domingo, 6 de mayo de 2012

Arroz: sólo con superficie no alcanza

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Deberes para los fierros. La siembra directa también plantea desafíos a los fabricantes de maquinaria, tanto en el sistema de copiado de terreno como en el dosificador de semilla.
Foto: Juan Manuel Fernández
Adaptaciones para implementar la siembra directa, como altura de taipa y manejo de rastrojo; así como el acercamiento entre líneas y el menor uso de semilla por hectárea, son algunas de las tendencias que se vienen para el cultivo.


Acostumbrado a crecer sin descanso durante los últimos 10 años, el arroz santafesino tiene nuevos desafíos por delante. Ya no se trata solamente de sumar hectáreas para incrementar la producción; hay que atender las nuevas tecnologías que se aproximan para sacarle el máximo provecho a cada lote. La eficiencia empieza a ser un requisito para alcanzar la rentabilidad.
A comienzos de la década pasada Santa Fe contaba apenas con 6.400 hectáreas arroceras. Desde entonces el área creció 650% hasta las 48.000 de la última campaña. Y aunque hay margen para duplicar o triplicar las tierras “arrozables”, los números exigen afinar la puntería. El precio del grano sigue en los máximos históricos, pero prácticamente no varió en los últimos tres ciclos. En cambio el gasoil, insumo de peso en la actividad, se disparó más de 300%.
En este contexto, técnicas como la siembra directa comienzan a sonarle simpáticas al productor. Aunque también plantean algunos retos, como una eficaz implantación sobre taipas o el dilema de qué hacer con el gran volumen de rastrojo que deja el cultivo cada año.
Durante el seminario Admite Arroz, realizado la semana pasada en Concepción del Uruguay, estas cuestiones se analizaron en detalle, al igual que otras “corrientes” que empiezan a sonar: achicamiento entre líneas, supresión de la quema de residuos, disminución de altura de la taipa o reducción de kilos de semilla por hectárea (con el desafío mecánico de sustituir la siembra a chorrillo por una monograno).
Directa a la vista
“Estamos incorporando la siembra directa en lotes chicos, de 50 hectáreas con pendiente, porque trabajamos con suelos planos e inundables, pero se puede adaptar”, explicó el ingeniero Ignacio Ocampo, asesor de unas 6.000 hectáreas arroceras en San Javier.
En la zona hay empresas más decididas a implementar esta técnica, como Adecoagro, pero la mayoría de los productores tienen un apego cultural por el laboreo tradicional. “Les gusta el trabajo prolijo y gastan unos pesos más”, señaló Ocampo, y opinó que se trata de “una barrera mental” que les hace pensar a los más veteranos “con rastrojo en el lote el arroz no me va venir”.
El ingeniero Ramón Hidalgo, especialista en mecanización de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE), explicó que el laboreo convencional mejora la temperatura del suelo y puede ser útil para anticipar la siembra, pero tiene la desventaja de necesitar mayor cantidad de HP (caballos de fuerza), lo que se traduce por un mayor consumo de combustible en costos superiores. “Y casi con seguridad una disponibilidad más acotada de maquinaria”. En cambio en directa sólo hay que hacer un retoque de taipas tras la cosecha “y en algunos casos arreglar alguna huella”. En síntesis: se minimiza el pasaje de herramienta y se achican costos.
En Santa Fe lo habitual es sembrar la cancha y luego hacer la taipa, que se planta al voleo simultáneamente durante el trabajo. El sistema tiene sus ventajas: “en lugar de sembrar a 4 km/h con taipa podés hacerlo hasta con 7 u 8 km”, explicó Ocampo, que sin embargo reconoció que en directa se puede lograr “una distribución más uniforme” sobre el lomo y el préstamo.
La cantidad de máquinas y gasoil a utilizar es la diferencia entre ambas técnicas, que se torna más sensible en la actualidad por el costo de combustible. “Hoy tenemos un arroz de $1.000 la tonelada, lo mismo que hace tres años; pero el gasoil subió 300 o 400%”, advirtió el asesor, quien estimó que el ahorro en directa sería de $450 por hectárea, además del mejor aprovechamiento de la maquinaria.
No tan fácil
La combinación de taipas y rastrojo en el lote parece la mayor complicación a resolver. Sobre todo porque las sembradoras no pueden usar la cuchilla cortadora ya que dañaría la taipa. Por lo tanto se plantean desafíos independientes: adaptar la taipa a la capacidad real de la maquinaria, dándole una altura que permita el copiado del terreno; y, al mismo tiempo, reducir el rastrojo a niveles manejables.
Para Hidalgo, la taipa tiene que “ser más suave”, de 12 cm en la cresta (las hay de 17 a 30); y con un préstamo no tan profundo.
En el mismo sentido opinó Juan Carlos Porello, director de producto de Agrometal, firma que produce el 7% de sus sembradoras para el cultivo de arroz. “Se tienen que adecuar las taipas a las posibilidades que tienen las máquinas, porque esas limitaciones son importantísimas”. El esquema de flotación -explicó- “va de más 15 a menos 15 cm”, por lo que las taipas no debieran superar esa altura. Y también consideró que “la pendiente tiene que ser suave para darle tiempo al mecanismo de subir y bajar a través de las ruedas de control de profundidad”.
El otro reto es qué hacer con el rastrojo. Hidalgo comentó que, según un trabajo de la UNNE, con 600 a 800 kilos de residuo por hectárea “se dificulta la implantación”, mientras lo habitual es que queden en el lote hasta 4.000 kilos o más.
La quema empieza a restringirse (en Entre Ríos ya está prohibida y hay proyectos en el Congreso para extender la restricción a todo el país) y deben encontrarse alternativas. Una posibilidad es lograr una buena diseminación utilizando un distribuidor en la cola de la cosechadora; otra es la utilización de algún implemento que ayude a degradarlo. “Un rolo cuchilla chiquito de poco peso, no el tradicional, hace que haya un aplastamiento y ayuda a mineralizarlo”, apuntó el especialista. Incluso contempló la posibilidad de enrollarlo para consumo animal, aunque se trata de un rastrojo con alto contenido de sílice (además de demandar máquinas y gasoil).
Novedades desafiantes
Entre otras tendencias, en Admite se mencionó la predisposición a disminuir la cantidad de semilla por hectárea, sobre la base de un cambio genético que modificará la fisonomía de la planta. Esto traerá aparejada la necesidad de estrechar surcos y distanciar semillas en la línea, problemas a los que tendrán que dar respuesta las fábricas de sembradoras; si es que el mercado está dispuesto a pagarlo.
“Hoy genéticamente la estructura de la planta cambia de piramidal a columnar”, indicó Ramón Hidalgo. Explicó que los rendimientos se mantienen, pero por mayor ingreso de luz solar los macollos se hacen más gruesos y se minimiza la susceptibilidad al vuelco. “Y lógicamente al ser columnar, para que cierren los entrelíneos y evitar el enmalezamiento, es necesario achicar la distancia”. Lo habitual es trabajar a 20 cm, o incluso 17.5, y el objetivo es “que las sembradoras puedan adaptarse a 15”. Mientras lo usual es que se utilicen 120 kilos de semilla por hectárea en cultivos comerciales, “ya hay una marcada concientización de usar 80”. Incluso los híbridos en EE.UU. ya se siembran con 25 kilos por hectárea. Para alcanzar esta meta habrá que distanciar las semillas en la línea, lo que implica cambiar el sistema de chorrillo por uno monograno. “Eso ya necesitaría un sistema neumático o de placa que lo haga posible”, aclaró Hidalgo.
Según Porello la industria metalmecánica está tomando nota de estos cambios. “Hoy la genética nos dice que tenemos que achicar las medidas, por lo tanto hay que hacer una máquina nueva”. Mencionó que Agrometal trabaja en un prototipo de siembra a 17 cm, pero que implementar un sistema monograno o un sistema de copiado neumático implicaría un mayor costo para el productor. “Hay cosas necesarias pero el mercado no las paga”, advirtió.

arroz: sólo con superficie no alcanza

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“Hoy la genética nos dice que tenemos que achicar las medidas, por lo tanto hay que hacer una máquina nueva”
Ramón Hidalgo
Especialista en mecanización de la Universidad Nacional del Nordeste.
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“Hoy tenemos un arroz de $1.000 la tonelada, lo mismo que hace tres años; pero el gasoil subió 300 o 400%”
Ignacio Ocampo
Ing. Agr. Asesor arrocero en San Javier.
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“Hay que adecuar las taipas a las posibilidades que tienen las máquinas, porque esas limitaciones son importantísimas”
Juan Carlos Porello
Director de producto de Agrometal.
La bolsa o la renta
Consagrado en la agricultura tradicional, el silobolsa aún tiene mucho para dar en la cosecha de arroz. Con un uso inteligente, el productor puede sacar ventaja en la comercialización del grano.
El especialista Ramón Hidalgo, docente de la UNNE, relató que las primeras experiencias se hicieron con grano “base cámara” con 12% de humedad y luego, para solucionar el cuello de botella del secado, se pensó en embolsarlo más húmedo. Aseguró que la tecnología actual permite embolsar con 16% durante 4 meses “sin que halla problemas de calidad” y que la técnica puede beneficiar tanto al productor como al molino. “En las plantas de acopio se está usando, pero también es una alternativa para el productor, que al tener una secadora y una bolsa mantiene tranqueras adentro la producción y puede vender cuando los precios sean mejores”. Por esto es que el productor “lo ve con mucho interés”, aseguró.
También comentó que desde su cátedra están probando el embolsado en chacra con humedad por debajo del 20%. “La idea es hacerlo por dos meses para descomprimir la falta de camiones y el problema de secado”. Los resultado son “muy buenos”, aunque recomendó “ajustar un poco la limpieza del grano” para evitar el diferencial de humedad entre resto de tallos y hojas respecto del grano.

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