lunes, 27 de mayo de 2013

“La ciencia se presenta como un saber elitista, ése es el problema”

El doctor Agustín Adúriz-Bravo estuvo en Santa Fe para disertar sobre los desafíos de la enseñanza de la ciencia en las escuelas. Señaló que se debe desnaturalizar el fracaso en ese tipo de materias.
Interés. “Los chicos están ávidos de saber de ciencia”, dijo el especialista.INTERÉS. “LOS CHICOS ESTÁN ÁVIDOS DE SABER DE CIENCIA”, DIJO EL ESPECIALISTA.
Victoria Rodríguez
Diario UNO Santa Fe

Agustín Adúriz-Bravo, doctor en Didáctica de las Ciencias Experimentales, estuvo en Santa Fe para brindar una conferencia sobre “Racionalidades lógica y narrativa para enseñar ciencias y naturaleza de la ciencia”, invitado por la escuela Normal Nº 32 “General San Martín”. En su paso por la ciudad, dialogó con Diario UNO sobre los desafíos que presenta en la actualidad la enseñanza de las ciencias y la importancia de que el docente se replantee el enfoque con el que da clases.

“La escuela tiene que ser una de las promotoras privilegiadas de la cultura científica. Porque ahí se ve el saber disciplinar más duro que heredamos como patrimonio cultural. Y, a su vez, en consonancia con los demás promotores de la cultura científica porque quizás uno de los principales problemas es la falta de consonancia”, dijo.

Y, en relación a la gran cantidad de alumnos que todos los años deben rendir en diciembre y marzo las materias vinculadas a las ciencias duras, agregó: “Creo que hay un problema de elitismo. Las ciencias, más allá de la escuela, se presentan como un saber elitista. Dan una imagen de que es para pocos, para inteligentes, sabios, para personas que estudian mucho. Esa imagen se genera en la era medieval con el alquimista, el loco, el sabio y permea todos los estamentos sociales. Y está muy amplificada en los medios de comunicación. Entonces es una forma de representación social de las ciencias que es muy difícil de desandar. Y no es que la ponemos en marcha de manera intencional para excluir a la gente pero está tan naturalizada que pocas veces la cuestionamos. Entonces si a un profesor de Física de 3º año se le va el 40 por ciento de los alumnos a rendir, en lugar de pensar que a lo mejor una práctica de él está mal, que no lo ha hecho bien, que los materiales no eran adecuados a estos pibes, que los problemas fueron muy complejos o que no se terminaron de trabajar los temas, piensa que es natural que el 40 por ciento desapruebe porque el conocimiento es para unos pocos. Para los que entendieron, estudiaron mucho. Entonces no es un problema de desmotivación sino de la naturalización de un problema que no se ve como tal. Es natural que muchos se vayan en Física así como es natural que nadie repruebe en arte o gimnasia”.

—Hoy la escuela está en un proceso de transformación con alumnos que tienen otras necesidades. Y, en particular en la media, los docentes suelen coincidir en que hay mucha apatía y que en el campo de las ciencias es difícil motivar a los estudiantes ¿A qué lo atribuye?
—Me parece que no es difícil motivar en ciencias sino que lo que desmotiva es el formato de las clases tradicionales. La ciencia todavía es una fuente de gran atractivo e interés para los chicos y chicas. Y eso se ve clarísimamente en la cantidad y calidad de divulgación científica argentina. Los programas de Adrián Paénza y los libros de la colección Ciencia que Ladra son un ejemplo. Los chicos están muy ávidos de saber de ciencia, de leer y de discutir. El éxito de series estadounidenses como CSI, Bones y Doctor House muestran que los pibes tienen mucho interés por el conocimiento científico. En todo caso lo que los desmotiva es el pasaje de la primaria a la secundaria, donde esa ciencia que era más activa, exploradora o ingenua en la primaria se transforma en una ciencia más lingüística, más demostrativa y matematizada en la secundaria, y ahí es cuando perdemos público. O sea que el desafío está no tanto en decir que la ciencia no les interesa sino en ver qué ciencia les interesa, contada cómo, con qué preguntas y con qué finalidades. O sea, poder reinventar algunos tipos de enseñanza en el aula del secundario que de verdad conecten con los intereses de los chicos y sus formas de pensar el mundo.

—¿Para hacer frente a ese desfasaje entre primaria y secundaria hay que profundizar el trabajo en los primeros años de la escuela media?
—En realidad hay que trabajar en ambos lados del sistema porque la enseñanza de las ciencias en primaria también es flojita en algunos aspectos. A veces se presenta demasiado empírica, exploratorio, naif. Se plantea que la ciencia es un saber superior y entonces también falta incidir con ideas más teóricas, con ideas culturales y con la posibilidad de sentirse parte de un linaje de grandes persona que nos han precedido y han pensado en el mundo. Pero creo que un momento para incidir es en el final de la escuela primaria y el principio de la secundaria. Hay que proveer un pasaje de un nivel a otro más suave, mejor acompañado para esa exploración del mundo natural que es más general y multidisciplinaria hacia la inauguración de esa mirada disciplinar más dura, propia de la ciencia erudita. Tenemos que lograr que los chicos se encuentren en la secundaria reencantados por los mismos problemas de la primaria pero ahora siendo capaces de mirarlos con las herramientas disciplinarias más rigurosas.

Los nuevos docentes
—¿Considera que desde los institutos y las universidades están preparando a los futuros educadores para poder encarar las clases de esa manera?
—Los están preparando bastante. Hay cambios de chip importantes en institutos superiores y universidades hacia unas ciencias naturales más integradas y relacionadas con el entorno y la comunidad, más éticas y valorativas, más transformadoras de las personas, más llenas de valor educativo y no estas ciencias tradicionales de exposición de grandes verdades. Entonces eso se ve en el cambio de la enseñanza de la física, la química y la biología en los institutos y universidades y en el cambio de las propuestas de las asignaturas didácticas. Allí se ve más variedad de instrumentaciones, de estrategias, de ideas de abordaje y de materiales para que los futuros maestros y profesores estén mejor preparados para el aula.

—Teniendo en cuenta lo motivador que resulta para los estudiantes participar en ferias de ciencias o en eventos que les permiten mostrar lo que realizan ¿cree que deberían incorporarse, de manera más habitual, ese tipo de experiencias que sacan la clase del aula?
—En realidad el concepto de sacar del aula es complejo y diverso porque implica tanto que los docentes puedan sacar a los chicos del aula y llevarlos a otro lado, como que la ciencia atraviese la escuela, ingrese al aula y salga de ella, como que otras instituciones que no sean la escuela trabajen temas científicos. Entonces no es sólo la maestra sacando a los chicos del aula con la idea de extensión tradicional, donde se muestra a la familia y los vecinos del barrio lo hecho en el aula sino que también hay una visión mucho más interactiva, permeada o intrincada entre sistemas. El aula como un pequeño sistema y todo el resto del mundo alrededor. Entonces una ciencia que genera cosas para la vida cotidiana, para el desempeño de la ciudadanía, para la vida en familia, para el barrio, para el potrero, que esté en relación con la escuela es el diálogo desafiante. No tanto que se muestre lo que se hace en el aula sino que los chicos vean ciencia en muchas instancias de su vida y que vean coherencia entre todas esas instancias. Que no aparezca lo escolar como descolgado de la ciencia que disfrutan en la tele o que piensan en el diario o que ven en el barrio.

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