martes, 2 de octubre de 2012

“El intercambio por momentos fue tenso, pero ganó el debate”


El médico santafesino Leandro Grimaldi, quien accedió a una beca de posgrado en Harvard, participó de la conferencia de Cristina en EE.UU., y luego se encontró con ella. Cuál fue su balance.


“El intercambio por momentos fue tenso, pero ganó el debate”
El destacado y joven médico santafesino Leandro Grimaldi Bournissaint (25 años), continúa su formación de posgrado en Harvard, a la que accedió mediante una beca, y logró viajar y permanecer allí gracias al apoyo de muchos, incluida la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

La semana pasada, Leandro tuvo el privilegio de ser parte del auditorio que escuchó la conferencia de la mandataria, y luego hizo un balance del acontecimiento, en exclusiva para Diario UNO de Santa Fe.

—¿Con qué expectativas los asistentes esperaron la exposición de la Presidenta?
—Las expectativas en toda la comunidad de Harvard, y en Boston en general, con la visita de la señora Presidenta fueron enormes, e in crescendo con el transcurso de los días. No sólo entre nosotros, los estudiantes, sino también entre todos los facultativos de aquí y la comunidad latina en general, en especial los argentinos, por supuesto. Había diversas opiniones sobre la llegada de ella aquí, pero todas coincidían en algo: que era un día realmente único e histórico, pues es el primer presidente argentino que, estando en función, viene a disertar al foro más importante y relevante del mundo de gobierno de una universidad. Por aquí han pasado casi la totalidad de las máximas figuras políticas de todo el planeta.

—¿Cuáles son los temas que más curiosidad, incertidumbre o asombro generaban en los presentes la figura de la Presidenta y de la Argentina en general?
—Creo que sin dudas al americano –uno estando acá se acostumbra a decirles así, pero llamémosles como debe ser: estadounidenses– promedio le genera una gran curiosidad el hecho de que tengamos tantas crisis económico-políticas, con un impacto social tan grande, y que las suframos tan frecuentemente. Es un caso de estudio aquí la República Argentina, ya que no se explican cómo siendo un país tan rico en todo aspecto siempre debemos estar penando y sufriendo vaivenes económicos sin lograr encontrar una estabilidad y sostenerla en el tiempo. También, se escuchaba por todos lados acá, en las diferentes escuelas, en las residencias estudiantiles, en el foro mismo que había muchas preguntas que la gente quería hacerle y saber...


Encendido disenso
—En Argentina la conferencia generó polémica. ¿Cuál fue tu percepción estando allí y qué análisis hacés del intercambio entre preguntas y respuestas?
—La polémica no sólo se limitó a nuestro país, se lo aseguro. Aquí –en Boston– también la hubo y la sigue habiendo, en especial en la comunidad de argentinos en Harvard. La realidad es que uno que tuvo la posibilidad de estar allí en el foro presente pudo apreciar cosas que por la televisión seguramente no llegaron, que ustedes no pudieron ver. El clima era distendido y relajado por momentos, pero extremadamente tenso por otros. Fue muy raro y cambiante. El intercambio considero que fue al límite, de ambas partes. Usted me preguntará si está bien o está mal, y yo le diría que está perfecto. El debate es sano y es muy necesario, siempre. Lo único que a uno le da pena es que por momentos pareciera que se han excedido ciertos límites, lo cual nunca debiese ocurrir en ningún intercambio entre quienes quiera que sea.


Sin libreto

—¿Cómo se seleccionaban las preguntas y los alumnos que preguntarían?
—No hubo proceso de selección de alumnos que preguntaran, al menos hasta donde llega mi entendimiento. Mire, le explico, a diferencia del modus operandi que utilizaron en Washington, en la Universidad de Georgetown, donde se levantaba la mano para preguntar y alguien seleccionaba al alumno “dedocráticamente”, aquí, en la Escuela de Gobierno de la Universidad de Harvard, funciona siempre de la misma manera: hay cuatro micrófonos distribuidos en el recinto, dos abajo y dos arriba, en la zona de lo que aquí llamamos “boxes”. El alumno que quiere preguntar, luego de finalizada la disertación de quien expone, se para, toma un micrófono y hace la pregunta. No se puede ni reservar el lugar ni nada por el estilo; vendría a ser algo así como “por orden de llegada”. Yo este año, en el mes de abril, fui a ver cuando participó del debate Dilma Rousseff, y el mecanismo para preguntar fue exactamente igual.

—¿Cuál fue el “humor” del auditorio con posterioridad a ello? ¿Qué comentaban? ¿Qué discusiones se generaron? ¿Qué reflexiones?
—Malo. El humor de los allí presentes al avanzar el debate iba empeorando cada vez más. Había alumnos indignados con las respuestas que estaban escuchando y otros que se enojaban con aquellos que hacían las preguntas. La verdad es que estar ante un hecho histórico –ya que fue el primer presidente en servicio de nuestro país que habló en el foro– y tener que escuchar silbidos, agravios, miradas amenazadoras y palabras cruzadas por lo bajo entre estudiantes mismos y con gente que estaba detrás del escenario fue muy entristecedor, me daba vergüenza por momentos realmente. Debería haber reinado el respeto. Al finalizar la jornada me dio la sensación de que todos quedaron “calientes”, algunos más, otros menos. Por lo que yo pude percibir, algunos consideraban que las preguntas fueron “mala leche”, otros que las respuestas por muchos momentos se tornaron agresivas y esquivas a las preguntas realizadas, y por último estaba un grupo que consideraba que se había dejado pasar una grandísima oportunidad para tener un debate más productivo, en el sentido de haberlo hecho en otro tono, sin tanta tensión, sin que por momentos el aire se pudiera “cortar con un cuchillo”. En este último grupo me incluyo yo.


Reencuentro
—¿Pudiste tener contacto con Cristina? ¿Se acordó de vos? ¿De qué hablaron?
—¡Sí, claro! Luego de terminado el debate tuvimos la posibilidad de tener un nuevo contacto con la Presidenta. Allí me saludó y me preguntó cómo iba mi desempeño aquí en Harvard. Me dijo también que el embajador de Argentina en los Estados Unidos, doctor Jorge Argüello, le había comentado de mi presencia allí en el foro. Fue un encuentro muy ameno que culminó con una carta que le entregué, donde explico mi plan de estudio y formación para el siguiente año, y mi interés en el área de la Salud Pública en nuestro país. Fue una gran noche donde tanto alumnos, como profesores y autoridades de Harvard, hemos podido disfrutar de la presencia de una figura política tan representativa como la de Cristina Fernández de Kirchner y donde ganó el debate. Como aquí nos enseñan: “Debatir es sano. Es sinónimo de progreso. Sin contraposiciones ni ideas encontradas no hay mejorías, no hay avances, no hay crecimiento. Sin debate, no hay democracia”.
Igualmente, me da pena que muchas veces nos llenemos la boca hablando de “pluralismo” pero que no tengamos la más mínima tolerancia a la opinión ajena cuando está en contraposición con la nuestra. Debemos aprender a escucharnos más y hablar menos. A aceptar lo que el otro piensa sin faltarle el respeto.

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