Un matrimonio con seis hijos
vive en la sala de jardín de infantes de la Escuela Nº 245 Juan Bautista
Azopardo, ubicada en camino a Monte Flores. Hasta el año pasado eran
los caseros del establecimiento educativo rural. La provincia dejó sin
efecto el contrato de comodato que tenían y, desde entonces, no tienen
donde ir.
"No somos usurpadores, a nosotros nos
fueron a buscar para vivir acá. No quiero que me regalen nada, sólo que
me permitan pagar un terreno y tener un lugar para nosotros", dice la
mamá, Marisa Ibáñez, angustiada por el drama social por el que están
pasando. Mientras tanto los chicos de nivel inicial tienen sus clases en
un pasillo interno del edificio escolar.
A la entrada de la escuelita, ubicada
sobre el camino de tierra que lleva a Villa Amelia, está la sala
destinada al nivel inicial. La puerta se abre y Marisa, la jefa del
hogar, invita a pasar amablemente. El lugar está limpio y ordenado. Hay
camas cucheta, un ropero hace de divisor con lo que sería otro
dormitorio, y con el espacio destinado al comedor. Al fondo del salón
está el baño diseñado para los chicos del jardín, aunque ahora es de uso
doméstico.
El contrato."Nosotros
vivíamos cerca de General Lagos, que en verdad era una tapera, un lugar
inhabitable. Un día se acercó la directora para ver si queríamos vivir
acá, en la casa que tiene la escuela. Decidimos que sí, además, porque
los chicos venían a clases aquí. Primero nos hicieron un contrato de
comodato por un año, eso fue en el 2008. Después mi esposo fue hasta el
Ministerio, que estuvo de acuerdo en que nos quedáramos y le hicieron
firmar unos papeles", comienza a relatar Marisa la historia de cómo
terminarían luego habitando en la sala de preescolar.
"Cuando llegamos vivíamos en la casita
de atrás que era de dos piecitas. La directora le dio lugar a mi marido
para que haga un comedor, era necesario porque somos ocho de familia, mi
hija más grande tiene 19 y la más chica 8 años. El año pasado
reformaron la escuela y la casita, por eso nos dieron un salón para
mudarnos (está adentro de la escuela) y de ahí nos pasaron a esta sala
donde estamos hoy, de la cual hasta la llave me dieron. Pero cuando
terminaron de arreglar la casa nos dijeron que no podíamos volver ahí
porque el Ministerio (de Educación de la provincia) no lo permitía",
continúa su relato la joven madre y abuela de 35 años, con su nieta de
año y medio en brazos.
La madre dice una y otra vez que la
idea de su familia no es quedarse allí: "Yo estoy de acuerdo en que nos
tenemos que ir, jamás me opuse, jamás les dije que no. Aceptamos la
decisión oficial. Pero pedimos que nos den un lugar para vivir.
Simplemente pido una mano, la posibilidad de ir pagando un terreno y que
pueda decir «esto es mío». No quiero que me regalen nada, ni adueñarme
de lo que no me pertenece".
Marisa cobra una pensión de 1.600 pesos
y su esposo, Hugo Orellano, hace changas, trabajos temporarios y si el
buen tiempo lo acompaña oficia también de albañil por cuenta propia. Ese
es el ingreso económico de esta familia.
Tensión.Dos de los
hijos asisten a esta primaria rural, otros dos adolescentes van al
secundario de Villa Amelia, y una de las adolescentes, Tania, de 17, no
va al secundario obligatorio porque "se consiguió un trabajito". La
madre desaprueba esta decisión: "Yo les digo siempre que tienen que
estudiar, porque yo me casé a los 13 años y no pude seguir la escuela,
no quiero que a ellos les pase lo mismo".
La relación con la dirección de la
escuela es de tensión. Marisa elige las palabras adecuadas para
describir cómo es su vida cotidiana. "Yo estoy de acuerdo con lo que
dice la directora, que nos tenemos que ir, pero no hace falta que nos
trate mal ni les diga cosas a los chicos; como directora de una escuela
no debería decirles cosas feas a las criaturas", dice y cuenta que
durante el horario escolar (funciona sólo de mañana) "los chicos ni
nadie sale de aquí adentro para no molestar, porque sabemos que somos
una molestia".
"Me duelen —continúa— estos choques.
Pero yo no vine a usurpar este lugar. A mí me fueron a buscar. Ella nos
ofreció la luz, el agua y la casa, a cambio de mantener la escuela.
Nosotros cumplimos. Pero ahora nadie se hace cargo, todos se lavan las
manos con nuestra situación".
Actualmente en la casa que habitaban
como caseros vive la portera de la escuela. Los chicos de jardín tienen
sus clases en un pasillo interior del establecimiento educativo. Por su
parte la directora Isabel Papetti prefirió no hacer declaraciones a este
medio ni permitió tomar fotos del interior de la escuela.
Hacia el final de la charla, Marisa
Ibáñez repasa que se han entrevistado con quien cree que es la
supervisora, una abogada que se presentó como tal en representación del
Ministerio de Educación, y alguien de Desarrollo Social. "Todos nos
dicen que no podemos seguir aquí, que tenemos que alquilar, cuando saben
que eso es imposible para nosotros, pero nadie nos ofrece una salida",
confiesa mientras toma la manito de su pequeña nieta y agradece ser
escuchada.
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