jueves, 12 de abril de 2012

ROSARIO: Una familia con seis hijos vive en la sala de jardín de una escuela rural

Un matrimonio con seis hijos vive en la sala de jardín de infantes de la Escuela Nº 245 Juan Bautista Azopardo, ubicada en camino a Monte Flores. Hasta el año pasado eran los caseros del establecimiento educativo rural. La provincia dejó sin efecto el contrato de comodato que tenían y, desde entonces, no tienen donde ir.

"No somos usurpadores, a nosotros nos fueron a buscar para vivir acá. No quiero que me regalen nada, sólo que me permitan pagar un terreno y tener un lugar para nosotros", dice la mamá, Marisa Ibáñez, angustiada por el drama social por el que están pasando. Mientras tanto los chicos de nivel inicial tienen sus clases en un pasillo interno del edificio escolar.
A la entrada de la escuelita, ubicada sobre el camino de tierra que lleva a Villa Amelia, está la sala destinada al nivel inicial. La puerta se abre y Marisa, la jefa del hogar, invita a pasar amablemente. El lugar está limpio y ordenado. Hay camas cucheta, un ropero hace de divisor con lo que sería otro dormitorio, y con el espacio destinado al comedor. Al fondo del salón está el baño diseñado para los chicos del jardín, aunque ahora es de uso doméstico.
El contrato."Nosotros vivíamos cerca de General Lagos, que en verdad era una tapera, un lugar inhabitable. Un día se acercó la directora para ver si queríamos vivir acá, en la casa que tiene la escuela. Decidimos que sí, además, porque los chicos venían a clases aquí. Primero nos hicieron un contrato de comodato por un año, eso fue en el 2008. Después mi esposo fue hasta el Ministerio, que estuvo de acuerdo en que nos quedáramos y le hicieron firmar unos papeles", comienza a relatar Marisa la historia de cómo terminarían luego habitando en la sala de preescolar.
"Cuando llegamos vivíamos en la casita de atrás que era de dos piecitas. La directora le dio lugar a mi marido para que haga un comedor, era necesario porque somos ocho de familia, mi hija más grande tiene 19 y la más chica 8 años. El año pasado reformaron la escuela y la casita, por eso nos dieron un salón para mudarnos (está adentro de la escuela) y de ahí nos pasaron a esta sala donde estamos hoy, de la cual hasta la llave me dieron. Pero cuando terminaron de arreglar la casa nos dijeron que no podíamos volver ahí porque el Ministerio (de Educación de la provincia) no lo permitía", continúa su relato la joven madre y abuela de 35 años, con su nieta de año y medio en brazos.
La madre dice una y otra vez que la idea de su familia no es quedarse allí: "Yo estoy de acuerdo en que nos tenemos que ir, jamás me opuse, jamás les dije que no. Aceptamos la decisión oficial. Pero pedimos que nos den un lugar para vivir. Simplemente pido una mano, la posibilidad de ir pagando un terreno y que pueda decir «esto es mío». No quiero que me regalen nada, ni adueñarme de lo que no me pertenece".
Marisa cobra una pensión de 1.600 pesos y su esposo, Hugo Orellano, hace changas, trabajos temporarios y si el buen tiempo lo acompaña oficia también de albañil por cuenta propia. Ese es el ingreso económico de esta familia.
Tensión.Dos de los hijos asisten a esta primaria rural, otros dos adolescentes van al secundario de Villa Amelia, y una de las adolescentes, Tania, de 17, no va al secundario obligatorio porque "se consiguió un trabajito". La madre desaprueba esta decisión: "Yo les digo siempre que tienen que estudiar, porque yo me casé a los 13 años y no pude seguir la escuela, no quiero que a ellos les pase lo mismo".
La relación con la dirección de la escuela es de tensión. Marisa elige las palabras adecuadas para describir cómo es su vida cotidiana. "Yo estoy de acuerdo con lo que dice la directora, que nos tenemos que ir, pero no hace falta que nos trate mal ni les diga cosas a los chicos; como directora de una escuela no debería decirles cosas feas a las criaturas", dice y cuenta que durante el horario escolar (funciona sólo de mañana) "los chicos ni nadie sale de aquí adentro para no molestar, porque sabemos que somos una molestia".
"Me duelen —continúa— estos choques. Pero yo no vine a usurpar este lugar. A mí me fueron a buscar. Ella nos ofreció la luz, el agua y la casa, a cambio de mantener la escuela. Nosotros cumplimos. Pero ahora nadie se hace cargo, todos se lavan las manos con nuestra situación".
Actualmente en la casa que habitaban como caseros vive la portera de la escuela. Los chicos de jardín tienen sus clases en un pasillo interior del establecimiento educativo. Por su parte la directora Isabel Papetti prefirió no hacer declaraciones a este medio ni permitió tomar fotos del interior de la escuela.
Hacia el final de la charla, Marisa Ibáñez repasa que se han entrevistado con quien cree que es la supervisora, una abogada que se presentó como tal en representación del Ministerio de Educación, y alguien de Desarrollo Social. "Todos nos dicen que no podemos seguir aquí, que tenemos que alquilar, cuando saben que eso es imposible para nosotros, pero nadie nos ofrece una salida", confiesa mientras toma la manito de su pequeña nieta y agradece ser escuchada.

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