viernes, 9 de marzo de 2012

SANTA FE: Héctor Welschen expone su oficio de escultor en el MMAV‏


La muestra se inaugurará el sábado 10, a las 20, en el espacio artístico ubicado en San Martín 2068. Enmarcada en el Mes del Escultor, “De oficio escultor: Héctor Gaspar Welschen” recorre la trayectoria de este destacado creador santafesino. Organizada por el Gobierno de la Ciudad, podrá visitarse gratuitamente hasta el 8 de abril.

En el Mes del Escultor, el Museo Municipal de Artes Visuales “Sor Josefa Díaz y Clucellas” (MMAV) propone una muestra antológica del artista Héctor Welschen. Entre sus numerosas distinciones en salones y encuentros, Welschen obtuvo en el año 2000 el máximo galardón en el Salón Nacional que anualmente organiza la Provincia de Santa Fe en el Museo de Bellas Artes “Rosa Galisteo de Rodríguez” y el año pasado fue condecorado con el Premio de Honor en el mismo certamen. El creador santafesino expondrá su delicado y complejo oficio en una nueva exposición en la que se recorre su trayectoria artística (1978-2012).
“De oficio escultor: Héctor Gaspar Welschen” incluye más de 30 obras en diferentes materiales y técnicas: mármol, barro, yeso, chapa y chapa batida en hierro y bronce, soldaduras directas, fundiciones a la tierra y a la cera perdida, piedra y maderas blandas y duras. El diseño de la muestra está a cargo del Prof. Abel Monasterolo y del propio Welschen, y el estudio preliminar incluido en el catálogo, fue elaborado por la Prof. Isabel Molinas.
La muestra se inaugurará el próximo sábado en el espacio de arte ubicado en San Martín 2068. El acto de apertura comenzará a las 20 y, desde entonces, la muestra podrá visitarse de forma libre y gratuita hasta el domingo 8 de abril.

Mil nidos para un centenar de eucaliptus

En su texto, Molinas sostiene: A diferencia de otros creadores que guardan celosamente su intimidad, Héctor Welschen nos abre las puertas de su casa y de su historia.
Al borde del Colastiné, amparado por un centenar de eucaliptos, diez años atrás levantó su casa taller. Allí habita rodeado de sus obras, las ya concluidas y las que todavía aguardan en el interior de la piedra, del tronco de un aguaribay caído o bajo la primera apariencia de un manojo insignificante de hierros oxidados. Todo allí parece instalado y, como en una escena de Calderón de la Barca, es casi un sueño, un sinfín de representaciones que cobran vida cuando traspasamos las figuras fantasmagóricas que decoran el portón de su casa.    
Los trabajos del artista conviven con sus animales, con sus plantas y también con sus juguetes. Nos sorprende saber que este hombre severo que se dedica a la venta de seguros y que eligió para expresarse una de las disciplinas más complejas de las artes visuales, guste de los caballitos de madera, de las veletas y de los refugios para aves. El niño habita en el hombre. Cada objeto atesora una historia y cada historia la explicación de un momento entrañable de su vida. La luz y el canto permanente de los pájaros son el continuum que da unidad al conjunto e imprime un carácter celebratorio a su creación.
Héctor Welschen trabaja todos los días y todos los días cuando se levanta reanuda un diálogo amoroso con la materia elegida: “Yo creo que no tengo que vencerla, que ese problema no existe. Ese es un problema que nos planteamos los escultores, vencer al material. Yo creo que no, que hay que llegar a un buen diálogo. Yo tengo que saber sacarle lo que ella tiene de más y ella saber darme todo lo que contiene. (…) Para mí, por ejemplo, tallar la madera es un medio para dignificarla con mi trabajo. Convertir ese tronco, no digo en una obra de arte, sino en un trabajo que a lo mejor, con el tiempo, se convertirá en una obra de arte”.
Mientras que la pintura o el dibujo admiten la posibilidad de volver a empezar, de borrar o de pintar sobre lo ya pintado, la escultura exige una racionalidad diferente. Para abordar un material hay que tener una idea previa y definir un recorrido, porque toda acción no deseada modificará el objetivo. Entre sus principales maestros, Héctor recuerda a Yiya Píccoli, a Miroslav Bardonek, Wenceslao Sedlacek y José Constanzo. De ellos aprendió el rigor del oficio, la constancia del carácter y la generosidad de los hechos.
Y entre sus “hermanos escogidos”, nos habla con emoción de Henry Moore y de Alberto Giacometti. Entre ambos oscila su obra: sus primeros trabajos presentan una clara referencia a las esculturas del artista suizo, especialmente por la indagación sobre la condición humana y las criaturas que pueblan el universo más íntimo. Ejemplo de ello son “Unión póstuma” (chapa de hierro batida, 1981) y “Sueños de libertad” (cera perdida, 1985).
Sus trabajos posteriores están más próximos al maestro inglés, por su interés en la materia, su tratamiento del volumen y de las texturas, el adentro y el afuera, y la posibilidad de integrar el espacio a la propia obra. En palabras del crítico Taverna Irigoyen (2006): “Espacio que es marco contenedor, pero también cómplice de los acuerdos que la materia va gestando en cada forma, en cada estructura que se levanta e impone...”
En comunión profunda con el paisaje Héctor insiste en la importancia de la contemplación, en la necesidad de dejar descansar los trabajos, de darles y darse tiempo para retirarse a mirar, para poder objetivarlos y así arribar a una resolución feliz. También en este sentido, la escultura es una disciplina diferente del resto de las artes visuales y de las artes en general. Porque es difícil meterse en la obra, como quien se deja fluir en la escritura o es uno con la línea. La escultura requiere tiempo y espacio, para poder recorrerla y construir una imagen desde diferentes puntos de vista.
De ahí que podamos afirmar que entre el sentir y la obra hay un “tiempo rumiante”, tiempo de silencio, conmoción que antecede a la forma: como sostiene el escultor brasileño Amilcar de Castro en el poema “A Pescaria” (1986) “La línea no existe. Más cuando es hecha por la mano del hombre, es diseño. Obedece como un río que conspira con sus márgenes y en su devenir traza el mapa de su destino”.

Sobre el artista

Welschen nació en 1951 en nuestra ciudad. En 1978 se recibió de Profesor de Artes Visuales en la Escuela Provincial de Artes Visuales “Juan Mantovani”. Ha participado en numerosos encuentros regionales y nacionales de escultura. Entre sus galardones más importantes podemos mencionar el Premio de Honor del Salón de Estudiantes de Santo Tomé (1975); Premio de Perfeccionamiento ‘Arcien’ para menores de 40 años (1981); Gran Premio de Honor del Salón Anual de Ceres (1982); Primer Premio del 55º Salón de Artistas Plásticos Santafesinos  (1988); Primer Premio Adquisición del 60º Salón Anual de Santa Fe (1993); Primer Premio Adquisición del 2º Encuentro Nacional de Escultores de Rosario (1994); Primer Premio Adquisición Provincia de Santa Fe en el 77º Salón Anual Nacional del Museo Rosa Galisteo de Rodríguez (2000); Primer Premio Adquisición del 1º Simposium sobre Escultura en Tucumán (2004); Segundo Premio Adquisición del Concurso Nacional de Chaco (2006); Primer Premio Adquisición del Salón Anual de Esperanza (2007); Primer Premio Adquisición ‘100 años Hospital Iturraspe’ (2011); y Premio de Honor del Salón Anual Nacional del Museo Rosa Galisteo de Rodríguez (2011).
Para conocer más sobre este creador santafesino se sugiere ingresar en Más información: www.hector-welschen.com.ar.


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Secretaría de Comunicación
Gobierno de la ciudad de Santa Fe

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