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domingo, 13 de noviembre de 2011

Marihuana en casa para combatir el narcotráfico

Algunos prefieren tener las plantas en el fondo de su casa, en macetas en los balcones o escondidas de sus vecinos, ya que muchas veces son un riesgo de denuncia al 911. Los cultivadores, en su gran mayoría jóvenes, sostienen que detrás de su práctica hay una filosofía de vida y consideran que, si se extendiera, el tráfico de drogas sería mucho menor.

Cuidados. Nutrientes, temperatura adecuada y humedad hogareña: las semillas se compran en Europa y llegan por correo y muchos implementos son de venta libre en el país.
Juan vive con sus padres y fuma marihuana. Para que no descubrieran que tenía plantas en su casa, se le ocurrió esconderlas en el techo. Pero el engaño duró poco. Su padre tuvo que subir a arreglar el cable de la televisión y se encontró con la plantita. Después de unos días, le pidió a Juan que lo acompañara a arreglar una teja. “Los ojos se me salieron de la cara, y me prohibió tener plantas en casa”, cuenta él.
María es profesora de dibujo, vive sola y en el patio interno de su departamento tiene cinco macetas en las que viven “sus nenas”. A principios de este año se convirtió en “autocultivadora”. También las esconde cuando “alguien que no es de confianza” va a su casa: “Las meto en la bañadera o en el placard, total son automáticas, crecen hasta 60 cm, y el olor no es tan fuerte”, explica la novata.
Tanto Juan como María se aseguran de mantener su práctica en secreto. Es que a pesar de la apertura mediática del tema, el riesgo de plantar marihuana en casas particulares continúa siendo alto porque la tenencia está penada por la ley. Sólo entre 2009 y 2010 se decomisaron 1.592 plantas, según la Policía bonaerense, pertenecientes en su mayoría a consumidores.
En agosto pasado, por ejemplo, la Policía encontró 35 plantas de marihuana debajo de la autopista General Paz, que estaban alimentadas por un sistema de riego e iluminación casero, que habría provocado su incendio.
Tener plantas o drogas se castiga con condenas a prisión de cuatro a 15 años, “sin necesidad de que se averigüe la finalidad de la tenencia, es decir, si es para uso personal o para venta”, plantea Matías Faray, militante cannábico detenido en abril pasado por tenencia de plantas en su casa para consumo personal y ya liberado. Aunque la Constitución Nacional ampare las acciones privadas que no perjudiquen a terceros, en la actualidad cada historia de tenencia simple es analizable por el juez interventor.
Según el Sistema Nacional de Información Criminal (SNIC), el 70% de las causas por drogas que se abren son por consumo y no por narcotráfico. El perfil de los detenidos, a partir de una investigación realizada por la asociación civil Intercambios, determina que el 92% son varones de entre 20 y 30 años, sin antecedentes penales, ni encarcelamientos anteriores. Además, en los últimos años los casos se incrementaron casi un 70%: se pasó de 14.232 causas penales en 1999 a 26.552 en 2006.
Filosofía de vida. La cultura del autoabastecimiento comenzó a tomar auge en 2005. Desde la revista THC, publicación especializada en la cultura cannábica, explican que se debió a varios meses de sequía que afectaron los campos paraguayos, sector de donde proviene la gran parte de la marihuana que ingresa al país. Esto produjo que los consumidores buscaran la solución en sus propias casas. Lo que parecía ser una salida al problema eventual se transformó en los últimos dos años, según sus protagonistas, en una forma de “luchar contra el narcotráfico, evitar los riesgos de pactar con desconocidos y fumar sustancias más sanas y económicas”.
Cultivar no es una tarea sencilla. María cuenta que le demanda tiempo y dedicación. Lo importante es dar con la semilla indicada: en la mayoría de los casos, se compran a través de páginas de Internet europeas. El costo, aproximadamente, es de 10 euros cada una. El dinero se deposita en una cuenta y llegan por correo postal. “No se pueden incautar porque nadie puede reconocer de qué son, pueden ser de cualquier cosa”, detalla Tamara, de 25 años, cultivadora desde hace tres. También es muy común que entre amistades del ámbito se regalen semillas o que hagan la primera plantación con las que vienen en el prensado paraguayo, como se llama al porro proveniente de Paraguay.
La demanda es complementada por los “growshops”, comercios abiertos al público, que ofrecen materiales para el cultivo, como lámparas, timers, generadores de ozono y hasta diseño de armarios a medida. Hay algunos que no desean correr el riesgo de la exposición pública, por lo que sólo pueden contactarse vía Internet.
El lugar donde plantar también es un desafío. Puede ser dentro o fuera de la casa. Algunos prefieren hacerlo “outdoor”, al aire libre, en macetas que tienen en su balcón o patio porque lo consideran “más natural”. En general, lo hacen los que viven solos porque los padres, muchas veces, no permiten que sus hijos planten. Aunque cuando los visitan, esconden las especies o continúan enfrentándose por el tema. “Una vez vino mi vieja a casa sin avisarme y me roció la maría con un ácido. Casi me agarra un ataque cuando llegué”, cuenta entre risas Rodrigo.
Yo sí, vos no. Una encuesta realizada por la consultora Ipsos mostró que si bien el 84% confirma haber probado marihuana alguna vez en su vida, a un 75% le molestaría que su hijo fume. Por eso hay muchos “growers” que eligen plantar dentro de sus casas (indoor) y para ello necesitan ventiladores, caloventores, sistemas de riego y lámparas especiales que generen el clima apto y tiempo de iluminación propicio para el crecimiento de la planta.
Santamaría del Buen Aire tiene 34 años, vive en un departamento en Villa Urquiza con su mujer y dos hijos, y es médico. Se podría decir que se encuentra dentro del modelo de “familia tipo”. Aunque algo lo diferencia: hace veinte años que fuma marihuana y cuatro que cultiva en la terraza de su edificio. Tiene un placard de dos pisos con ventiladores, aparatos para medir el PH de la tierra, trampas para mosquitos, luces y medidores de temperatura para sus veinte “marías”.
Sus hijos no saben qué hay dentro de ese placard y su padre, que no vive con él, hace muy poco que se enteró: “¿Vos estás orgulloso de mí?”, le preguntó. El padre le contestó que sí. “Bueno, hace veinte años que me fumo un porro todos los días, me parece que estabas equivocado con lo que pensabas de la marihuana.”
Para Santamaría, nombre “de guerra” elegido por él a pedido de su mujer por protección, cultivar es su estilo de vida: basta con ver su terraza llena de especies verdes, como mentas, frutillas, oliva, santa ritas. Hace su propio humus y dedica mucho tiempo al cuidado de “sus hijas”. “No me puedo ir sin verlas, les hago unos cantos y no les hice un sistema de riego automático porque me gusta regarlas a mí.” Asiste a asados cannábicos y les enseñó a varios de sus amigos a tener sus propios cultivos: les regala los cogollos, les explica que deben esperar más de dos meses para que salgan las flores, un mes para que estén listas y luego el secado. Así sucesivamente.
Otra gran parte de los cultivadores indoor consultados por PERFIL son jóvenes que todavía conviven con sus familias y que optaron por esconder las especies dentro de lugares ocultos de sus cuartos, como placares, armarios y hasta carcasas de la CPU. Pero como también los vecinos se convierten en un riesgo, muchas personas que ya viven solas también optan por tenerlas escondidas. “La mayoría de las denuncias de casos de cultivo provienen de llamados del 911 de vecinos que te ven las plantas y llaman a la Policía”, explica Victoria Donda, diputada nacional de Proyecto Sur.
Una nueva militancia. En el último año, especialistas consultados afirman que hubo una mayor visibilidad mediática y un aumento de las agrupaciones y cultivadores que se autodenominan “militantes cannábicos”. Se trata de grupos de consumidores que defienden orgánicamente su bandera de lucha: la derogación de la actual ley de drogas que penaliza la tenencia; el fomento del consumo responsable; la aplicación de un plan de adicciones público, universal y gratuito; y la excarcelación de los cultivadores.
“Lo nuestro no es sólo fumar. Queremos la despenalización para poder cultivar lo que consideremos necesario y promover el estudio científico del cannabis: tanto para uso medicinal como en la industria papelera, textil, y biocombustibles”, explica un miembro de una agrupación cannábica de Mar del Plata, que participó de la marcha mundial por la marihuana, realizada el pasado sábado 7 de mayo y que movilizó a más de 25 mil personas en distintas ciudades del país.
“El aumento del autocultivo va de la mano del cambio de paradigma con relación a la despenalización”, confirmó Faray a PERFIL. Desde la revista THC también afirmaron que “es una forma de combatir el narcotráfico porque uno mismo se abastece y no alimenta el mercado negro”.
Sin embargo, no todos piensan igual, Claudio Izaguirre, presidente de la Asociación Antidrogas de la República Argentina, plantea que “parte de lo que se planta es para consumo propio, pero también para comercialización. Es un cambio de manos”.
Pero los cultivadores defienden su postura: “Si bien puede haber gente que venda, no estamos hablando de plantaciones, no son narcos. Pero el tema pasa por otro lado, es un cambio de mentalidad, no participamos de algo criminal”.
Muchos padres también cuestionan: “Una cosa es alguien que tiene su vida encaminada, pero otra distinta es alguien que no encuentra el rumbo y se la pasa fumando. Es la puerta de entrada a otras drogas”, comenta con preocupación Norma, madre de dos hijos adolescentes. “Hoy, si un chico tiene un problema, se lo condena en vez de tratarlo”, sentencia Victoria Donda.
El debate continúa, mientras el cultivo en casas aumenta. Algunos lo hacen “indoor”, otros “outdoor”. Algunos eligen plantas de origen sativo, índico o cruzas. Cultivan cannabis hembra (que produce THC) o macho. Prefieren especies que les generen hiperactividad, les den risa o los tranquilicen. El mundo cannábico es otro mundo y los cultivadores, a pesar de las trabas, se sumergen en él.

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