miércoles, 3 de octubre de 2012

ROSARIO: "A mi mujer le daban el pésame y justo la llamé"


Tras superar 45 días de internación, dos operaciones de complejidad, un injerto de piel y tareas de rehabilitación, regresó a Rosario el gendarme Luis Alberto Ojeda, accidentado el 26 de junio en Chubut en el fatídico choque en el que perdieron la vida nueve efectivos pertenecientes al Destacamento Móvil 2 con asiento en Rosario.
La Capital | 

Tras superar 45 días de internación, dos operaciones de complejidad, un injerto de piel y tareas de rehabilitación, regresó a Rosario el gendarme Luis Alberto Ojeda, accidentado el 26 de junio en Chubut en el fatídico choque en el que perdieron la vida nueve efectivos pertenecientes al Destacamento Móvil 2 con asiento en Rosario.
Un pasacalle en Sarmiento al 3400, donde Ojeda vive con su mujer y sus dos hijitos, lo recibió como el joven querido de la cuadra: "Luis, bienvenido al barrio", dice.
El cabo recibió el alta en el Hospital Militar Central de Buenos Aires, donde el llamado a un grupo de médicos cirujanos especialistas logró devolverle la motricidad de sus miembros. Hasta el 12 de julio en que fue operado (un tiempo de 18 días), Ojeda soportó la inmovilidad de brazos y piernas producto de una fractura cervical con hematoma en la médula espinal y corrimiento de discos.
Los expertos le abrieron el cuello en la parte delantera, para correr el esófago y la arteria aorta y poder colocarle una prótesis en las vértebras cervicales. "Aparte de no mover los brazos, no podía dormir. Me tenían que sedar", recuerda.
El gendarme formoseño de 32 años cuenta a La Capital que en ningún momento perdió la conciencia, y que el desgraciado instante de las 5,45 de aquel día, cuando el colectivo que los transportaba chocó de frente con un camión, lo encontró en el baño del ómnibus.
"Sufrí el accidente ahí y en medio del desastre y el griterío decidí hacer silencio y ahorrar energías, porque no me iban a escuchar. Respiraba hondo. A los 40 minutos comencé a gritar: \'¡Sáquenme, estoy en el baño!\' Me auxiliaron y trasladaron al hospital de Puerto Madryn donde estuve tres días internado".
Pésame. En esas horas de infortunio, aquí en Rosario, en el seno de su humilde hogar, se desarrollaba otra historia dolorosa. Uno de los compañeros de Ojeda fallecidos se llamaba como él, excepto por el segundo nombre: Luis Roberto Ojeda. La presidenta Cristina Kirchner, al enumerar las víctimas ese mediodía, mencionó a un Luis Ojeda a secas.
Un médico de Gendarmería golpeó la puerta de Sarmiento al 3400 para comunicarle a la esposa de Luis Alberto que su marido estaba muerto; también que venía a transmitirle el sentido pésame en nombre de la fuerza y a explicarle la forma en que había fallecido. Estaba acompañado por dos psicólogos encargados de contener y hablar con los hijitos de ambos, de seis y 10 años.
Quizá la intuición femenina llevó a Jaqueline a responder de la forma que lo hizo. "Deje que yo primero vea el féretro de mi marido y les hablaré a mis hijos", revivió ayer delante de este diario la compañera de vida del cabo. "A todo esto mis hijos me preguntaban, ¿Mami, por qué llorás? —agregó— Yo les decía que era porque papá se había herido en un accidente".
Interviene Luis: "Pero en medio de eso yo pude llamarla desde el hospital de Puerto Madryn. Eran las ocho de la noche de ese día".
Semblante. A más de tres meses del accidente, Ojeda se muestra tranquilo y también alegre frente a tantos vecinos que lo fueron a saludar. Dice que en cuanto pueda retornará a la vida del destacamento. No hay atisbo en su conducta de que piense en renegar del cuartel.
Cuando se le pregunta si toma el hecho como una fatalidad del destino o algo que se podría haber evitado, responde que es una costumbre aceptada por los gendarmes ser trasladados en avión cuando hay que actuar de urgencia frente a un conflicto y ser regresados en pesados viajes en colectivos.
La segunda operación del gendarme (en realidad la primera, pues fue anterior al injerto en la cervical) resultó por una fractura expuesta de tibia y peroné. El injerto de piel, en tanto, consistió en extraerle parte de la que tenía en su muslo para implantarla en la zona de la quebradura de los huesos.

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