sábado, 13 de abril de 2013

SANTA FE: Pompeya y San José: la vuelta al hogar tras la intensa lluvia


A dos días de la torrencial lluvia que azotó Santa Fe, los vecinos comienzan a volver a casa. En algunos sectores, calle San Juan desde Azcuénaga hacia el norte, aún había viviendas anegadas.

 “El que nos dice que exageramos es porque nunca se inundó”, dice Vanina a Diario UNO, a las 17 delviernes, apenas se terminaban de secar los pisos de su casa, en el barrio Nueva Pompeya. Las voces de los vecinos se mezclaban con los gritos de los chicos, que pescaban –en forma literal– en las improvisadas lagunas de cada cuadra.


A metros de un comedor de Los Sin Techo, en un terreno que en días normales con seguridad se convierte a diario en el escenario de un picadito barrial, los nenes más osados usaban de bote la carcaza de una heladera para navegarlo de punta a punta. Lejanos al dolor de la pérdida de un mueble, de ropa u otros objetos, los más chiquitos disfrutaban ayer de una tarde soleada y chapoteaban en el agua empapados de arriba a abajo.


Escurridor y balde en mano, los adultos se hacían cargo de limpiar y desinfectar las casas, bajar los muebles y colchones y hacer el triste recuento de todo aquello que el agua arruinó. En algunos sectores, calle San Juan desde Azcuénaga hacia el norte, por ejemplo, aún había viviendas anegadas. Ni hablar de las calles de tierra, la enorme mayoría en la zona, inundadas de lado a lado.


María del Carmen vive junto a su hija y sus nietas en San José y Azcuénaga. Llegó de Chaco hace años y allí se instaló. A un par de metros de la puerta de su casa, resalta un pequeño santuario pintado de rojo. Ladra Chiquita a los desconocidos que se acercan con cámara y grabador en mano. La perra morena defiende a su dueña, que a pesar de haber pasado horas de esfuerzo en la limpieza y secado de la casa aún cuenta con las fuerzas suficientes para retarla.


La cara de María del Carmen habla de cansancio y resignación. “Hace cualquier cantidad de años que vivo acá. Siempre que llueve fuerte me inundo. Esta vez el agua llegaba a la rodilla. En la cocina bajó a la noche (del jueves) y hoy (por ayer) terminó de bajar en el resto”, relata a Diario UNO.


—¿Fue a un centro de evacuados?
—No, no. Si nos vamos nos llevan todo. Las poquitas cosas que uno tiene se las roban ni bien uno deja la casa. Así que alzamos los chicos arriba de las camas y nos quedamos a cuidar. Hemos perdido tanto otras veces ya... Ahora nos quedamos hasta que baja el agua. Qué vamos a hacer.

Cada tormenta
A media cuadra de la casa de María del Carmen, un grupo de adolescentes colabora en la limpieza de una vivienda. Se acerca una de las chicas, María, y cuenta que “el agua entró a eso de las 6.30 de la mañana” (anteayer).


“El agua nos llegaba a la rodilla. En la pieza bajó hoy al mediodía, pero en el comedor y en el baño todavía (ayer a las 17) está inundado. Mi mamá está evacuada en el comedor Los Gurisitos, pero yo me quedé a cuidar las cosas”, dice María.


Su familia vive en la misma casa hace al menos 20 años. “Siempre demora lo mismo el agua en bajar. Y siempre que para la lluvia, al rato nos llega más agua todavía”, cuenta la adolescente a Diario UNO.


En cuanto a los peligros lógicos de esa antinatural convivencia con el agua, María asegura que tienen mucho cuidado con la electricidad y que “ni bien empieza la tormenta se desenchufan todas las cosas”.


“Cuando vemos que se viene mucha lluvia empezamos a subir todo. Los colchones, los papeles, los documentos, todo subimos; porque nos inundamos todos los años en las tormentas fuertes”, explicó.

Experiencias
Elsa es vecina del mismo barrio, Nueva Pompeya, hace más de 20 años. “¿Qué cambió en estos 20 años? Nada”, asegura y agrega: “Cada vez nos inundamos más. Cada vez nos entra más agua a la casa y desagota siempre a la misma velocidad. Es más, cuando en los demás lugares empieza a bajar el agua, acá sube”.


Es que allí desemboca gran parte del agua de lluvia de la zona norte de la capital provincial. Basta detenerse unos minutos, luego de una intensa precipitación, en la esquina de Facundo Zuviría y Zeballos y mirar hacia el norte, para entender de qué se trata.


“Acá recién hoy (por ayer), 24 horas después de que subió el agua, empezó a bajar. Por suerte bajó muchísimo. Nosotros tenemos la casa un poco más arriba, pero siempre nos entra agua por algún lado”, contó Elsa.


“Más allá de la cantidad de agua dentro de la casa, quedás incomunicado cuando llueve mucho, porque el agua en las calles te llega a la cintura en algunas partes. Si salís al agua, igual no conseguís ni pan para comer, no hay nada. Gracias a Dios que no nos cortaron la luz”, agrega.


—¿No requiere más cuidados el hecho de tener electricidad cuando la casa está inundada?
—Puede ser, porque a veces uno levanta un mueble y engancha un cable de algún artefacto por ejemplo. Yo tengo dos hijos y la preocupación es por ellos principalmente. Cae una gota y uno ya se levanta para empezar a alzar las cosas. En el primer momento los chicos se ponen nerviosos, pero cuando sienten que pasó el peligro lo toman como un juego.


“Hay muchos riesgos cuando estamos inundados, porque los chicos se pueden cortar con cualquier cosa que no se ve abajo del agua y, además, hay muchos bichos”, asegura Elsa.


—¿Qué tipo de bichos vieron?
—Había muchas ratas, chiquitas y grandes. Lo que pasa es que necesitamos que pase el camión de la basura por las casas. Uno acá tiene que llevar la basura a una esquina, en la otra cuadra, para que el camión la lleve alguna vez en la semana. Muchos desagües están tapados por eso. También se necesita tierra y escombros, para que la gente pueda levantar algunas partes de su terreno. La tierra sale carísima.


—¿Qué es lo que más protegen cuando empieza a subir el agua?
—Primero la salud de los chicos, por eso hay que subir una cama lo más alto posible, con colchones donde ponerlos a ellos. Después también los documentos, los cuidamos. Depende la situación, si nos tenemos que evacuar o no. Ayer vinieron con los botes, pero no nos quisimos ir porque si dejás la casa sola, lo poco que tenés te lo roban.


—Además de los botes, ¿alguien les brindó otro tipo de ayuda?
—Vino la gente de Salud y estuvieron las chicas del dispensario. Nos dieron los medicamentos para la leptospirosis, por las ratas. A ellas les agradecemos mucho, porque recorrieron el barrio hoy. El problema es que necesitamos que colaboren con la limpieza desde la Municipalidad. Nosotros sacamos una bolsa entera de basura con cosas para tirar hoy, pero nadie pasa a retirar nada y eso se llena de ratas seguro. Es un peligro para los chicos y para todos.

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