Emiliano Killer fue asesinado de
un balazo el 5 de agosto de 2011 en el Fonavi Parque Oeste. Los
homicidas buscaban venganza con otro joven. La investigación está
frenada.
La Capital |
"Hasta hace un año veía las pancartas en marchas y seguía viaje.
Miraba por la tele a los familiares de las víctimas de homicidios y
bueno, uno se apena, se conmueve, pero hasta que no te pasa algo así
nunca lo vas a entender. No se puede explicar, no hay palabras. Y si las
hubiera tampoco se podría comprender". Héctor Killer sabe que nada le
va a devolver a su hijo Emiliano, asesinado hace poco más de un año por
unos tipos que por error acribillaron su auto pretendiendo vengar un
crimen ocurrido horas antes. Una muerte absurda que demuestra en toda su
extensión hasta dónde puede llegar la perversidad que acecha las calles
de la ciudad.
"Hace cuatro meses que no tenemos
novedades sobre el caso. Sabemos que es difícil, que hay pocos testigos y
mucho miedo. Pero seguimos confiando en el juez (de Instrucción Nº 7,
Juan Andrés) Donnola". Héctor insiste en que nada le devolverá al primer
varón de sus siete hijos, que tenía 21 años y un montón de proyectos
por delante; pero tampoco quiere que su muerte quede impune. "Lo hago
por la memoria de él", justifica tímidamente su pedido de justicia.
Errores. El 5 de
agosto del año pasado Emiliano Killer fue a visitar a su mamá al Fonavi
Parque Oeste donde ella vive, en Cerrito al 5600. El pibe iba con su
novia Erica en el Chevrolet Celta blanco que había comprado dos días
antes. Cerca de las 19 se fueron. Subieron al coche y alcanzaron a hacer
unos metros hasta que una tremenda balacera le hizo perder el control
del volante. De los seis balazos calibre 9 milímetros que impactaron en
el auto de Emiliano, uno le atravesó la espalda. El chico murió en
brazos de su novia, que también fue alcanzada por una bala en el muslo
izquierdo. "Nos confundieron", dijo la joven.
Según la investigación, se trató de al
menos dos tiradores que al parecer pretendían vengar el crimen de Matías
Víctor Ortiz, quien horas antes había recibido un tiro en la cabeza en
Campbell y Amenábar. Se presume que los amigos de ese muchacho sabían
que su matador vivía en el Fonavi Parque Oeste y se movía en un Fiat Uno
blanco. El mismo color que el auto nuevo de Emiliano.
Estancado. "Hubo
vecinos que contaron que esa misma noche se fue del Fonavi un tal Pablo
M., que supuestamente es la persona a la que buscaban por el crimen de
Ortiz", señala el padre de la víctima, en alusión a un joven que fue
detenido veinte días atrás (ver aparte).
En cuanto a los tiradores, más allá de
los testimonios iniciales de vecinos que habían visto a tres jóvenes
tomando cerveza en esa cuadra a la espera de un transa cuya novia vive
en el mismo edificio que la madre de Emiliano, los familiares del
muchacho asesinado han escuchado apodos y nombres que luego fueron
mencionados en la investigación del triple crimen de villa Moreno
ocurrido el 1º de enero en Dorrego y Presidente Quintana, cuando
asesinaron —también por error— a Jeremías Trasante, Adrián Rodríguez y
Claudio Suárez.
"Hay nombres y apodos que se
mencionaron a partir de esos asesinatos que nosotros ya habíamos
escuchado previamente", comenta Killer. Sin embargo, fuentes
tribunalicias indicaron que en los últimos meses no hubo avances en la
causa sobre el homicidio. "Está estancada", comentó un vocero de
Tribunales, y admitió que los testimonios iniciales no se sostuvieron
luego.
Todo el tiempo. Héctor
Killer trata de no quebrarse mientras cuenta que sigue viendo a su hijo
todos los días. No sólo en un prolijo placard con pertenencias del pibe
que hace las veces de altar en un rincón de su departamento del
macrocentro en el que la vida se sigue empeñando en continuar.
"Lo veo todo el tiempo", resume el
colectivero de 53 años que hace más de veinte recorre las calles
nocturnas entre el centro y la zona sudoeste. "La vida se va rearmando
como se puede. Un día tratás de estar mejor y de golpe, por cualquier
razón, todo vuelve. Uno sabe que se tiene que poner fuerte, pero a veces
no se puede...".
Como si no fuera suficiente con un año
de dolor irreparable, la familia Killer también lleva un año sufriendo
por la impotencia generada por la incomprensible muerte de Emiliano. "Si
hubiese quedado en medio de un tiroteo... o si hubiera sido un
accidente...", ensaya su hermana Romina buscando consuelo.
"Si se hubiera resistido a un
asalto...", piensa el padre en voz alta, "si hubiese muerto por una
enfermedad...". Como si buscaran una causa, algo parecido a una razón
que pueda justificar la pérdida de una manera más digna que la que
ofrece la absurda verdad de una infame ejecución por error. "Esa
impotencia pura —sintetiza Romina— hace que el dolor sea más fuerte".
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