Tras la aprobación de la reforma tributaria, el gobernador encara el resto del año. Cómo quedaron posicionados los distintos sectores del peronismo y el FAP tras el trámite legislativo, en el que la Presidenta dejó en claro que no mandaba emisarios.
Pero el kirchnerismo tiene su interna a nivel provincial, y se notó en el recinto, como así también en los movimientos de algunos referentes. La posición del sector que orienta Agustín Rossi siempre fue muy clara y la expuso el presidente de la Cámara, Luis Rubeo, quien ha demostrado un solvente manejo del cuerpo para contemporizar entre más de una docena de presidentes de bloques, de su propio partido, en reuniones que eran casi el pleno de la Cámara. Otros dirigentes -de cabotaje todavía- como Alejandro Ramos sobreactuaron sus posición opositora con argumentos de escaso volumen político y contradictoria filosofía de lo que dice defender desde su puesto en el gobierno nacional.
Ramos quiere encabezar la lista de diputados nacionales el año que viene, y Rossi debe renovar su mandato. Como en el boxeo, "kilo por kilo" Rossi es mucho más, no solo porque reporta a la Presidenta (como lo hizo saber CFK en la teleconferencia aludida) de manera directa y ella habla con él cuando se trata de Santa Fe, sino porque la cercanía de Ramos a Julio De Vido es inversamente proporcional a la del ministro de Infraestructura con la Presidenta de la Nación.
En el FAP, la situación no es menos compleja. Jorge Henn hizo lo que tenía que hacer. Le tocó desempatar y votó el proyecto del gobierno del que forma parte. Justo a pocas horas del segundo aniversario del voto "no positivo" del patético Julio Cobos y casi al mismo tiempo del vergonzoso cruce entre Fernando De la Rúa y "Chacho" Alvarez, quien espetó al abombado expresidente: "Su gobierno era corrupto", como si él no hubiera sido parte y nada menos que como número dos en la escala jerárquica. Por estos contrastes, nada más y nada menos, es destacable la posición de Henn.
En cuanto a los legisladores, Antonio Bonfatti tiene una reducida "tropa propia" y los radicales -que votaron en el Senado- hacen su propio juego más que el del gobierno.
Las elecciones del año que viene también impactan en la interna de la UCR, donde Mario Barletta enfrenta una situación un poco menos complicada que Hermes Binner, pero nada sencilla por cierto. El "vuelo nacional" --aun siendo de baja altura-- le da a Barletta algunas ventajas sobre otros aspirantes radicales pero a la vez lo obliga a definiciones no siempre consonantes con lo que hacen sus correligionarios en la provincia. De todos modos, el peso político de Barletta es equiparable al de Rossi, cada uno en su interna y sin embargo, ninguno de los dos tiene la certeza de ser finalmente candidatos. En ese sentido, el más cómodo es Hermes Binner. Nadie duda de que será el primero en la nómina de diputados del FAP y con lógico merecimiento. Lo que sí, en los últimos días, especialmente cuando sostuvo que "la manifestación del jueves era otra vez el \'que se vayan todos\'" mas de uno se ha preguntado si el exgobernador no esta perdiendo el sentido político, y si su afán de liderar la oposición no le ha hecho perder la brújula. Días antes había habilitado el acercamiento con Mauricio Macri, y a las pocas horas debió explicar que no quiso decir lo que dicen que dijo. Tal vez haya sido así, puede haber habido una mala interpretación o algún verbo equivocado, pero desde que perdió las elecciones, Binner sufre el mismo dolor "de ya no ser" que experimentaba el expiloto de formula uno cuando dejaba la Gobernación en manos de su "delfín" Jorge Obeid. La diferencia es que Carlos Reutemann se "exilió" en el Senado y Binner se fue a su casa.
Es por eso que Bonfatti debe remar en el barro, entre los aliados radicales y su mentor. No necesitaría partidos opositores. Paradójicamente, para sancionar la ley más importante desde que llegó a la Casa Gris, fue decisivo el concurso del kirchnerismo, no de los diputados que responden al cómico Miguel Del Sel, ni el insuficiente número de legisladores del FAP. Una inusual muestra de madurez política de aquellos que tienen responsabilidad de gobierno, frente a aquellos que les preocupan más un par de puntos en las encuestas que garantizar el mínimo funcionamiento del Estado.
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