martes, 10 de abril de 2012

SANTA FE: Le disparan, el asalto se frustra pero al otro día le roban la moto en Barrio Candioti

El 26 de marzo, Mauro fue baleado cuando intentaron robarle la moto en barrio Candioti. Cuando lo llevan al hospital, el vehículo quedó dentro del edificio, pero al día siguiente había desaparecido.

A Mauro le cuesta hablar de lo que le pasó. No porque el dolor de la bala que todavía tiene alojada en la pierna se lo impida, sino por la desidia que sintió al enterarse que la moto que le intentaron robar -por la que recibió el disparo y que quedó en el edificio donde fue asaltado cuando a él lo trasladan al hospital - desapareció. “Perdí todo”, dijo a Diario UNO el muchacho de 31 años, entre lágrimas de bronca.


El violento asalto que sufrió Mauro el 26 de marzo pasado, en una de las dos torres mellizas de 10 pisos que se erigen a tres cuadras de la Plaza de las Banderas, sobre Juan del Campillo al 1300, fue noticia central ese día y los vecinos del barrio y del edificio donde se produjo el ataque se quejaron por la falta de seguridad que afecta la zona. Este lunes, el muchacho dio detalles de aquel encuentro con los delincuetes, y contó cómo las noticias empeoraron en estas últimas dos semanas.


“Ese día llegué al edificio en el que trabajo como portero a las 6.55. Vi a un chico sentado en la puerta. Cuando me bajo de la moto, no me alcanzo a sacar el casco que veo un cuchillo en mi cara y el chico me empieza a gritar «¡dame todo!». Le digo que no tenía más que un par de monedas en la riñonera que me cruzaba el pecho y me seguía gritando lo mismo. Cuando estiro la mano para darle la riñonera me tira un cuchillazo en la panza y yo, con el casco, le desvío el brazo. En ese momento aparece otro chico corriendo, que se pensó que yo me quería resistir y le empecé a decir que no me estaba resistiendo, que no me dejaba moverme para darle las cosas. Este otro me dice que me aleje de la moto, lo hago y empiezo a correr los cinco metros que me separaban de la puerta del edificio, cuando escuché los tiros”, detalló el muchacho.

Cinco metros hasta la puerta
Mauro pensó que le disparaban a matar y corrió con la cabeza gacha y entre los brazos lo más que pudo. Pero una bala lo impactó en el glúteo y lo hizo caer al piso. La adrenalina le permitió arrastrarse hasta la puerta y con la mano tocó todos los timbres que pudo. Los ladrones lo vieron herido, vieron la sangre y se escaparon: dejaron la moto y la riñonera tirada en la vereda. Le dispararon y se fueron sin el botín.
“Yo nunca me resistí. Le daba lo que me pedía. Lo que hice fue defender mi vida, si lo dejaba me mataba a cuchillazos. Los vecinos escucharon lo que pasó y salieron a auxiliarme. Cuando me trasladaban al hospital Cullen, los policías me tranquilizaban y me daban ánimo al decirme que no se habían llevado la moto, que estaba a salvo en el hall del edificio”, recordó el muchacho.


Pero en esas horas en las que él quedó internado alguien ordenó que la moto sea sacada afuera. Sin alarma, ni ningún tipo de seguridad, la flamante Honda Storm color gris oscura, de la que recién había pagado una cuota, desapareció.


“Me enteré al día siguiente del ataque que se la habían robado. Me dijeron que la administradora del edificio había ordenado que la saquen afuera. Nisiquiera la dejó en la playa de estacionamiento. Cuando me enteré, no lo podía creer. Pensé que me estaban cargando”.

Un esfuerzo familiar
El 26 de marzo pasado, Mauro volvía a su trabajo después de estar un mes internado por un gravísmo accidente de tránsito que sufrió el 21 de diciembre pasado.


Con un dinero que recibió la familia, por la muerte del papá de Mauro, su mamá, María, decidió hacer una entrega para comprarle la moto: “Porque además de este edificio trabajaba en otros y necesitaba si o si un medio de transporte”. Pero el deseo de que el vehículo sea una herramienta de trabajo y que de esa forma el muchacho pudiera ayudar a su mamá y a su hermano quedó truncada.


“No nos queda nada. Mauro no se puede mover, perdió el único bien que tenía, que era la moto y yo tuve que cerrar el negocio porque con todo esto quedé en bancarrota”, agregó la mujer.


Y Mauro detalló la idea. “Es que hasta ahora, nadie de la ART se comunicó conmigo y la empresa para la que trabajo, que me contrató para que haga los trabajos en los edificios tampoco me pagaron el sueldo todavía. Mientras, la persona a la que le compré la moto me viene a cobrar y las deudas se acumulan y el mes que viene no sé qué vamos a comer”.


El jueves, Mauro tiene una cita en hospital Cullen donde realizará los últimos estudios y probablemente le informarán la fecha de la operación para que le extraigan la bala. El proyectil, le ingresó por el glúteo derecho y recorrió la pierna hacia adelante y hacia abajo. Finalmente, quedó alojada en el muslo, pero en el camino desgarró todo y la herida se está infectando.


“De la única gente que sentí apoyo fue de los vecinos del edificio donde yo trabajo. Hace más de un año que los conozco y muchos de ellos me llamaron para ver cómo estaba. Pero fuera de eso, no recibí ninguna respuesta”, finalizó el joven.

El apoyo de los vecinos
Tras el violento asalto que sufrió Mauro, Diario UNO recorrió el barrio y dialogó con los comerciantes y vecinos de la zona quienes manifestaron su preocupación por la falta de seguridad. Todos coincidían en que faltaban policías y que los arrebatos eran frecuentes, pero quedaron sorprendidos por la brutalidad de la agresión.

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