lunes, 8 de abril de 2013

ROSARIO: “Los curas de los barrios ya no sabemos qué carajo hacer”


“Esta degradación se ve de manera acelerada en los últimos cuatro o cinco años”, dice el sacerdote de la zona oeste. Hace 27 años que Joaquín Núñez llegó a Rosario y, dice, nunca vio lo que ve ahora. Él mismo tiene a una cuadra un búnker. "Cuando oscurece llegan los compradores, en auto, en moto, en bicicleta o a pie", aseguró el sacerdote.

“Los curas de los barrios ya no sabemos qué carajo hacer”
 “Nos reunimos con los distintos curas de la ciudad que trabajamos en barrios carenciados y ya no sabemos qué carajo hacer, tal vez hagamos un documento para contar lo que todo el mundo ya sabe. ¿Y después qué? ¿Qué podemos hacer?”, se pregunta con gravedad el sacerdote Joaquín Núñez. La causa de su resignación es obvia: se refiere al flagelo de la droga, que, asegura, ya tomó una dimensión nunca vista en el más de un cuarto de siglo que el sacerdote lleva en el lugar donde está. El cura franciscano, de 73 años, nacido en la pequeña localidad formoseña Misión Laishí, trabaja en el barrio Bella Vista Oeste desde el año 1986, donde levantó la capilla Caacupé, y el comedor San José Obrero, donde más de 300 personas buscan su ración de comida diaria, con el apoyo de Cáritas, en Pascual Rosas al 1800. Allí, en un pasillo ancho, está la humilde casa de Núñez y él mismo convive a metros de un quiosco de drogas.
“Cuando oscurece llegan los compradores, en auto, en moto, bicicleta o a pie, es un desfile de gente de toda condición social, justo enfrente de nuestro comedor; las madres ya no saben a quién recurrir”, cuenta Núñez. El sacerdote no duda en afirmar que “Rosario se parece cada vez más a México o Colombia”.
“Algunos lo decimos, otros prefieren minimizarlo o culpar a terceros mientras se nos mueren los pibes. Hoy tenemos un tema grave como es la muerte de tanta gente joven, permanente y constante, los asaltos, las disputas de territorio… La comercialización y consumo de droga está pudriendo todo. Esta degradación se ve de manera acelerada en los últimos cuatro, cinco años”, mide, y advierte: “Siempre hubo pobreza y las crisis económicas afectaron más o menos a la gente, pero los estragos de la droga son irreversibles”.
El cura ha vivido junto a los pobres y eso le valió cinco años de cárcel por defender a trabajadores explotados en el monte chaqueño. Fue secuestrado en Quitilipi en el año 1974 bajo gobierno peronista por la Triple A, la macabra Alianza Anticomunista Argentina, y pasó por las cárceles de Resistencia, Rawson, Devoto y La Plata. Cuando salió en mayo del 79, en plena dictadura, vino a Rosario, a la antigua iglesia San Francisco Solano de bulevar Avellaneda y Mendoza.
Joaquín Nuñez tiene un decir pausado y firme, mira a los ojos detrás de unos lentes ahumados y gesticula como si estuviera dando un sermón. En la década del 70 estuvo junto a los cañeros de la zafra, los hacheros y carboneros del monte chaqueño. Vio todo tipo de cosas, pero ninguna como las que está viendo ahora y que lo alarman más, si cabe. “Hoy el flagelo es la droga y la descomposición familiar: hay muchos chicos solos, sin padre, la madre sola, el nene se cría en la calle y son usados para que comercialicen o atiendan el búnker, son los soldaditos; chicos que no se sabe quién es el padre, por eso tenemos una secuela de muertos”, explica.
Y reconoce: “Estamos desesperados, estamos en contacto los curas de los barrios periféricos y nos pasa lo mismo a todos, somos una docena y nos preguntamos qué podemos hacer contra los robos y la muerte de pibes”. Así lo relata quien fue durante cuatro años responsable de la Dirección de Asuntos Indígenas, en el gobierno de Jorge Obeid, y fuera también candidato a intendente por el Partido Justicialista en 2007. Ambas experiencias le dieron más conocimiento sobre las barriadas más pobres de Rosario que el que tenía.
Pero ahora es distinto: siendo capellán en el Hospital Carrasco, Núñez consiguió un terreno en 27 de Febrero y Columbres y con el aporte de muchos se construyó allí el Refugio De Cristo. “Y ya no quedó ni Cristo porque nos robaron todo”, lamenta con sarcasmo. “La idea era llevar allí a los enfermos terminales pobres. Se levantó un lindo lugar, pero necesitábamos, médicos, enfermeros, y ni la Nación ni la provincia ni la Municipalidad nos dieron pelota. Estuvo la gente del Área VIII de Salud, me dijeron: «Qué cosas linda», pero no teníamos ningún aporte. Hasta se los dábamos para dispensario sin cobrar un peso, pero al año levantaron un dispensario a una cuadra…”.
En el pasillo de Pascual Rosas un niño camina descalzo detrás de una gallina, en el comedor San José Obrero tres mujeres preparan el almuerzo y el sacerdote muestra con orgullo el galpón, que además se utiliza para alfabetizar o para dar apoyo escolar. Y dice: “Antes los chicos intentaban terminar el primario, un poco menos el secundario. Ahora, van sólo para cobrar los planes, porque necesitan la firma del maestro. No sé hasta qué punto los planes Jefas y Jefes han cumplido su cometido, la gente se acostumbra a no trabajar, el Estado los dejó solos”.
El padre Joaquín recuerda cuando años atrás fue a plantear el problema de la droga de su barrio a la jueza federal Laura Cosidoy, “pero no vino”. Luego se lo planteó a su amigo Roberto Rosúa, entonces ministro de Gobierno, y finalmente llegó la Policía con la orden del juzgado federal “pero al lugar equivocado”.
“Una noche llegó y me encuentro con los vecinos alborotados, la Policía a punta de fusil apuntando al matrimonio que vive en nuestro comedor, sus hijos llorando: ¡estaban allanando el comedor! Me presenté y les pedí la orden, muy clarito estaba la dirección que debían y los nombres de quien vivían allí, justamente enfrente del comedor… Después que lo llamé a Rosúa me pedía disculpas, allanaron donde correspondía y estuvo calmo un tiempo. Pero ahora están como si nada, cae la noche y comienza el movimiento”, concluyó Núñez.
Arena y cal en la imagen y el pasado papal
Joaquín Núñez también tomó posición respecto al nuevo papa Francisco y la posición que Jorge Bergoglio tuvo en tiempos de la dictadura: “Yo lo conozco a Bergoglio, él estuvo ya muy cerca de ser elegido cuando fue votado Benedicto en la elección pasada, que no era santo de mi devoción. Esta vez presentía que podía ser Bergoglio, por un lado porque él estuvo muy cerca. Y por otro lado porque los cardenales están reviejos, hay que ser realistas. Conozco su trabajo de años; los jesuitas están en San Miguel, en el Colegio Máximo, y donde los franciscanos fuimos a vivir cerca, los conocemos bien. Conocí personalmente a los sacerdotes Orlando Yorio y Francisco Jalics, después que salimos de la cárcel –ellos estuvieron detenidos cinco meses en la Esma y yo cinco años en varias cárceles–, nos encontramos haciendo cursos, jornadas espirituales, con la pastoral popular, con curas del Tercer Mundo, estuvimos en Moreno, en Morón, en Posadas, en Rosario también donde hablábamos de una teología comprometida. Estos dos curas jesuitas seguían trabajando en los barrios, Jalics que hoy vive en Alemania, en la primera versión dijo que «Con Bergoglio ya hemos arreglado, nos dimos un abrazo y no hablamos más». Yorio falleció en Montevideo, en el año 2000, él públicamente, en los cursos de teología que teníamos, habló claramente diciendo que quien los entregó a los militares fue Bergoglio. Es muy capaz y comenzó a meterse en las villas para limpiar su imagen…en buena hora si cambió. Es la versión directa que tengo de ellos. También es cierto que se reunió y pidió por su liberación a Videla y Massera. Ahora, como Papa, tiene una montaña de problemas a resolver, como el tema de la pedofilia y las acusaciones a cardenales involucrados; también en el mismo Vaticano, que hay un despelote mayúsculo con el banco Ambrosiano, vamos a ver cuánto puede o cuánto lo dejan hacer. La gente está contenta porque se trata de un argentino, por ahora ha dado pasos para la foto, luego se tendrá que meter en lo profundo y no sé si tendrá el equipo y si le responderá el entorno, ojalá pueda hacerlo”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario