INT. Las insólitas purgas de Franco
El gobierno paraguayo decidió mutilar las huellas de Lugo en su
administración con medidas tragicómicas como ordenar el retiro de un
busto de Bolívar o despedir a una periodista por adherir a una cuenta de
Facebook opositora.
Si el juicio político contra el actual presidente paraguayo
destituido Fernando Lugo fue, utilizando un moderado tono diplomático,
desprolijo e insólito, la actual purga política y simbólica ordenada por
el jefe de Estado Federico Franco no se queda atrás en su contenido
tragicómico. Sí llamó, en su momento, la atención de la comunidad
internacional que el Congreso guaraní esgrimiera argumentos desopilantes
en su embestida contra Lugo –como haber firmado “reiterados” tratados
de cooperación con el Mercosur o haber organizado un campamento de su
fuerza política en un predio del Ejército–, el sistemático
descabezamiento de cuadros luguistas de la administración central y la
ejecución de medidas propias de una película de Woody Allen por parte de
la gestión post golpe parlamentario, como ordenar el retiro de un busto
de Simón Bolívar de una plaza pública, deberían hacer pensar que la
decisión de la OEA de no condenar a Paraguay también bordea el ridículo.
En principio, el gobierno del liberal Federico Franco decidió
desangrar el principal foco de resistencia político que permanecía de
pie en el organigrama estatal: la televisión y la radio públicas. Es
más, fue en la propia emisora televisiva donde se gestaron los primeros
minutos de la “resistencia pacífica contra la dictadura”. Apenas asumido
Franco, el informativo con más rating de la TV Pública pusó sus cámaras
en la calle donde está ubicado el canal para emitir un Micrófono
Abierto y hasta ahí llegó Lugo para estrenar su condición de dirigente
derrocado y perseguido. De ahí el motivo de la feroz purga ordenada por
el nuevo Ejecutivo contra periodistas contratados o identificados con el
anterior gobierno.
Pero, más allá del carácter revanchista de la orden política
señalada, el franquismo activó mecanismos propios de un régimen
mesiánico. Fátima Rodríguez, por ejemplo, divulgó en una carta publicada
en el portal Paraguay Resiste los verdaderos motivos sobre por
qué la desvincularon de la Secretaría Pública de Medios: “El 04 de julio
del 2012, después del golpe, el señor Martín Sanemann, ministro de
Comunicaciones del nuevo régimen, me encontró ante el flagrante delito
de estar mirando una fotografía de una persona que tenía un cartel de
Federico Golpista. Dos días después, el 06 de julio, me llaman de
Recursos Humanos para decirme que tenemos un documento para su firma. Si
esto no es persecución ideológica y política, ¿qué es? Si esto no es
dictadura, ¿qué es?”, se sigue preguntando Fátima. Incluso, tras el
conocimiento de estos hechos, la organización Reporteros Sin Fronteras
emitió un comunicado el último viernes donde advierte que “en Paraguay, a
partir de la censura de algunos programas y las maniobras destinadas a
hacer a un lado a periodistas molestos, reina un clima de tensión e
incertidumbre”.
La mutilación de las huellas luguistas en el poder estatal no se detiene
en la prensa, también se podría mencionar que nueve oficiales
superiores de las Fuerzas Armadas de Paraguay fueron pasados a retiro
esta semana por haber sostenido una reunión con el canciller venezolano
Nicolás Maduro horas antes del ya famoso juicio express contra Lugo.
Pero, eso sí, al top de las medidas descabezadas y restauradoras del
nuevo régimen, hay que mencionar la patriada resuelta por la Junta
Municipal de Ciudad del Este. Es que los ediles de esa importante ciudad
del país mediterráneo votaron el retiro de una estatua con la figura de
Simón Bolívar, que está ubicada en una plaza céntrica desde hace diez
años. La insólita iniciativa fue propuesta por el concejal Nery Jara,
del Partido Colorado –uno de los promotores del golpe institucional
contra Fernando Lugo– y aprobada por unanimidad. “Lo hice en señal de
protesta porque un canciller de otro país viene a entrometerse en
cuestiones internas de Paraguay. Atropellan nuestra soberanía y no
podemos quedarnos callados”, intentó explicar Jara, que cayendo en un
grotesco mayor aclaró que el proyecto –finalmente vetado por el alcalde-
incluía, eso sí, “una recomendación al gobierno venezolano para que
envíe un emisario para llevarse la estatua”.
Estos hechos, si bien pueden ser caricaturizados o leídos con humor
negro para su mejor digestión informativa, poseen, por supuesto,
condicionantes estructurales e históricos que los hacen más lógicos y
previsibles. En ese sentido, el director de la revista Nueva Sociedad,
Pablo Stefanoni, recuerda un elemento que debe ser tenido en cuenta:
“No es casual que en un país donde la izquierda fue perseguida y casi
exterminada, el anticomunismo deviniera política de Estado. Incluso, una
gigantesca estatua del líder chino Chiang Kai Chek quedó como recuerdo
en la avenida del mismo nombre en plena Asunción. El anticomunismo
siempre fue moneda corriente en Paraguay. Por algo, el dictador
Stroessner dijo que su país era el más anticomunista del mundo”.
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