viernes, 8 de febrero de 2013

"Los congelamientos de precios tienen una larga historia en Argentina"

A continuación, la opinión de los usuarios sobre la nota Kirchner habla de congelamiento de precios, pero los empresarios no reaccionan


Los congelamientos de precios tienen una larga historia en Argentina:
Desde 1950 hasta la fecha, en que el entonces dictador Juan Domingo Perón inició una caza de brujas, que hizo que se encarcelara a almaceneros y panaderos (en esa época no existían supermercados) y se clausuraran sus negocios con el cargo de "agio y especulación" hubo varios intentos de mantener los precios dentro de una tónica que involucraba pérdidas para los comerciantes.
La batalla de Perón contra los "especuladores" finalizó con todo el país consumiendo pan francés hecho con harina de muy baja calidad, que era la que los molineros podían proveer, a los precios fijados por el Gobierno.
Durante la época de la Revolución Libertadora hubo un manejo razonable de los acuerdos de precios y salarios, que mantuvo el poder adquisitivo de la clase trabajadora al mismo nivel e incluso un poco mejor de lo que encontraron las cosas en setiembre de 1955. Una inflación moderada, para aquellos años de un diez a un doce por ciento anual, dentro de una economía mundial que se movía en esos términos.
La primavera terminó un tanto abruptamente con la llegada de Frondizi al poder. El ministro de economía impuesto por las Fuerzas Armadas, Ing. Álvaro Alsogaray mantuvo un férreo control de cambio, que clavó el dólar a una paridad de 83 pesos la unidad, pero paralelamente facilitó el acceso al crédito externo, mediante avales dados por el entonces Banco Industrial, y las empresas manufactureras pudieron reequiparse, suceso que no ocurría desde por lo menos 1936/1938, en que la II guerra interrumpió los ministros de maquinarias debido al esfuerzo bélico.
Cuando frondizi fue reemplazado por Illia, las cosas se mantuvieron en relativa calma, si bien la paridad fue llevada a 250 pesos por dólar. Huelgas salvajes, tomas de fábricas, etc. fue la manera que encontraron los sindicalistas de expresar sus pretensiones de mayores salarios. En 1966 Onganía llegó, y de su mano, a la que fueron a beber ávidos los mismos capitostes de la CGT y las 62 organizaciones, en país entró en una era de estabilidad de precios y salarios que se mantuvo en ascenso moderado, hasta la sunción del poder por el peronismo.
Celestino Rodrigo instauró un congelamiento de precios, y con ello sobrevino un brutal desabastecimiento, el crecimiento inusitado de un mercado negro desaforado, y el nacimiento de la primera hiperinflación que conoció Argentina.
Caído el gobierno peronista, más por su propia incapacidad que por la voluntad del "Proceso", las cosas se mantuvieron en una escalada sin grandes sobresaltos hasta la Guerra de Malvinas. Allí comenzó a desbocarse la inflación, la cotización del dólar se disparó y comenzó a gestarse la simiente de la hiper que frenó por un poco de tiempo el "Plan Austral".
Pero como Alfonsín, principal responsable de todos los males del post peronismo, e indirectamente responsable del desastre institucional en que estamos metidos los argentinos en este momento, no creía en la economía de mercado, metió baza y nos mandó al tercer episodio de híper, que culminó con su huída precipitada de la Casa Rosada y la entrega anticipada del poder a Menem, que llegó al poder en medio de los saqueos y algaradas populares a que creo que ya nos vamos acostumbrando.
Dos episodios más de híper nos llevaron a la convertibilidad, plan "mágico" que mantuvo todas las variables de los precios relativos en absoluta libertad, menos el precio de la moneda, absurdamente sobrevaluada, que nos llevó al colapso de los bancos y el estado de diciembre de 2001, en que otra vez las turbas dieron su ¡presente! y provocaron la caída del gobierno de De La Rúa.
Si se produce el congelamiento de precios, correlativamente se deberá frenar las aspiraciones de los sindicatos, que seguramente no van a declinar de sus pretensiones fácilmente, lo que puede arrastrar a una seria crisis empresaria. Nadie puede ser condenado a trabajar a pérdida, por lo que cabe esperar cierres masivos de industrias y comercios, escasez de bienes de consumo masivo, mercado negro y disturbios.
Kirchner, el nuevo mesías instituido por un todavía crédulo pueblo, tiene la última palabra. Es de temer que consienta a intensificar el "apriete" al comercio y recomencemos, esta vez con mucha más gravedad, la cadena de disturbios, saqueos y desórdenes que quizás culminen de una manera un tanto peor de los que es costumbre, dados los compromisos que desde el poder se han establecido con los agentes de las turbas, piqueteros, saqueadores, etc.

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