San Nicolás vivió ayer una nueva y multitudinaria concentración de creyentes. Historias de vida, testimonios de agradecimiento y pedidos confluyeron en el santuario de la Virgen del Rosario ante la vecina Gladys Motta, considerada como un "instrumento de Dios".
La Capital |
Decenas de miles de fieles de todas las provincias y regiones del país y del exterior celebraron ayer el 29º aniversario de la aparición de la Virgen del Rosario de San Nicolás ante la vecina Gladys Motta, considerada como un "instrumento de Dios", al recibir desde 1983 mensajes de revelación privada de la Santa Madre. Desde la organización estiman que no menos de medio millón de personas asistieron al mítico campito donde se erige el santuario, y que parecía estar cubierto por un manto humano que latía bajo un corazón celeste y rosa.
El paisaje de la tarde soleada, fría y ventosa conjugaba la multitud frente al templo y la imagen de María del Rosario, aquella que había sido enviada desde Roma bendecida por el Papa León XIII, que llegó a San Nicolás en 1884 y que por su deterioro quedó depositada en un campanario. Hasta que Gladys indicó que debía ser rescatada y venerada, porque así se lo había indicado la Virgen.
Pese a que era un día laborable, los fieles no faltaron a la cita y muchos lo hicieron desde la noche anterior y esperaron a la cero para cantarle bajo fuegos artificiales el feliz cumpleaños y a continuación, asistir a las primeras misas. La celebración central se realizó a las 15, cuando se la imagen salió del templo bajo una nube de pétalos de flores y fue emplazada en un altar montado en el campito.
Esa misa principal fue oficiada por el obispo de la diócesis de San Nicolás de los Arroyos, monseñor Héctor Sabatino Cardelli, quien valoró el esfuerzo, el sacrificio y la fe de los asistentes, que "vienen con distintas situaciones de vida" a pedir y agradecer a la Virgen. Y comparó el multitudinario fenómeno con la relación madre-hijo. "Recordemos cuando éramos chicos e íbamos a la casa de mamá, que nos hacía un mimo y nos dejaba ir. Por eso estamos aquí: tanto sacrificio, tanto ahorro, tanta cola para esperar, para cristalizar este momento. Tanta ofrenda para hacer el santuario que ella pidió", dijo.
Esas palabras fueron, sin duda, la síntesis de lo que le toca vivir a muchos devotos, e identifica a tantos que acaso ahorran todo un año para hacer este viaje desde lugares remotos, para agradecer, pedir, prometer. Y algunos lo hacen pese a tener distintas dificultades, se someten a inclemencias del tiempo, ayer el frío y el viento, al cansancio, a la espera. Todo por la fe.
Entrega.Atentamente escuchaba la homilía Graciela, quien viajó a San Nicolás en una combi junto a una delegación de Rosario. "Hace 12 años que vengo a agradecer y a pedir. Este año vine a entregar mi cabello para cumplir con una promesa que hice a la Virgen", dijo la mujer mientras exhibía su pelo cortado. "Pedí por mi hijo, para que se le dieran algunas cosas y me lo concedió, por eso me corté el pelo que lo tenía por la cintura. Patricia también hizo lo mismo", indicó, señalando a su compañera que estaba en el otro extremo del grupo rosarino.
Al final de la misa, el obispo nombraba a las delegaciones presentes y su procedencia, que respondían con aplausos y agite de banderas y pañuelos. Cuando le tocó el turno a la zona del sur argentino, las hermanas Verónica y Lucía exhibieron su pequeño estandarte. Ambas viajaron más de 15 horas desde Plottier, una localidad de la provincia de Neuquén, junto a 54 pasajeros que llegaron en dos micros. "Hace 25 años que vengo a San Nicolás para celebrar mi cumpleaños y el de mi suegra, y me quedo a esta celebración. Pero esta vez vine exclusivamente por la Virgen", contó la primera.
Recuperación.Lucía comentó que tuvo un aneurisma cerebral y un ACV y atribuye su recuperación a María del Rosario. "Ahora estoy bien y vine a agradecer", dijo emocionada. Intenciones compartidas con Soledad, de Paraná, quien se trasladaron junto a unas 20 fieles de parroquias y barrios de la capital entrerriana. "Vengo a expresar mi gratitud, a pedir, a todo", dijo sonriendo.
Ya para el saludo final a la imagen de la Virgen, cuando la multitud vitoreaba, cantaba y nuevamente alzaba sus pañuelos, banderas y flores, a Sonia y a Patricia les ganó el cansancio y se sentaron sobre una conservadora. "Mi sobrina estuvo en terapia intensiva. Le prometí que si salía, vendría a verla desde mi provincia, Jujuy. Me cumplió y aquí estoy, agradeciéndole", dijo la primera, feliz de haber saldado su deuda.
El remate de la celebración se dio con la entonación del Himno Nacional, la bendición final del obispo de todos los presentes y los objetos puestos en alto, y su agradecimiento al Movimiento Scout local, a los "chalecos azules" que guiaron a los fieles y a los voluntarios que se sumaron en numerosas tareas para garantizar el buen desarrollo del encuentro, en el que "sólo hubo 4 atenciones", dijo uno de los médicos de la guardia apostada en el campito.
Instantáneas. Había sol, pero también había luna sobre el santuario, cuya santería estaba repleta de fieles que querían llevarse recuerdos y presentes bendecidos, como los que podían hallarse en los innumerables puestos de las calles aledañas al campito, que no sólo explotaban el rubro religioso sino que en ellos se podían hallar hasta los artículos más insospechados. La mujer que vendía un sistema para enhebrar agujas; el hombre que vendía inflables de Kitty y de Ben 10; el puesto que ofrecía íconos orientales como el gato dorado que agita la patita y budas de la abundancia, son ejemplos que llevaban a preguntarse "qué tendrá que ver" con el espíritu de lo que se celebraba.
Sin duda los puestos más prósperos fueron los de gastronomía, por cierto de la más variada, los de venta de banderitas alegóricas, bidones para agua bendita y el vendedor ambulante de banquitos de madera de pino, a 20 pesos cada uno.
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