miércoles, 11 de septiembre de 2013

SANTA FE: Fonavi San Jerónimo: la intensa vida en las manzanas

A sólo diez cuadras del microcentro, la vida se teje dentro de once manzanas, fuertemente castigadas por el agua del Salado en 2003. Agua, que hoy se suma como problema, de diferentes modos.


Once manzanas en torno a una plaza, junto a un estadio, en el populoso extremo sur de Santa Fe. Así se delinean los rasgos de Fonavi San Jerónimo, un barrio que en treinta y cinco años cambió su paisaje de arena y de río por el avance urbano.
Su nombre lleva impresa su historia: San Jerónimo fue erigido entre 1978 y 1982 por el Fondo Nacional de la Vivienda (FONAVI). El plan original contemplaba 1289 viviendas en doce manzanas cuadradas de 75 metros de lado, con sus perímetros marcados por edificios de planta baja y tres pisos.
Por fuera, cada manzana es un damero con ventanas. Por dentro, un sistema de escaleras de hormigón y barrotes raídos que se insertan en un pulmón verde y apuestan a la vida en común. Este rasgo esencial es su principal problema: la falta de privacidad y el crecimiento de su densidad poblacional potencian los conflictos entre los vecinos. Tanto los psicólogos del Centro de Salud como los efectivos de la Subcomisaría 1ra. coinciden: “La convivencia en los Fonavi es difícil”. En casos extremos, sus consecuencias alcanzan medicación psiquiátrica y hasta la actuación policial: en la subcomisaría afirmaron que “intervenimos en conflictos familiares o entre vecinos entre dos y tres veces por semana”.
Manzanas adentro
Roberto Leguizamón siente un especial afecto por Fonavi San Jerónimo, su barrio: sus manos trabajaron en la construcción de las torres. Hoy dice que “es una obra excelente, es uno de los pocos barrios antisísmicos de la ciudad”, pero también reconoce que falta mantenimiento: “Las barandas están oxidadas, te agarrás con miedo a caer”. Otros vecinos suman “problemas recurrentes por el desborde de cloacas” y “provisión de agua”; y la policía suma "peleas entre vecinos por filtraciones de agua de piso a piso, de un departamento a otro”. Los conflictos son constantes y se suman a los tiroteos en la plaza y los asaltos.
Los vecinos cambiaron. Leguizamón asegura que sólo un 60% de los adjudicatarios originales del Fonavi sigue viviendo allí. El resto vendió su departamento, “o fueron usurpados”, agrega. Sin escuchar sus palabras, María Angélica Bozo coincide. Cuenta que “por los robos” y la falta de seguridad “después de la inundación se fue mucha gente. Yo me iría si pudiera, pero nunca me alcanza”.
“Nos preocupa ver chicos sentados en la plaza o en la vereda haciendo cosas que afectan su vida cotidiana -como tomar alcohol y fumar- en vez de actividades propias de su edad. El barrio tiene muchos espacios verdes y no los ves jugando”.
Silvia Sánchez / directora de la Escuela Simón Bolívar
“Los primeros diez años, era un barrio hermoso. Por las noches salíamos a la plaza a fumar un puchito y charlar y no pasaba nada. Ahora no podés hacerlo: los tiros te pasan por arriba, si no te matan”.
María Angélica Bozo / vive en el barrio desde su creación
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319 alumnos
de la Escuela Simón Bolívar Nº1258 reciben almuerzo en su comedor. A ellos, en cada comida se suman otros 65 nenes del Jardín de Infantes Nº 73. Allí también, 300 chicos reciben la copa de leche. Si bien la escuela recibe partidas del gobierno provincial y del nacional para ello, la ecónoma y la directora dicen recorrer supermercados y proveedores “para comparar precios y ver cómo podemos optimizar recursos”.
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