Es el testimonio de alguien que logró salir de la explotación sexual. Militantes, políticos y ONG debatieron en Santa Fe sobre cómo terminar con la prostitución en el Congreso de Infancia Robada.
“La trata no tiene una finalidad en sí misma, sino que es el medio para la prostitución. Mientras siga habiendo prostíbulos y clientes que quieren carne fresca, alguien va a tratar personas”. De manera clara y directa, Alberto Ilieff de la Red Abolicionista disertó en el 1° Congreso Nacional de la Red Infancia Robada.
Con la hermana Martha Pelloni (conocida por sus marchas del silencio por el caso María Soledad en Catamarca) y la asociación Generar a la cabeza, el evento convocó -durante dos días- a representantes y militantes de distintos puntos del país para debatir sobre “la plena vigencia de los derechos de las mujeres, niñas, niños y adolescentes”.
Desde una postura abolicionista (Ver Punteo), los disertantes desnudaron las intrincadas relaciones entre la explotación sexual y la trata de personas. Como la prostitución es una cuestión social, bregaron por un cambio de ideología. “Los hombres tenemos que empezar a cambiar nuestra mentalidad: las mujeres no nacieron para estar a nuestra merced. No es sano, lógico ni natural que un grupo social esté disponible para darme placer a cambio de mi dinero”, sentenció Ilieff.
En esta línea, Adriana Domínguez del Foro Córdoba aseguró que la asistencia a la víctima es muy difícil porque “la prostitución está naturalizada en la sociedad y en las mujeres”. “En un hogar con necesidades, se apela a la prostitución de la mujer por el solo hecho de ser mujer. Si se niega, la tildan de mala madre”, sostuvo.
El carácter machista y patriarcal de nuestra sociedad fue cuestionado por todos los conferencistas. “El hombre es el macho de la casa, con más prerrogativas y derechos que las mujeres”, señaló Hermindo González del Foro Corrientes.
Las críticas también apuntaron al debut sexual de adolescentes con prostitutas. “El que lleva a un hijo, un sobrino o un nieto a debutar en un prostíbulo está cometiendo un acto de violencia”, denunció Ilieff.
Con voz propia
En las jornadas, tres mujeres que lograron salir del sistema prostituyente contaron las dificultades que vivieron para reinsertarse socialmente. Hoy, Argentina Ascona (correntina), Eugenia Ramírez (dominicana) y Betty Chiconi (bonaerense) son promotoras de la Asociación Mujeres por los Derechos Humanos (Ammar Capital). “Andamos en la calle, nos acercamos a las chicas, les ofrecemos un preservativo y las invitamos a hacerse el chequeo de VIH”, contó Eugenia.
Ellas -mejor que nadie- saben cuáles son las necesidades de las prostitutas. “Todos hablan por nosotras, pero somos nosotras las que lo hemos vivido, las que soportamos a todos los tipos -gordos, borrachos, sucios, con olor- y las que cobramos las palizas en las comisarías”, recordó Ascona.
Sobre la propuesta de considerar a la prostitución un trabajo -como sostienen algunos grupos-, Eugenia interpeló al público: “¿A quién de los presentes les gustaría que su hija, su nieta o su sobrina se prostituyera?”. Ante el silencio rotundo del auditorio, sentenció: “Entonces no es un trabajo”.
Una de sus principales luchas -aseguraron- es “visibilizar la cantidad de menores que hay paradas en las esquinas”. “Soy abuela y no me gustaría ver a mi nieta en esa situación. La prostitución es una violación a la persona, es la peor violencia que puede sufrir una mujer”, sostuvo su compañera.
Con el objetivo de liberar a otras mujeres de la explotación sexual, desde Ammar crearon un centro educativo. “Hace tres años que funciona y todos los años se llena. Ahí tenemos desde alfabetización hasta capacitación en oficios”, contó orgullosa Ascona. Su tarea también contempla la sensibilización de los médicos para que sean “amigables” con las prostitutas y las portadoras de VIH.
Entre sus logros, las mujeres citaron la creación de la revista “Con voz propia” y del cortometraje “¿Sabemos todo?” que busca concientizar sobre la trata de personas.
Con la hermana Martha Pelloni (conocida por sus marchas del silencio por el caso María Soledad en Catamarca) y la asociación Generar a la cabeza, el evento convocó -durante dos días- a representantes y militantes de distintos puntos del país para debatir sobre “la plena vigencia de los derechos de las mujeres, niñas, niños y adolescentes”.
Desde una postura abolicionista (Ver Punteo), los disertantes desnudaron las intrincadas relaciones entre la explotación sexual y la trata de personas. Como la prostitución es una cuestión social, bregaron por un cambio de ideología. “Los hombres tenemos que empezar a cambiar nuestra mentalidad: las mujeres no nacieron para estar a nuestra merced. No es sano, lógico ni natural que un grupo social esté disponible para darme placer a cambio de mi dinero”, sentenció Ilieff.
En esta línea, Adriana Domínguez del Foro Córdoba aseguró que la asistencia a la víctima es muy difícil porque “la prostitución está naturalizada en la sociedad y en las mujeres”. “En un hogar con necesidades, se apela a la prostitución de la mujer por el solo hecho de ser mujer. Si se niega, la tildan de mala madre”, sostuvo.
El carácter machista y patriarcal de nuestra sociedad fue cuestionado por todos los conferencistas. “El hombre es el macho de la casa, con más prerrogativas y derechos que las mujeres”, señaló Hermindo González del Foro Corrientes.
Las críticas también apuntaron al debut sexual de adolescentes con prostitutas. “El que lleva a un hijo, un sobrino o un nieto a debutar en un prostíbulo está cometiendo un acto de violencia”, denunció Ilieff.
Con voz propia
En las jornadas, tres mujeres que lograron salir del sistema prostituyente contaron las dificultades que vivieron para reinsertarse socialmente. Hoy, Argentina Ascona (correntina), Eugenia Ramírez (dominicana) y Betty Chiconi (bonaerense) son promotoras de la Asociación Mujeres por los Derechos Humanos (Ammar Capital). “Andamos en la calle, nos acercamos a las chicas, les ofrecemos un preservativo y las invitamos a hacerse el chequeo de VIH”, contó Eugenia.
Ellas -mejor que nadie- saben cuáles son las necesidades de las prostitutas. “Todos hablan por nosotras, pero somos nosotras las que lo hemos vivido, las que soportamos a todos los tipos -gordos, borrachos, sucios, con olor- y las que cobramos las palizas en las comisarías”, recordó Ascona.
Sobre la propuesta de considerar a la prostitución un trabajo -como sostienen algunos grupos-, Eugenia interpeló al público: “¿A quién de los presentes les gustaría que su hija, su nieta o su sobrina se prostituyera?”. Ante el silencio rotundo del auditorio, sentenció: “Entonces no es un trabajo”.
Una de sus principales luchas -aseguraron- es “visibilizar la cantidad de menores que hay paradas en las esquinas”. “Soy abuela y no me gustaría ver a mi nieta en esa situación. La prostitución es una violación a la persona, es la peor violencia que puede sufrir una mujer”, sostuvo su compañera.
Con el objetivo de liberar a otras mujeres de la explotación sexual, desde Ammar crearon un centro educativo. “Hace tres años que funciona y todos los años se llena. Ahí tenemos desde alfabetización hasta capacitación en oficios”, contó orgullosa Ascona. Su tarea también contempla la sensibilización de los médicos para que sean “amigables” con las prostitutas y las portadoras de VIH.
Entre sus logros, las mujeres citaron la creación de la revista “Con voz propia” y del cortometraje “¿Sabemos todo?” que busca concientizar sobre la trata de personas.
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