. Se sorprendió y rápidamente le recriminó a su cómplice. Se ve que no le había dicho nada y terminaron peleando entre ellos por el botín. Finalmente, luego de unos 10 minutos aproximadamente, se fueron, abordaron un automóvil y desaparecieron”.
Raquel buscó ayuda en casa de un vecino, que solidariamente cargó a Jorge en su vehículo y lo trasladó al hospital Cullen, donde recibió asistencia médica. El herido, que sufrió lesiones importantes que llegaron a comprometer uno de sus ojos, permanece en reposo y se recupera en su domicilio.
Sin paz
Raquel tiene 68 años y su marido 66. Son dueños de una mueblería céntrica. Tienen 4 hijos y 10 nietos que ese mismo domingo los habían visitado durante el día.
“Hace años que tengo el negocio y trabajo todo el día. Nosotros vivimos en barrio Constituyentes, pero desde diciembre nos fuimos a quedar en la casaquinta de Sauce Viejo. Pensé que había encontrado mi lugar y eso les comentaba a mis amistades. Me encantaba salir por las noches y disfrutar de la tranquilidad. Ahora todo eso cambió. Lo peor de todo es que uno tiene que conformarse diciendo que ‘gracias a Dios la podemos contar’. No es justo. Estamos a merced de esta gente que no tiene valores. No pueden golpear así a las víctimas. Estamos en una situación muy difícil, que se está complicando demasiado. En nuestro comercio, que está en el centro, trabajamos a puertas cerradas a partir de las 18. Es increíble, pero así estamos viviendo”, manifestó Raquel.
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