Así lo indican los datos oficiales si se compara con Córdoba y Buenos Aires. Igual, la cantidad crece.
30 ene, 2012
Desde 2007 a 2010, Santa Fe elevó a la Nación más de 160
notificaciones de casos de intoxicaciones por plaguicidas. Según
apuntaron desde el Comité Interministerial de Salud Ambiental, la mayor
parte corresponde al centro y sur del territorio provincial, área que
concentra la mayor parte de la producción agrícola, pero también de
población. Las autoridades aceptaron que existió un aumento de las
notificaciones, y aun la posibilidad de que exista una subestimación de
los casos reales, pero aclararon que están capacitando a personal de
Salud para una detección más rigurosa, a la vez que se realizan
inspecciones y talleres de concientización ambiental en los sitios donde
han surgido denuncias. También esgrimieron que se debe legislar sobre
agroquímicos a nivel provincial, más allá de la lista habilitante del
Senasa (Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria). Sin
embargo hay dificultades: el último proyecto al respecto, que contaba
con media sanción de la Cámara de Diputados de la provincia, perdió
estado parlamentario al estar un año a la espera de que el Senado lo
tratara.
Según datos oficiales, en esos tres años aumentaron las
notificaciones de 27 en 2007 a 59 en 2010. “En Santa Fe los registros
empezaron antes de las denuncias que derivaron, en 2009, en la creación
de la Comisión Nacional de Investigación sobre Agroquímicos, lo que a su
vez hizo que las notificaciones aumentaran”, apuntó en diálogo con El
Ciudadano Cecilia Moyano, coordinadora de epidemiología del Comité e
integrante de la cartera de Salud.
De acuerdo al boletín integrado de vigilancia difundido por el
Ministerio de Salud de la Nación, al cabo de la semana 46 de 2011 se
habían confirmado 243 casos de intoxicación por plaguicidas o herbicidas
agrícolas en todo el país. Otras 392 fueron a consecuencia de
plaguicidas de uso doméstico, y 259 por químicos no identificados.
Del mismo boletín se desprende el balance en el período 2007-2010, en
el que Santa Fe se ubica entre los últimos puestos en cuanto a cantidad
de casos enla Región Centro, que incluye además a las provincias de
Buenos Aires, Córdoba y Entre Ríos y es el territorio de mayor
producción agropecuaria del país.
En efecto, si se compara lo ocurrido en la jurisdicción santafesina
durante ese lapso con Córdoba y Buenos Aires, el índice epidemiológico
es bajo. En 2007, Buenos Aires comunicó 128 casos, uno más que Córdoba,
mientras que en Santa Fe sólo fueron notificados 27. En 2008, Buenos
Aires llegó al primer puesto del ranking de intoxicados con casi 700
casos, Córdoba reconoció 234 y Santa Fe sólo 31. En 2009, Buenos Aires
registró 421 casos, Córdoba 209 y Santa Fe, con un aumento promedio
mínimo, llegó a 46 notificaciones. Por último, en 2010 Buenos Aires
admitió 165 casos, Córdoba 152 y Santa Fe 59.
Pese a esta relativa mejor posición, fue en Santa Fe donde hace un
año se produjo el primer fallo judicial que ordenaba alejar la
fumigación del ejido urbano más allá de la normativa vigente, aunque con
alcance restringido a un barrio de la localidad de San Jorge. Con todo,
esa resolución fue calificada de “histórica”, ya que materializó por
primera vez a nivel nacional el principio precautorio sobre la
potencialidad de los daños producidos por los agroquímicos: no hace
falta una comprobación irrefutable, basta con que haya dudas fundadas
sobre los riesgos para imponer mayores restricciones a las fumigaciones.
Vigilar y notificar
Aunque se haya registrado un aumento en las detecciones, las
autoridades santafesinas aclararon que no puede establecerse una
relación directamente proporcional que implique que hay más casos. “Ha
habido un aumento de casos notificados en la provincia porque existe una
mayor conciencia sobre la importancia de reportarlos”, explicó Moyano.
Sin embargo, el razonamiento se puede aplicar en forma inversa, y
nada indica que no exista un mayor número de casos, pero no fueron
detectados o notificados. Un punto que llama la atención es la
diferencia de la comparación con Córdoba, provincia muy similar en sus
características.
La diferencia en los últimos cuatro años es que en toda la zona
núcleo aumentó la presión social para que toda información salga a la
luz. “La recomendación a los trabajadores de la salud es que trabajen
bajo la sospecha. Tras la notificación, trabajamos en conjunto con el
Ministerio de Trabajo y Medio Ambiente para acompañar en las distintas
inspecciones. Desde una denuncia que lleva a relevar si se han vertido
químicos a un curso de agua, a plantas de acopio de esos productos y
espacios de carga de camiones”, explicó Moyano.
Según informaron desde la cartera de Salud, la preocupación por el
avance de la frontera de los cultivos transgénicos –atados al uso
intensivo de herbicidas y pesticidas– y sus consecuencias en la
población está en agenda desde el principio de la gestión del ex
gobernador Hermes Binner. Entre las intervenciones más importantes, las
autoridades destacaron la realización de cursos de capacitación para
personal de Salud de los efectores públicos no especializados en
toxicología: clínicos y pediatras, entre otros. El objetivo es
profundizar la habilidad para indagar síntomas de posible intoxicación
por exposición a agroquímicos o a químicos de uso domiciliario. A su
vez, se hicieron jornadas especiales para médicos de empresas cerealeras
sobre cómo notificar casos sospechosos en los trabajadores del sector,
que están especialmente expuestos.
“El problema es que la patología en un caso de intoxicación es
bastante inespecífica y se puede confundir. Además, muchas personas no
dicen toda la verdad por miedo a perder el trabajo o no comprometer a
vecinos. Eso genera un subregistro de lo que realmente ocurre en la
provincia”, admitió Moyano. Por ello, la cartera sanitaria instó a la
población a que ante un síntoma –irritación de garganta o fuerte dolor
de cabeza, por ejemplo– se acuda al médico. A los profesionales, en
tanto, se les recomendó completar en estos casos un exhaustivo
interrogatorio –a la “vieja usanza”, graficaron– sobre las condiciones
de medioambiente, más aún en las localidades próximas a las áreas de
siembra. Así se minimizan los efectos de enmascaramiento de las
intoxicaciones. Otro de los pedidos es que, ante estas situaciones, se
active el sistema de notificación provincial.
Denuncias
Tal como explicara Moyano, ante una denuncia de cualquier punto de la
provincia se pone en marcha un sistema que integran los ministerios de
Trabajo, Medio Ambiente y Salud. El mismo consta de seguimiento al
paciente y asistencia al lugar para fiscalizar las condiciones
socioambientales en las que ocurrió la denuncia por presunta
intoxicación. “En los últimos tiempos hubo inspecciones en los
campamentos de personal temporario que trabaja en las cosechas de
trigo”, ejemplificó Moyano.
Si bien las denuncias no están contabilizadas, Moyano aclaró que
muchas veces las preocupaciones y sospechas son infundadas, o están
magnificadas. “De igual modo es importante que esas personas preocupadas
sean oídas. En los casos de las empresas, que tengan en cuenta la
adecuación del proceso de trabajo”, agregó la coordinadora.
Tras la denuncia, siempre según la cartera de Salud provincial, se
montan los talleres de concientización ambiental en los puntos donde se
denuncia y sus zonas aledañas. Y aunque existe un cronograma fijado por
la interministerial, el mismo se modifica en función de los reclamos.
Desde2009, arazón de dos o tres por año, se han realizado más de 10
talleres en Venado Tuerto, Chabás, San Jorge y Reconquista, entre otras
localidades.
“Existe mucha incertidumbre con respecto a las consecuencias de los
agroquímicos en la provincia. Es tarea de todos, inclusive de las ONG,
conocer cuáles son las leyes provinciales y nacionales al respecto”,
señaló Moyano. De acuerdo a la coordinadora, es importante legislar con
un criterio amplio. “No sólo prohibir el glifosato –herbicida que la
multinacional Monsanto “popularizó” bajo la marca Roundup para sus
variedades de soja modificada genéticamente–, sino anticiparse a otros
químicos y problemas que atraen. Por más que Senasa apruebe una nómina
de productos por su toxicidad, Santa Fe, desde su legislación, debe
prohibir, en caso de considerarlo necesario, otros agroquímicos”,
disparó la coordinadora. Sobre este punto, incluso, añadió que en la
mesa interministerial colaboran ingenieros agrónomos que no están de
acuerdo con la actual lista aprobada por el Servicio Nacional de
Sanidad.
En rigor, la clasificación de toxicidad es una potestad dela Nación, a
través del Senasa, organismo encargado de determinar la peligrosidad de
herbicidas, pesticidas y plaguicidas. Hoy esto se realiza mediante el
método conocido como Dosis Letal 50 (DL50), que mide sólo los efectos
inmediatos y mortales de los productos, pero no indaga sobre las
consecuencias de las exposiciones crónicas –las que sufren los
habitantes cercanos a los campos o los trabajadores que manipulan los
tóxicos– ni los daños subletales a mediano y largo plazo, como
malformaciones genéticas o enfermedades respiratorias y oncológicas.
Esto deja, según las entidades que denuncian los peligros del uso de
agroquímicos, por fuera las consecuencias del uso real de estos
productos, que no se da en forma aislada como se estudian, sino en
mezclas cuyos efectos se desconocen.
Otro modelo
Ya en el terreno de las aplicaciones, en agosto del año pasado el
senador socialista Juan Carlos Zabalza reingresó el proyecto de ley que
propone condiciones más rigurosas para el uso de agroquímicos.
El texto es similar al presentado en una primera instancia –cuando
tras la media sanción dela Cámarade Diputados perdió estado
parlamentario– salvo que la autoridad de aplicación será el Ministerio
dela Producción. Unpunto cuestionado por organizaciones ambientalistas,
que empujan que el poder de policía lo tengan las carteras de Salud o
Medio Ambiente, ya que, precisamente, esos intereses sociales deben
prevalecer por sobre los particulares de los empresarios.
Con respecto a las restricciones, la iniciativa determina que los
productos de “banda roja” (mayor peligrosidad) no podrán usarse a menos
de3.000 metrosdel límite de las plantas urbanas, a partir de lo que se
denomina “línea agronómica” y cuyo trazado es responsabilidad de las
autoridades locales, que en varios casos están en mora con esa
obligación. Para los productos clasificados como “banda amarilla”
(mediana peligrosidad), el texto impone una zona de seguridad de1.000
metros, mientras que fija en200 metrosla distancia mínima para los de
“banda verde” (poco peligrosos), entre los que se encuentra, según la
lista del Senasa, el famoso glifosato. Sin embargo, el proyecto le da un
tratamiento especial a este herbicida, en función de su uso intensivo, y
así le fija un límite de500 metrospara pulverizaciones terrestres
–mediante los llamados mosquitos– y de 1.000 para las aéreas, siguiendo
los valores expuestos en el fallo de San Jorge.
A su vez, la iniciativa que firma Zabalza autoriza al Ejecutivo
provincial a recategorizar toxicológicamente algunos productos –en un
sentido más riguroso– o incluso excluirlos de la nómina de productos
autorizados por el Senasa, un ítem que podría generar conflictividad.
“Este modelo (por el de cultivos transgénicos ligados al uso
intensivo de agroquímicos) va a seguir estando. Sin embargo, es posible
establecer otro tipo de producción, orgánica, aún en el manejo de
plagas”, apuntó Moyano en referencia a la propuesta del movimiento
Pueblos Fumigados y varias ONG para que las autoridades provinciales
fomenten la agroecológica en todo el territorio del distrito, y
profundicen los estudios sobre posible contaminación de aire y agua.
De hecho, a finales de octubre pasado, el gobierno santafesino
recibió al movimiento Pueblos Fumigados, que integra a 70 delegados de
50 localidades. Le solicitaron al Comité Interministerial el
pronunciamiento sobre su campaña “Paren de fumigarnos”, y pedidos de
prohibición de fumigación a menos de800 metrosdel llamado “límite
agronómico cero”.
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