sábado, 3 de marzo de 2012

La esposa se llevó los niños:Un padre pide por seguridad para sus siete hijos menores

Mario pide que la autoridad atienda a la situación de riesgo física y moral que amenaza a sus siete hijos inmersos en un cuadro social que considera peligroso.
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Mario Ambrosio.

Mario Ambrosio (44) visitó esta redacción para pedir públicamente por la seguridad física y moral de sus siete hijos menores.
Ambrosio refirió que los niños están junto a su madre que abandonó con ellos la casa del barrio Loyola para establecerse -según pudo constatar personalmente-, en una ciudad santafesina próxima a la provincia de Córdoba.
Ambrosio se dirigió al oeste santafesino para dialogar con ella sobre las criaturas que, dado su entorno ambiental, están en situación de riesgo, sostiene.
Ahora, hombres mayores con gravísimos antecedentes por delitos contra las personas -entre ellos un ex presidiario- estarían cerca de ellos.
Sin embargo, sostiene Ambrosio, esa gestión fracasó desde que sólo recibió insultos, amenazas y hasta agresiones físicas.
La situación de los niños tuvo en Paraná seguimiento judicial desde que dos de los nenes sufrieron desmayos en la escuela por desnutrición.
Entonces su esposa fue enviada a Santa Fe para recibir asistencia en el Ceprome de Rafaela. Pero, siempre según el relato de Ambrosio, “abandonamos nuestra casa de Paraná perseguidos por los vecinos del barrio Puerto Viejo”.
“Eso -aclaró- fue a raíz de los extraños rituales que ella practicaba, como el sacrificio de animales que abandonaba en los umbrales de las casas y de la sangre que manchaba las paredes”.
“Nos quisieron quemar la casa. Tuvimos que escapar y así llegamos a Santa Fe para vivir en el barrio Nuevo Horizonte, pero allí la historia se repitió y tiempo después estuvieron por lincharla, los vecinos estaban furiosos”.
Otro tanto “volvió a pasar en barrio Loyola, hasta que el 13 de febrero volví del trabajo a media tarde y ella se había ido llevándose los chicos y los muebles”.
Ambrosio dijo haber denunciado lo ocurrido en la Seccional 7a. y también concurrió a Tribunales, “pero me paso los días ahí para denunciar todo esto ante el juez o renuncio a mi trabajo, porque lo único que gané hasta el momento fueron dos días suspensión”, se queja.
Lo que preocupa a Mario Ambrosio es el tono de las cartas donde ella le habla de sus creencias y de las razones por las cuales acostumbra a bañar a sus hijos con sangre animal.
Pero más allá de esas y otras inquietantes extravagancias el hombre pone el acento en otros aspectos que tienen que ver con la integridad de los niños, amenazada -dice-, por el conjunto social donde están inmersos, porque “ahí los violadores y los cafisos mandan”.
“Sólo pido, dijo por fin, que la autoridad escuche mis reclamos y me ayude a recuperar a mis hijos”.

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